La noche había caído sobre la ciudad, y Marco caminaba de regreso a su apartamento después de un día agotador en la universidad. La conversación con Lucía aún le rondaba en la cabeza. Saber que ella estaba dispuesta a apoyarlo le daba tranquilidad, pero, al mismo tiempo, sentía una extraña inquietud. ¿Cuánto tiempo más podría seguir ocultando lo que sentía? Cada vez era más complicado vivir dos realidades: una donde fingía ser el mismo Marco de siempre, y otra en la que podía ser él mismo junto a Adrián.
Ese fin de semana, Adrián lo invitó a una pequeña reunión en su casa. Aunque Marco dudó, al final decidió ir, deseando pasar tiempo con Adrián en un entorno distinto. Al llegar, notó que la reunión era relajada, solo con unos cuantos amigos cercanos de Adrián, quienes lo recibieron con una amabilidad que le hizo sentir bienvenido. Aquella noche fue una especie de respiro para Marco, un espacio donde no tenía que fingir y podía, por unas horas, simplemente ser él mismo.
Durante la reunión, Adrián y Marco compartieron miradas y pequeñas sonrisas, y cuando pudieron estar solos en la cocina, Adrián tomó suavemente la mano de Marco y le susurró:
—Me gusta verte así, relajado. No sabes lo mucho que significa para mí que estés aquí.
Marco sintió un cálido rubor en las mejillas. Se dio cuenta de que este era el tipo de momentos que deseaba en su vida: un espacio donde no necesitara ocultarse ni guardarse nada.
—A mí también me gusta estar aquí contigo, Adrián. Contigo... todo parece más sencillo —respondió en un susurro, mirando hacia la puerta para asegurarse de que no había nadie cerca.
Pasaron el resto de la noche disfrutando de la compañía y el ambiente, hasta que los invitados comenzaron a irse, uno a uno. Cuando finalmente se quedaron solos, Marco sintió la urgencia de compartir con Adrián el peso que había estado cargando.
—Adrián, no sé cuánto tiempo más podré mantener esto en secreto —confesó Marco, con el ceño fruncido—. Hoy me he sentido libre, pero sé que volver a mi vida normal será difícil. Es como si llevara una máscara que ya no me queda.
Adrián lo escuchó con paciencia, acariciando suavemente su brazo.
—No tienes que apresurarte, Marco. Todos llevan su propio ritmo. Lo importante es que estés bien contigo mismo. Y, cuando estés listo, yo estaré aquí para apoyarte, sea cual sea tu decisión —respondió Adrián, sonriendo con comprensión.
Marco asintió, sintiéndose un poco más aliviado por las palabras de Adrián. Pero también sabía que debía tomar una decisión pronto.
El lunes siguiente, mientras caminaba por el campus, se encontró con Lucía, quien lo saludó con una sonrisa amable.
—Marco, justo iba a buscarte. ¿Quieres que vayamos a almorzar juntos? Tengo un par de cosas que contarte —dijo Lucía, con esa energía alegre que siempre lo hacía sonreír.
Aceptó la invitación, y ambos se dirigieron a una pequeña cafetería fuera del campus. La conversación fluyó de manera natural, hasta que Lucía le hizo una pregunta que lo tomó por sorpresa.
—A ver, Marco... —dijo ella, entrecerrando los ojos con picardía—, ¿cuándo me vas a presentar al chico misterioso?
Marco la miró, paralizado. Se preguntaba cómo Lucía había llegado a esa conclusión, aunque quizá no era tan sorprendente. Ella lo conocía mejor que nadie y siempre había tenido un sexto sentido para adivinar lo que él trataba de ocultar.
—¿De... qué estás hablando? —intentó evadir Marco, aunque el rubor en sus mejillas lo delató.
Lucía rió suavemente y le dio un suave golpe en el brazo.
—Vamos, Marco. Sé que hay alguien. Te conozco desde hace mucho, y no tienes que decirme nada más. Solo quiero que sepas que puedes confiar en mí.
Marco se quedó en silencio, mirándola. Por un instante, se sintió dividido entre el miedo y el deseo de abrirse con ella. Finalmente, respiró hondo y decidió hablar.
—Está bien... Sí, hay alguien —confesó en voz baja, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza—. Se llama Adrián. Es... alguien especial para mí, pero esto es nuevo para mí, y no sé cómo manejarlo todavía.
Lucía sonrió, tomando la mano de Marco con ternura.
—Gracias por confiar en mí, Marco. Y no tienes que explicarme nada si no quieres. Solo quiero verte feliz, y si él es la persona que te hace sentir así, entonces cuenta conmigo para lo que necesites —dijo, transmitiéndole una tranquilidad que hizo que Marco se sintiera menos solo.
La conversación con Lucía le trajo una paz inesperada, como si un peso se hubiera aligerado. Al volver al campus, notó que, por primera vez, se sentía menos atrapado y más seguro de su relación con Adrián. Saber que Lucía lo apoyaba significaba mucho para él, y aunque no estaba listo para enfrentar a todo el mundo, tener a su mejor amiga a su lado le daba una fuerza nueva.
Esa noche, Marco le envió un mensaje a Adrián: "Hoy le hablé de nosotros a Lucía. No sabes lo bien que me siento".
Adrián respondió casi de inmediato: "Me alegra mucho, Marco. Sé que fue un gran paso para ti. ¿Quieres que nos veamos mañana para celebrarlo?"
Marco sonrió ante el mensaje. Sentía que, poco a poco, las cosas comenzaban a encajar en su vida. Respondió afirmativamente, ansioso por compartir esa pequeña victoria con Adrián.
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Entre susurros y miradas
Teen FictionA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...