Marco empujó la puerta del aula de la facultad de arte, dejándose envolver por el bullicio que solo traía el primer día de clases en la universidad. La sala era amplia y luminosa, con paredes llenas de murales, bocetos y manchas de pintura que delataban su uso constante. En el aire flotaba ese olor a lienzo, óleo y madera que tanto le gustaba, y de alguna manera, todo el espacio parecía vibrar con energía creativa.
Se colocó en su lugar favorito, cerca de una de las ventanas. Desde ahí podía ver el patio, el ir y venir de los estudiantes, y en días como este, cuando los nervios estaban al tope, esa vista le daba una calma extraña. Sacó su cuaderno de bocetos, uno nuevo que había comprado para el semestre, y comenzó a hacer pequeños trazos: líneas irregulares, curvas sin sentido. Su lápiz se movía solo, como una forma de calmar la inquietud.
Alzó la vista para estudiar el aula con detenimiento. Muchos rostros familiares se mezclaban con otros desconocidos; algunos de sus compañeros parecían tan nerviosos como él, mientras otros reían y hablaban con entusiasmo. Fue entonces cuando su mirada se detuvo en un chico al otro lado del aula. No supo por qué, pero algo en él llamó su atención.
El chico estaba inclinado sobre su cuaderno, completamente absorto en lo que hacía. Tenía el cabello oscuro y algo despeinado, como si acabara de despertarse o no le importara demasiado su aspecto. Vestía una camiseta desgastada de una banda de la que Marco había oído hablar pero nunca escuchado, y en su muñeca había una pulsera de cuero, vieja y desgastada, que parecía tener una historia. Ese chico tenía algo, una presencia que lo hacía destacar entre los demás.
Era Adrián.
Marco recordaba vagamente haberlo visto en alguna clase el semestre anterior, aunque nunca habían intercambiado palabras. Había oído de pasada que Adrián era abiertamente gay, algo que en otro momento le habría pasado inadvertido, pero en ese instante, sintió una punzada extraña de curiosidad. Mientras observaba, Adrián levantó la mirada y sus ojos se encontraron. En lugar de apartarse, Adrián le sonrió. Era una sonrisa relajada, con un toque de humor, como si supiera algo que Marco aún no sabía.
Por un momento, Marco no supo qué hacer. Instintivamente, miró hacia otro lado, sintiendo el calor de la vergüenza subiéndole a las mejillas. ¿Por qué estaba reaccionando así? No lo entendía. Se forzó a concentrarse de nuevo en su cuaderno, pero su mente seguía divagando, preguntándose por qué aquel chico, de todos los estudiantes en la sala, había captado su atención.
Unos minutos después, el profesor llegó al aula, trayendo consigo la calma. Tras una breve presentación y una introducción sobre el curso, anunció el primer proyecto del semestre. La tarea era trabajar en grupos para crear una serie de bocetos que representaran "identidad". Marco suspiró. Nunca había sido fanático de los trabajos grupales, prefería trabajar solo, en silencio, sin tener que explicarse a nadie. Pero no había otra opción, así que comenzó a mirar a su alrededor, buscando con quién trabajar.
De pronto, sintió que alguien lo observaba. Al volverse, vio que Adrián estaba mirándolo, y no solo eso: le estaba haciendo un gesto con la mano para que se uniera a su grupo. En un acto de impulso, Marco recogió sus cosas y caminó hacia él, como si estuviera siguiendo una corriente que lo arrastraba sin preguntar.
—¿Te unes? —preguntó Adrián con una sonrisa que mostraba unos hoyuelos en las mejillas.
—Claro —respondió Marco, tratando de sonar tranquilo aunque su corazón latía rápido.
Se sentó junto a Adrián y a un chico llamado Dani, que parecía amigo suyo. Dani era animado y extrovertido, y pronto comenzó a hablar sobre ideas para el proyecto, llenando el espacio de propuestas y comentarios. Adrián lo seguía con atención, aportando sus propias ideas de vez en cuando, pero Marco apenas lo escuchaba; estaba demasiado concentrado en la presencia de Adrián a su lado. Cada movimiento de su mano, cada sonrisa que dejaba escapar, y cada mirada que Marco sentía clavada en él, parecían quedar grabados en su memoria.
Cuando el profesor explicó que tendrían que crear algo que representara su propia visión de la identidad, Adrián fue el primero en tomar la palabra.
—Podríamos hacer algo sobre la autenticidad. Creo que, al final, ser fiel a uno mismo es la base de la identidad, ¿no? —dijo, mirándolos a ambos.
Marco asintió, aunque en realidad estaba más concentrado en la voz de Adrián que en sus palabras. Había algo en la forma en que hablaba, una convicción tranquila que lo hacía parecer seguro de sí mismo, como si ya hubiera encontrado lo que lo definía. Marco, en cambio, se sentía incompleto, como si hubiera partes de sí mismo que aún no comprendía.
—¿Qué piensas, Marco? —preguntó Adrián, sacándolo de sus pensamientos.
Marco parpadeó, tratando de ordenar sus ideas.
—Sí, creo que es una buena idea... Aunque supongo que la identidad también es algo cambiante, ¿no? Como si nunca fuera algo definitivo, sino algo que va evolucionando —contestó, sorprendiéndose a sí mismo por lo sincero de su respuesta.
Adrián asintió, con una sonrisa que parecía decirle que comprendía exactamente lo que quería decir.
Mientras trabajaban juntos, Marco se dio cuenta de que estaba disfrutando la conversación. Había una naturalidad en la forma en que Adrián lo hacía sentir, algo que él no había experimentado antes. Los minutos pasaron rápidamente, y cuando la clase llegó a su fin, Marco se dio cuenta de que quería quedarse un poco más, seguir hablando con él, saber más sobre aquel chico que, sin querer, parecía estar removiendo algo en su interior.
Al recoger sus cosas, Adrián lo miró de nuevo, esta vez con una intensidad que hizo que Marco sintiera un nudo en el estómago.
—Nos vemos en la próxima clase, Marco —dijo Adrián con una sonrisa que parecía esconder algo más.
Marco asintió y salió del aula, pero mientras caminaba por los pasillos, no podía dejar de pensar en esa sonrisa, ni en los ojos de Adrián observándolo como si vieran algo que él mismo aún no había descubierto.
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Entre susurros y miradas
Teen FictionA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...