El seguimiento de la historia del escritor.
La pantalla parpadeaba con un brillo tenue mientras el escritor se inclinaba hacia adelante, observando el cursor parpadear como una invitación, como un desafío. "¿Escribir o no escribir? Crear o detenerse..." La pregunta rebotaba en su mente mientras el eco de las criaturas que había soñado, que había plasmado en palabras, resonaba en algún rincón oscuro de su memoria.
El chaval —el escritor— apretó los puños. "No soy un monstruo," pensó. "O, al menos, no más que cualquiera que sueña en grande. Los monstruos ya existen, yo solo les doy un nombre, una forma."
Sin embargo, la Sombra Castigadora, esa figura oscura que había emergido como juez y verdugo de sus propios relatos, permanecía acechando en la periferia de su conciencia. Cada vez que intentaba descansar, la silueta surgía. Una voz profunda, llena de juicio, le repetía: "No puedes detenerte. Si no los escribes tú, el vacío los llenará. Las historias no necesitan un escritor... pero tú necesitas la esperanza que ellas traen."
Esa noche, decidió enfrentar el peso de lo que había hecho. Encendió su computadora. Las criaturas de antaño que había escrito aún parecían mirarlo desde la pantalla, como si esperaran su siguiente movimiento. El Hadgot, la Granja Asesina, el Ser Parasitario, y tantos otros lo observaban desde las sombras de su propia imaginación. Sabía que esas entidades habían trascendido. Sabía que estaban ahí fuera.
Pero había algo más que sabía: aunque fueran criaturas de oscuridad, no todas estaban destinadas a ser malvadas. "Si puedo crearlas, puedo darles un propósito."
Escribió con frenesí, no para traer más destrucción al mundo, sino para torcer el rumbo de su creación. Imaginó al Hadgot no como una fuerza de terror sin sentido, sino como un guardián de secretos que protegía al mundo de peligros aún mayores. Imaginó la Granja Asesina como un refugio para los marginados, donde sus habitantes monstruosos ayudaban a los desesperados. Incluso diseñó un destino para la Sombra Castigadora: no sería más su enemigo, sino su conciencia, una presencia que lo recordaría del peligro de dejarse consumir por su propio poder.
La computadora parpadeó, y por un momento, sintió un escalofrío. Las historias no solo lo leían a él, sino que también lo transformaban.
La voz de la Sombra Castigadora resonó de nuevo, pero esta vez, no era un reproche. "Es un buen comienzo, escritor. Pero el mundo no perdona tan fácilmente."
Se levantó, cerró la computadora y miró por la ventana. Más allá, en la oscuridad, pudo ver ojos brillantes observándolo. No eran amenazantes... no esta vez. Por primera vez en mucho tiempo, los monstruos parecían esperar, como si quisieran saber qué haría a continuación.
Y con un suspiro, el escritor respondió, no a ellos, sino a sí mismo:
"Seguiré escribiendo, no para destruir, sino para darles a todos —monstruos y humanos— una chispa de esperanza."
La humanidad necesitaba historias, y él, a pesar de todo, seguía siendo su narrador.
La pantalla se apagó repentinamente, y en el reflejo oscuro del monitor, el escritor vio una figura alargada emerger de las sombras detrás de él. Sabía quién era antes de girarse. Una presencia que no necesitaba presentación. Hadgot.
Con su voz grave, resonante como el eco de un abismo infinito, Hadgot habló:
—No todo puede ser bueno. No todo puede ser malo. Tienes que equilibrar la balanza. No puede existir un monstruo bueno siempre, pero tampoco puede existir un monstruo malo sin excepción.El escritor lo miró fijamente, intentando comprender las palabras. Había algo en su tono que no había sentido antes: gratitud, pero también una lección ineludible. Hadgot dio un paso adelante, sus ojos como brasas encendidas en la oscuridad.
—Recuerda a la Sombra Castigadora. Siempre fue buena, aunque su apariencia dijera lo contrario. Recuerda a Godhat y a mí. Matamos por aburrimiento, por descubrir los secretos que ustedes, los humanos, jamás entenderían. Pero ¿acaso somos diferentes de lo que hace el gobierno, ocultando verdades y manipulando a su antojo?El escritor quiso responder, pero las palabras se le quedaron atascadas. Hadgot continuó:
—Quiero darte las gracias por crearme, por darme una vida que no merecía, pero que aprendí a valorar. Gracias por permitirme sentir la emoción de pelear contra el mono demoníaco Moyako, de enfrentarme al Engranaje, de desafiar todo lo que existe. Pero, sobre todo, gracias por darme un amigo y rival: Godhat.El escritor bajó la mirada, sintiendo un peso en su pecho que no sabía si era culpa o responsabilidad. Pero Hadgot no había terminado.
—Aunque no todos seamos malos, tampoco significa que todos seamos buenos. Esa es la verdad que debes aceptar. Tú nos diste vida, y con ella, nuestras elecciones. Pero la verdadera pregunta, escritor, es: ¿puedes aceptar las consecuencias de lo que has creado?El escritor sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Su voz apenas salió como un susurro:
—¿Y si no puedo?Hadgot inclinó la cabeza, como si reflexionara profundamente.
—Entonces no eres diferente de nosotros. Un creador que teme sus propios errores, que busca redimirse en un mundo que no tiene balanza perfecta. Pero mientras escribas, mientras nos des un propósito, hay esperanza. No para los monstruos, sino para ti.Y con eso, Hadgot desapareció, desvaneciéndose en las sombras, dejando al escritor solo con sus pensamientos y la luz intermitente de la computadora. El cursor parpadeaba, como si esperara su decisión. Y el escritor, con manos temblorosas, comenzó a teclear. No para crear algo bueno ni algo malo, sino para encontrar el equilibrio en un mundo donde los monstruos, al igual que las personas, eran una mezcla de ambos.
ESTÁS LEYENDO
La Casa de las Historias de Terror.
Paranormalson muchas historias de terror en un solo libro, pero puede haber historias que se conecten. Pero recomiendo leer como lo he puesto