Capítulo 11: Miradas y Palabras

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La tranquilidad que Marco había sentido después de su día con Adrián se mantuvo durante un par de días, llenándolo de una serenidad que no recordaba haber tenido en mucho tiempo. Pero ese equilibrio fue abruptamente interrumpido una tarde en clase, cuando el profesor de historia del arte, el profesor Sánchez, aludió a los "hábitos personales" de algunos estudiantes, en un comentario que se sintió demasiado dirigido.

—Es importante, especialmente en el campo artístico, que aprendan a diferenciar lo profesional de lo personal —dijo el profesor Sánchez, su mirada recorriendo brevemente el aula antes de detenerse en Marco—. Los rumores y distracciones pueden ser enemigos del talento.

La frase cayó como un golpe en el estómago. Marco sintió que todas las miradas se dirigían hacia él, cargadas de curiosidad y, en algunos casos, de burla. Bajó la mirada, tratando de ignorar el calor en su rostro, pero el peso de las palabras del profesor se quedó flotando en el aire.

Lucía, sentada a su lado, le dio un leve codazo, susurrando con disgusto:

—¿Qué le pasa a este hombre? Eso estuvo completamente fuera de lugar.

Marco asintió, tratando de disimular la incomodidad. Después de clase, salieron juntos, y Lucía no dudó en expresar su indignación.

—No puede hacer eso. No puede insinuar cosas sobre tu vida y menos en plena clase. Esto se está saliendo de control.

Marco respiró profundo, intentando calmarse, pero sabía que Lucía tenía razón. Hasta ahora, había intentado mantener su vida privada separada de la académica, pero los rumores y los comentarios parecían haberse desbordado, afectando áreas de su vida que había creído seguras.

Esa noche, mientras cenaba solo en su pequeño apartamento, Marco no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido. Quería contárselo a Adrián, pero algo en su interior lo detenía. Una parte de él temía que, al compartirle su malestar, pudiera preocuparlo aún más. Sin embargo, el impulso de hablar con alguien fue mayor, así que le envió un mensaje breve a Adrián: "¿Puedo llamarte? Necesito hablar contigo".

En cuestión de minutos, Adrián respondió con un "Claro, estoy aquí para lo que necesites". La voz de Adrián al otro lado de la línea le dio a Marco una calma inmediata, pero la preocupación se reflejaba en el tono de sus palabras.

—Adrián, hoy fue... complicado. Mi profesor hizo una especie de comentario en clase que, bueno, claramente iba dirigido a mí. Se refería a los rumores y lo dijo de una forma tan humillante, como si yo estuviera haciendo algo mal solo por ser... —Marco se detuvo, sintiendo la frustración apoderarse de él.

—Eso es injusto, Marco. No tienes que disculparte ni explicarte por lo que sientes o con quién estás. Lo que hicieron hoy fue una falta de respeto y abuso de poder. Quizás deberías considerar hablar con alguien en la universidad, alguien que pueda ayudarte a frenar esto.

—Lo he pensado, pero no quiero que las cosas se vuelvan aún más grandes. No quiero que todos hablen de esto. Es agotador —respondió Marco, dejando salir un suspiro de cansancio.

Los días siguientes fueron tensos. Marco intentaba concentrarse en sus estudios y proyectos, pero la atmósfera en clase seguía cargada. Incluso algunos compañeros comenzaron a mirarlo con una mezcla de curiosidad y desprecio. Solo Lucía y algunos amigos cercanos se mantuvieron a su lado, mostrándole su apoyo incondicional.

Finalmente, un viernes por la tarde, Marco decidió hablar con el coordinador del programa. No sabía si eso ayudaría, pero sentía que debía hacer algo para no dejar que el peso de los comentarios lo aplastara. El coordinador lo escuchó con atención, y aunque le prometió "tomar cartas en el asunto", la falta de una respuesta concreta dejó a Marco con la sensación de que quizás el problema persistiría.

Esa noche, Adrián fue a visitarlo, llevándole una pequeña caja de su comida favorita para animarlo. Marco se sintió agradecido por la presencia de Adrián, que lograba disipar, aunque fuera momentáneamente, la carga de la semana.

Mientras cenaban, Adrián lo miró con seriedad.

—Quiero que sepas que no estás solo, Marco. No tienes que enfrentar esto tú solo. Sea lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos.

La sinceridad en los ojos de Adrián, la calidez en sus palabras y el apoyo que sentía de él le dieron a Marco la fuerza que necesitaba. Aunque el camino parecía cada vez más complicado, estaba decidido a defender su felicidad.


Entre susurros y miradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora