Los días se sucedían con una aparente tranquilidad en la vida de Marco. Desde su sincera conversación con Adrián y ese primer beso, había empezado a sentirse más en paz consigo mismo. Las dudas que alguna vez le atormentaron no habían desaparecido por completo, pero ahora se sentía capaz de enfrentarlas. Cada vez que estaba con Adrián, el mundo parecía detenerse, como si nada más importara.
Pero el resto del mundo continuaba su curso. Y así, poco a poco, comenzaron a surgir preguntas entre sus amigos y conocidos. Las miradas curiosas y los comentarios entre murmullos se hacían más frecuentes. Marco trataba de ignorarlos, convencido de que podría llevar su relación con Adrián de forma privada. Pero aquella paz que sentía comenzó a tambalearse cuando uno de sus amigos más cercanos, Javier, lo enfrentó.
Era una tarde nublada, y Marco estaba solo en la biblioteca, revisando algunos apuntes. De repente, Javier apareció y se sentó frente a él, con una expresión seria y preocupada.
—Marco, ¿todo bien? —preguntó Javier, mirando a su amigo con una mezcla de curiosidad y confusión.
Marco levantó la vista, algo sorprendido por el tono de Javier.
—Sí, ¿por qué lo preguntas? —respondió, tratando de sonar casual.
Javier lo miró en silencio durante unos segundos, como si intentara decidir sus palabras.
—Es que últimamente te noto... diferente. No sé, estás más distante y no hablas tanto como antes. Nos tienes algo preocupados —explicó, entrelazando las manos sobre la mesa—. Y, bueno... algunos han dicho que te han visto con alguien. ¿Es eso cierto?
Marco sintió que el estómago se le encogía. No estaba seguro de si estaba listo para abrirse con sus amigos, especialmente con Javier, quien siempre había sido alguien más tradicional en sus pensamientos.
—He estado ocupado, eso es todo —respondió, tratando de sonar despreocupado. Pero el nerviosismo en su voz era evidente.
—¿Seguro? —insistió Javier, inclinándose un poco hacia él—. Mira, sabes que puedes contarme lo que sea, ¿no?
Marco respiró hondo, sintiendo el peso de las palabras de su amigo. Aunque confiaba en Javier, sabía que su relación con Adrián podría cambiar la percepción de su círculo social hacia él. No podía evitar preguntarse si sus amigos lo aceptarían tal como era.
—Sí, lo sé... pero aún no tengo claro todo esto —respondió Marco finalmente, intentando ser honesto sin decir demasiado.
Javier lo miró con una mezcla de desconcierto y preocupación, pero finalmente asintió.
—Bueno, solo quería decirte que, pase lo que pase, aquí estoy —dijo Javier, sonriendo un poco para aliviar la tensión.
Después de eso, se despidieron y Marco se quedó solo en la biblioteca, sumido en sus pensamientos. Por primera vez en semanas, sintió la presión de la sociedad sobre sus hombros, una carga que le recordó que su relación con Adrián, aunque maravillosa, no sería fácil de llevar en un mundo lleno de expectativas.
Esa noche, mientras estaba en su cuarto, le envió un mensaje a Adrián: "¿Podemos hablar? Siento que necesito desahogarme".
La respuesta de Adrián no tardó en llegar: "Claro, estoy aquí para lo que necesites. ¿Nos vemos en el café de siempre?"
Unos minutos después, Marco y Adrián estaban sentados en una esquina tranquila del café, cada uno con una taza de café en las manos. Marco, sintiendo el apoyo de Adrián, se animó a expresar su preocupación.
—Hoy Javier me hizo algunas preguntas... Siento que todos están empezando a notar el cambio en mí, y eso me asusta —confesó, evitando mirar a Adrián a los ojos.
Adrián suspiró, comprendiendo el peso de sus palabras.
—Es normal sentir miedo, Marco. Esto es algo nuevo para ti, y no estás obligado a contarles a todos. Hazlo cuando estés listo, y no antes —respondió, colocando una mano sobre la de Marco en un gesto de apoyo.
—Lo sé... pero a veces siento que no sé cómo enfrentar esto. No quiero perder a mis amigos, pero también quiero ser honesto conmigo mismo. Es como si estuviera atrapado en una lucha entre lo que esperan de mí y lo que realmente siento —admitió Marco, su voz quebrándose un poco.
Adrián asintió, dándole un suave apretón en la mano.
—Tomemos las cosas con calma. No tienes que tomar decisiones ahora. Solo sé tú mismo, Marco. A veces, la gente tarda en entender, pero si realmente son tus amigos, te aceptarán como eres.
Las palabras de Adrián calmaron un poco la tormenta que se había formado en la mente de Marco. Estaban dando un paso a la vez, y aunque el camino no sería fácil, saber que tenía a alguien a su lado le daba la fuerza que necesitaba para enfrentar lo que estaba por venir.
En los días que siguieron, Marco trató de actuar con normalidad frente a sus amigos, pero sabía que los rumores no tardarían en extenderse. En más de una ocasión, notó miradas inquisitivas y murmullos a su alrededor. Su círculo cercano era consciente de que algo había cambiado en él, y aunque intentaba no darle importancia, cada día sentía más presión.
Una tarde, Lucía se le acercó mientras él terminaba de pintar en la clase de arte.
—Oye, Marco, ¿todo bien? —preguntó Lucía, con una expresión preocupada—. Últimamente te noto raro... no como siempre. Y no quiero entrometerme, pero sabes que estoy aquí para lo que sea.
Marco se quedó en silencio, contemplando la confianza que siempre había tenido en Lucía. Era una de sus amigas más cercanas y alguien en quien podía confiar, pero aún no estaba seguro de cómo se sentiría ella al saber lo que realmente estaba pasando.
—Es que... últimamente han cambiado muchas cosas en mi vida —respondió finalmente, decidiendo confiar en ella, aunque sin revelar demasiado—. Hay cosas que aún estoy tratando de entender y de aceptar, y eso me tiene un poco desorientado.
Lucía asintió, dándole un suave golpe en el brazo, como solía hacer cuando quería mostrarle apoyo.
—Lo entiendo. Solo quiero que sepas que estoy aquí para escucharte, cuando estés listo. No importa lo que sea, Marco. ¿De acuerdo? —dijo, con una sonrisa que le dio a Marco una sensación de alivio.
Esa noche, de vuelta en su habitación, Marco se dio cuenta de que, poco a poco, estaba empezando a encontrar un equilibrio. Sabía que no podía ocultar su relación con Adrián para siempre, pero también estaba empezando a aceptar que no tenía que tener todas las respuestas de inmediato.
Era un proceso que requería tiempo y paciencia, pero, por primera vez, se sentía capaz de enfrentarlo. Con Adrián y Lucía a su lado, Marco comenzaba a descubrir que, aunque el camino sería complicado, no tendría que recorrerlo solo.
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Entre susurros y miradas
Dla nastolatkówA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...