Después de hablar con Sara, Marco comenzó a sentirse más seguro. Esa pequeña muestra de apoyo le recordaba que no estaba solo en su lucha por encontrar su lugar y vivir su verdad. Aunque algunos amigos se habían distanciado, ahora veía con claridad quiénes eran los que realmente importaban.
Un sábado por la mañana , Marco decidió pasar el día con Adrián en una pequeña librería-cafetería que ambos adoraban. Era un lugar acogedor, lleno de estantes altos y ventanas que dejaban pasar la suave luz de otoño. Habían pasado ya varios meses desde que se conocieron, y cada pequeño gesto, cada mirada compartida, le daba a su relación un toque de complicidad única. Sentados uno frente al otro, hojeaban libros y compartían silencios cómodos, sintiendo que el simple hecho de estar juntos era suficiente.
Adrián, siempre perceptivo, notó que Marco lo observaba con una expresión profunda, como si quisiera decirle algo pero no encontrara las palabras.
— ¿Qué pasa? —preguntó, dejando su libro a un lado y apoyándose en la mesa.
Marco dudó un instante, pero luego decidió hablar.
—Es extraño, ¿sabes? A veces pienso en lo que nos ha costado llegar hasta aquí... en todo lo que tuve que aprender y desaprender desde que te conocí. Nunca imaginé que una sola persona pudiera hacerme replantear tanto sobre la vida y sobre mí mismo —admitió, con una sonrisa tímida.
Adrián lo miró en silencio, asimilando sus palabras. Para él, ver a Marco enfrentar cada desafío, crecer y encontrar su propia voz había sido inspirador. Sabía lo difícil que había sido, pero también sabía que Marco tenía una fortaleza y una resiliencia que a menudo subestimaba.
—Te has vuelto más fuerte de lo que crees, Marco. Creo que, a veces, necesitas darte cuenta de cuánto has crecido —dijo Adrián, y tomó su mano sobre la mesa, sin preocuparte de quién pudiera verlos.
Esa tarde , decidió dar un paseo por la ciudad. Caminaban por calles empedradas, entre cafés y pequeñas tiendas de arte, disfrutando de la tranquilidad que les brindaba ese día soleado. En una esquina, vio a un par de músicos callejeros tocando una canción que parecía acompañar su propio momento: una melodía suave y nostálgica que los envolvía.
Adrián comenzó a tararear la melodía y, de manera espontánea, estiró una mano hacia Marco. Aunque normalmente Marco habría dudado en mostrarse así en público, esa vez no le importó. Se dejaron llevar, sonriendo mientras giraban en pequeños círculos, al ritmo de la música. La gente alrededor los miraba, pero en ese instante, a ninguno de los dos le importaba.
Al día siguiente , Marco se encontró con un mensaje de Sara. Ella quería que se reunieran para hablar de algo importante, así que quedaron en el mismo café de siempre. Sara llegó con una expresión seria, y Marco sintió un ligero nerviosismo.
—Marco, sé que todo esto no ha sido fácil para ti, y quiero que sepas que realmente te admiro por cómo te has enfrentado todo. Eres un gran amigo, y sé que a veces dudo o no sé bien cómo apoyarte, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti —le dijo, sinceramente.
Marco, conmovido, acercándose y le dio un abrazo. La presencia de Sara y su apoyo incondicional le recordaban que, a pesar de las dificultades, estaba construyendo relaciones que le brindaban verdadera paz y aceptación.
Esa noche , al hablar con Adrián, Marco le contó sobre la conversación con Sara y cómo el apoyo de su amiga le había dado la fuerza que necesitaba para seguir enfrentando su realidad.
—Cada día me doy cuenta de que estoy rodeado de personas que realmente importan. Y eso... eso me hace sentir que todo esto vale la pena —dijo Marco, mirándolo a los ojos.
Adrián sonrojó, y, en silencio, ambos entendieron que, aunque el camino fuera incierto y desafiante, estaban juntos en esto, construyendo una historia que solo ellos podían comprender por completo.
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Entre susurros y miradas
Teen FictionA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...