Las semanas siguientes trajeron consigo nuevos retos para Marco y Adrián, quienes ahora se encontraban a mitad de semestre, con solicitudes y proyectos que ocupaban gran parte de su tiempo. Aun así, encontraban momentos para compartir entre estudio y risas, tratando de mantener un equilibrio entre el estrés de la universidad y el espacio que ambos necesitaban para alimentar su conexión.
Una tarde de lunes , Marco recibió un mensaje inesperado de su padre, quien le pidió que fuera a cenar a casa esa noche. Sabía que en los últimos meses su relación con sus padres había mejorado, pero aún le resultaba incómodo compartir ciertos aspectos de su vida con ellos. Sin embargo, decidió aceptar la invitación, convencido de que quizás era hora de empezar a hablar de las cosas que había estado evitando.
Al llegar, el ambiente en la casa era diferente. Su padre lo recibió con una sonrisa un tanto tensa, y su madre parecía especialmente nerviosa. Durante la cena, la conversación giró en torno a temas triviales, hasta que su padre finalmente abordó el tema que, sin duda, había estado evitando.
—Marco, hemos notado que... últimamente ha cambiado, y queríamos saber cómo te encuentras, cómo te va en la universidad y en tu... vida personal —dijo su padre, eligiendo cada palabra con cuidado.
Marco respir hondo, consciente de que ese era el momento de abrirse. Les contó sobre sus estudios, sobre sus amigos y finalmente, con un nudo en la garganta, les habló de Adrián. Para su sorpresa, aunque sus padres se vieron incómodos al principio, ambos lo escucharon en silencio, sin interrumpirlo.
—Lo importante es que seas feliz, Marco —dijo su madre finalmente, tomando su mano con ternura—. Solo queremos que sepas que siempre serás nuestro hijo y que queremos lo mejor para ti.
Esa noche, al despedirse de ellos, Marco sintió una calma que no había experimentado en mucho tiempo. La conversación había sido un paso enorme para él, y aunque sabía que sus padres aún necesitaban tiempo para similarlo todo, sintió que finalmente había dejado de ocultar una parte esencial de sí mismo.
Al día siguiente , le contó a Adrián sobre la conversación, y ambos se sintieron más cerca que nunca. El hecho de que Marco hubiera dado ese paso lo fortalecía y les daba a ambos un renovado sentido de confianza en lo que estaban construyendo juntos.
Ese fin de semana , Adrián organizó una pequeña reunión en su departamento para celebrar el cumpleaños de su mejor amiga, Marta, quien también era parte de su grupo de amigos en la universidad. La reunión era sencilla, con música, comida y un par de risas compartidas. Marco, que conoció a algunos de los amigos de Adrián, se sentía cómodo y disfrutaba del ambiente relajado.
A medida que avanzaba la noche, Adrián y Marco se alejaron un poco del grupo y se sentaron en el balcón, desde donde se veían las luces de la ciudad. Ambos se quedaron en silencio, observando el paisaje, sintiendo cómo la conexión entre ellos iba más allá de las palabras.
—Adrián, a veces siento que estoy en medio de un sueño, como si todo esto fuera demasiado perfecto para ser real —confesó Marco, mirándolo a los ojos con una expresión vulnerable.
Adrián lo miró con ternura y sonriendo.
—Entonces hagamos que este sueño sea nuestra realidad —respondió, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de Marco.
En ese instante, bajo el cielo nocturno, ambos comprendieron que, a pesar de los desafíos y las incertidumbres, estaban dispuestos a enfrentar juntos lo que viniera. Porque, al final, ese amor y esa paz que sentían al estar uno al lado del otro eran lo único que importaba.
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Entre susurros y miradas
Teen FictionA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...