En un rincón pintoresco del centro, entre otros locales, se encontraba Dulce Sonrisa, una pastelería con un encanto particular. Su ambiente era acogedor y colorido, lleno de olores a galletas recién horneadas, pasteles decorados y dulces por doquier. Pero lo que hacía famosa a esta pastelería no era solo su repostería, sino sus animatrónicos: Andignas, un cocodrilo de aspecto robusto con una gran mandíbula; Ari, una grulla elegante que adornaba su pico con cintas; y la estrella del lugar, Rufus, un lobo gris con sonrisa amable, que cautivaba tanto a niños como a adultos.
Sin embargo, había un oscuro rumor que envolvía a Dulce Sonrisa. Las noches en la pastelería no eran como cualquier otra, pues al cierre se escuchaban ruidos extraños, y los empleados aseguraban haber sentido una presencia vigilante. Aparentemente, la programación de estos animatrónicos les permitía reconocer y eliminar cualquier intrusión… pero su sistema tenía un error fatal: cada vez que alguien desconocido pasaba por las cámaras, sin importar si era un guardia o un intruso, los animatrónicos activaban su "modo de protección".
Con cada guardia que pasaba por las noches, parecía aumentar el número de desapariciones. Nadie tenía explicaciones y muchos temían tomar el puesto nocturno. Fue entonces cuando el oficial Mark, intrigado por estos incidentes, aceptó investigar. Para él, la misión parecía sencilla: vigilar el lugar, entender el problema y asegurarse de que los animatrónicos no dañaran a nadie más.
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Cuando el reloj marcó la medianoche y la pastelería quedó en total silencio, Mark comenzó su ronda. Las luces de emergencia iluminaban de manera tenue los pasillos, y los ojos brillantes de los animatrónicos en sus escenarios parecían seguir cada movimiento del policía. Sabía que cada uno tenía patrones diferentes: Rufus solía desplazarse por la ventilación, Andignas rondaba la puerta izquierda con pasos firmes y metálicos, y Ari patrullaba la puerta derecha con un andar suave y siniestro.
Mark no tardó en escuchar un golpe metálico en la ventilación; su primer encuentro estaba a punto de comenzar. Revisó el panel de control de seguridad, donde podía cerrar puertas y sellar las entradas de ventilación, pero el uso de estas funciones estaba limitado debido a la energía de reserva de las instalaciones. La estrategia era crucial: debía cerrar solo cuando los animatrónicos estuvieran cerca o arriesgarse a que uno de ellos lograra entrar.
1:00 a.m. – Los pasos de Andignas resonaron en el pasillo izquierdo. Sus ojos rojos destellaban en la oscuridad, y su mandíbula de metal se abría y cerraba como si buscara desgarrar cualquier cosa que se le acercara. Mark cerró la puerta izquierda justo a tiempo. Apenas tuvo un segundo de respiro antes de que escuchara un rasguño en la ventilación; Rufus se arrastraba hacia él, buscando una forma de entrar.
2:00 a.m. – Con cada minuto que pasaba, Mark sentía la tensión aumentar. Los animatrónicos, en su programación defectuosa, actuaban con una sincronización perfecta. Cuando lograba repeler a uno, otro ya estaba en movimiento, acechando. No podía quedarse quieto ni por un segundo.
3:30 a.m. – Cuando revisó las cámaras, se dio cuenta de algo aún más perturbador: las sonrisas de los animatrónicos parecían haberse torcido. El brillo en sus ojos ya no era simplemente un destello de los sensores, sino una expresión más consciente, como si reconocieran su miedo y disfrutaran al verlo arrinconado.
5:00 a.m. – Faltaba poco para que amaneciera, pero la energía estaba al límite. No podía cerrar las puertas ni la ventilación más de unos pocos segundos antes de que el sistema comenzara a parpadear. A través del cristal de la puerta derecha, vio a Ari, la grulla, inclinando la cabeza como si lo examinara de manera calculadora. En el lado izquierdo, Andignas golpeaba la puerta, y el eco de su mandíbula resonaba en todo el cuarto.
Finalmente, Rufus apareció en la ventilación, con sus garras metálicas arañando la rejilla mientras emitía un gruñido bajo. En un último esfuerzo desesperado, Mark cerró todas las puertas y la ventilación simultáneamente, ignorando los indicadores de energía. La tensión lo dejó al borde de la desesperación hasta que, con un último pitido, el sistema se apagó… justo al amanecer.
Los primeros rayos de luz comenzaron a iluminar la pastelería, y los animatrónicos volvieron a sus posiciones iniciales, como si nada hubiera sucedido. Al salir, Mark supo que algo debía hacerse para reparar ese error de programación, pero en el fondo, sintió que Dulce Sonrisa guardaba un oscuro secreto que jamás podría ser solucionado por completo.
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La Casa de las Historias de Terror.
Paranormalson muchas historias de terror en un solo libro, pero puede haber historias que se conecten. Pero recomiendo leer como lo he puesto