Era un día soleado, pero el ambiente en el campus parecía cargado de una extraña tensión. Marco caminaba hacia su primera clase de la mañana cuando sintió las miradas de algunos compañeros que pasaban a su lado. No era la primera vez que ocurría; desde que comenzó a verse con Adrián, había notado cómo algunos estudiantes parecían fijarse en él con curiosidad y hasta cierto recelo. Pero hoy había algo diferente, una sensación de incomodidad que no podía ignorar.
Entró al aula, buscando un asiento junto a Lucía, quien ya estaba allí esperándolo. Cuando se sentó a su lado, ella lo miró con preocupación.
—¿Estás bien, Marco? —preguntó, dándole una palmadita en el brazo.
Marco asintió, aunque una parte de él dudaba de su propia respuesta.
—Sí, solo siento que... —suspiró, sin saber bien cómo expresar sus pensamientos—, que todos me miran. Sé que puede sonar paranoico, pero es como si todo el mundo estuviera hablando de mí.
Lucía lo miró con empatía y se inclinó un poco para hablar en voz baja.
—No estás siendo paranoico, Marco. Hoy escuché algunos comentarios... nada directo, pero ya sabes cómo es la gente. Creo que alguien empezó a difundir rumores sobre ti y Adrián.
Marco sintió un nudo en el estómago. Había esperado tener algo más de tiempo para procesar y asimilar su relación, sin el peso de las opiniones de los demás. La idea de que su vida privada fuera tema de conversación en el campus le resultaba profundamente inquietante.
Esa tarde, después de sus clases, se reunió con Adrián en el pequeño parque que acostumbraban a visitar. Era un lugar tranquilo, apartado del bullicio del campus, donde podían hablar sin preocuparse de quién los viera. Adrián notó de inmediato la expresión de preocupación en el rostro de Marco y lo recibió con un abrazo.
—He escuchado que han estado corriendo rumores sobre nosotros —dijo Adrián, anticipándose al tema.
Marco asintió, sin saber bien qué decir. Las palabras se le quedaban atoradas en la garganta, y lo único que podía hacer era mirar a Adrián, quien le devolvía una expresión calmada y comprensiva.
—¿Estás bien? —preguntó Adrián, colocando una mano en su hombro para darle apoyo.
—No sé... Estoy harto de que la gente tenga que opinar sobre lo que hago o dejo de hacer. Es como si no tuviera derecho a tener algo privado, algo solo para mí —respondió Marco, frustrado.
Adrián asintió, comprendiéndolo a la perfección. Sabía que, para Marco, dar este paso había sido una gran transformación, y ahora, enfrentar el juicio de los demás era una carga que quizás aún no estaba listo para soportar.
—Mira, sé que esto es difícil. Y entiendo que quieras privacidad. Nadie debería tener que soportar estos comentarios —dijo Adrián, acariciando suavemente su mejilla—. Pero también quiero que sepas que no estás solo en esto. No importa lo que digan los demás, siempre estaré aquí para apoyarte.
Las palabras de Adrián tuvieron el efecto de un bálsamo en el alma de Marco. Le recordaron que, a pesar de la incomodidad de la situación, tenía a alguien a su lado que lo comprendía y lo aceptaba. Ese simple hecho le daba fuerzas para continuar, aunque el camino no fuera sencillo.
Los días que siguieron fueron una prueba de paciencia y fortaleza para Marco. A medida que los rumores seguían extendiéndose, también se topaba con comentarios y miradas que lo hacían sentir expuesto. Sin embargo, cada vez que sentía que no podía soportarlo, encontraba refugio en Lucía y Adrián, quienes se convirtieron en sus pilares de apoyo.
Un día, mientras caminaba por el campus con Lucía, uno de sus compañeros, Andrés, se acercó y, con una sonrisa burlona, le lanzó un comentario malintencionado.
—Vaya, Marco. Así que lo de Adrián era cierto, ¿eh? Nunca lo hubiera imaginado —dijo Andrés, con una expresión que dejaba clara su desaprobación.
Lucía se adelantó, dispuesta a defender a Marco, pero él la detuvo suavemente con una mano. Esta vez, sintió que era momento de hablar por sí mismo.
—Sí, es cierto —respondió Marco, manteniendo la mirada firme—. Y no veo por qué te importa, Andrés. Mi vida es mía, y no creo que deba darte explicaciones.
Andrés pareció sorprendido por la seguridad de Marco y murmuró algo por lo bajo antes de alejarse. Lucía sonrió con orgullo y le dio un abrazo.
—Esa fue una gran respuesta, Marco. Me alegra verte defendiendo lo que eres —dijo ella, con una sonrisa de aprobación.
Esa noche, al regresar a casa, Marco se sentía agotado pero satisfecho. Poco a poco, comenzaba a darse cuenta de que enfrentar los comentarios de los demás le hacía sentir más fuerte y más dueño de sí mismo. Después de cenar, le envió un mensaje a Adrián: "Hoy le di la cara a un compañero que se metió conmigo. No sabes lo bien que se siente empezar a ser honesto".
La respuesta de Adrián no se hizo esperar: "¡Me alegra mucho leer eso, Marco! Estoy muy orgulloso de ti. ¿Te gustaría salir este fin de semana para despejarnos un poco?"
Marco sonrió, agradecido de tener a Adrián en su vida, alguien que no solo lo apoyaba, sino que lo ayudaba a descubrir su propia fortaleza. Respondió afirmativamente, sintiéndose cada vez más libre.
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Entre susurros y miradas
Novela JuvenilA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...