celos y descontrol

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La habitación del hotel estaba tranquila, salvo por el sonido suave de las olas golpeando contra la orilla, a lo lejos. Max y Checo, al fin, estaban a solas. Habían pasado la mayor parte del día evitando el uno al otro, pero al llegar la noche, sus familias les pidieron que compartieran la cena en privado, como parte del "falso amor" que tenían que mantener para la imagen pública. No había vuelto a haber una pelea directa, pero el aire estaba cargado de tensión.

Max estaba en el balcón, con una copa de whisky en la mano, mirando al horizonte. Checo se había quedado dentro de la habitación, viendo su teléfono, algo distraído. Sin embargo, la calma era solo momentánea, pues Max había notado algo durante el día que lo estaba carcomiendo por dentro.

Carlos Sainz había llegado al hotel esa misma mañana. Un viejo amigo de Checo con quien había compartido muchas experiencias dentro del mundo del automovilismo. Max había visto la manera en que Checo se mostraba cómodo con él, cómo se reían juntos mientras se cruzaban en los pasillos y, lo que más le molestaba, cómo Checo parecía más relajado en la compañía de Carlos que con él. Eso lo estaba comiendo por dentro.

En ese momento, Max decidió que no podía seguir guardando lo que sentía. Su cabeza, ya nublada por el alcohol de las últimas horas, solo alimentaba su ira y celos.

Decidió entrar a la habitación, la puerta se cerró detrás de él con un golpe seco, y Checo lo miró desde su teléfono.

—¿Qué pasa? —preguntó Checo, con su tono usualmente impasible, pero había algo en su mirada que indicaba que notaba la molestia de Max.

Max dio un paso hacia él, con los ojos cargados de ira contenida, y sin mediar palabra, lanzó la pregunta que lo estaba atormentando.

—¿Qué tanto te diviertes con Carlos, Checo? —su voz sonaba venenosa, las palabras eran casi susurros, pero cargadas de furia.

Checo levantó una ceja, dejando su teléfono sobre la mesa. No estaba seguro de a qué venía esa repentina explosión, pero ya sabía que no sería una conversación tranquila.

—¿De qué hablas? —respondió, un poco confundido.

Max no lo miró directamente. En su mente, veía a Checo con Carlos, riendo, conversando como si fueran amigos de toda la vida. Algo en eso le desgarraba, pero no podía soportar la idea de quedarse callado.

—Me refiero a que no puedes dejar de hablar con él —dijo, su tono cada vez más ácido—. ¿No te das cuenta de lo que estás haciendo, Checo? Como si no estuviera yo aquí, como si no me importara lo que pasa entre tú y ese tipo.

Checo frunció el ceño, sintiendo el veneno en cada palabra de Max. No podía entender por qué Max, tan acostumbrado a ser el centro de atención, de repente tenía tanto problema con que él hablara con su amigo.

—Carlos es mi amigo, Max —respondió, manteniendo la calma a pesar de lo absurdo de la acusación—. ¿Qué te pasa? ¿Te da celos que hable con alguien más?

Max, que ya no podía controlar la marea de emociones que lo consumían, dio un paso al frente, casi de forma agresiva. Su rostro estaba tenso, y podía sentir cómo el alcohol estaba acelerando todo su pensamiento destructivo.

—Sí, claro, tus "amigos" —replicó, su voz volviéndose más aguda—. Pero lo que realmente me molesta es que te sientes más cómodo con él que conmigo. Lo veo, Checo. Lo veo cada vez que te ríes con él, cada vez que te olvidas de mí como si no existiera.

Checo se cruzó de brazos, sintiendo cómo la irritación crecía en su interior. Ya no estaba dispuesto a tolerar los ataques de Max.

—¿De verdad estás celoso de Carlos? —dijo, burlándose de la situación—. ¿Te estás escuchando, Max? ¿Te has mirado en el espejo? ¿Todo esto es por una conversación trivial con un amigo?

Max, en un arrebato de ira, soltó la copa que tenía en la mano, dejándola caer al suelo. El sonido del vidrio quebrándose resonó en la habitación, pero no le importó. Estaba completamente fuera de sí.

—¡Es que no te importa nada de lo que hago! —gritó, su rostro rojo de furia—. Solo te importa que todo gire a tu alrededor, que todos estén ahí para ti, pero yo, yo soy el que siempre queda atrás, el que no vale la pena, el que está aquí para que me uses cuando te convenga.

Checo intentó acercarse con calma, pero la agresividad de Max lo detenía. Sabía que, en ese momento, las palabras ya no ayudaban. Max estaba fuera de control, y a medida que sus gritos aumentaban, Checo sentía cómo la tensión crecía.

—¡Qué te pasa! —gritó Checo, dando un paso hacia él, enfrentándolo con los ojos ardientes de furia—. ¿Qué quieres de mí, Max? ¿Que te adore? ¿Que te ponga en un pedestal mientras te comportas como un idiota? ¡Basta! Estoy harto de esto.

Max le lanzó una mirada desafiante, y sin previo aviso, levantó su mano, sujetando a Checo por el cuello de la camiseta, empujándolo contra la pared con la fuerza de su ira descontrolada.

—¡Ya basta de hacerme sentir como si fuera el culpable de todo esto! —gritó Max, su respiración agitada y su cara llena de rabia.

Checo, sorprendido por la reacción física de Max, intentó soltarse, empujándolo con fuerza, pero no sin antes gritarle.

—¡Suéltame! ¡¿Qué mierda te pasa?! ¡No eres nadie para tratarme así, Max!

Finalmente, Max lo soltó, retrocediendo un paso, su cuerpo temblando de furia y alcohol. El silencio que siguió fue ensordecedor. Ambos estaban empapados de sudor, sus cuerpos tensos como cuerdas de violín, pero ninguno de los dos dio el siguiente paso.

Max no dijo nada más, simplemente caminó hasta la ventana, dejando que el aire fresco de la noche lo acariciara. Estaba furioso, pero al mismo tiempo, un vacío profundo lo recorría. Sabía que no podía seguir así, pero el dolor de la celosía lo mantenía atrapado. Checo lo miraba desde atrás, sin saber qué hacer, sin saber si seguir luchando o si rendirse.

La noche se alargó entre ellos en un incómodo silencio, mientras el océano seguía rompiendo en las rocas abajo, indiferente a lo que sucedía entre los dos.

matrimonio por conveniencia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora