Capitulo 57: La Sombra del Cuarto Oscuro

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La Sombra del Cuarto Oscuro

Eran cerca de las tres de la madrugada cuando Emilia se despertó por un sonido débil y rítmico, como un susurro que parecía emanar de las paredes. Con el corazón latiendo aceleradamente, pensó que quizá todo era producto de su mente aún adormilada. Sin embargo, al sentarse en la cama y fijar la vista en la penumbra del cuarto, sintió una presencia fría y densa en el aire, como si algo invisible y malintencionado la rodeara.

Hacía poco que Emilia se había mudado a ese viejo apartamento, buscando independencia y un espacio propio. Pero desde su primera noche ahí, se había sentido inquieta. Siempre había tenido la sensación de que no estaba sola, como si alguien o algo la observara desde las sombras.

Esa madrugada, al girar su mirada hacia la puerta entreabierta del dormitorio, sus ojos se encontraron con una figura alta, delgada y completamente oscura que se delineaba en la penumbra. Tenía brazos demasiado largos, y su cuerpo parecía deformado, encorvado de manera antinatural, como si el peso de su propio ser lo empujara hacia el suelo.

Lo que más aterraba a Emilia eran sus ojos, dos pequeños puntos brillantes que la observaban desde la oscuridad, sin parpadear, sin moverse. Sentía cómo esos ojos la taladraban, llenos de una malicia inhumana.

Aterrada, Emilia se acurrucó en la cama, intentando convencerse de que era una sombra, un reflejo, o incluso el producto de su cansancio. Pero cuando volvió a mirar, la figura había avanzado un paso, y ahora ocupaba el centro de la habitación. El aire se volvía cada vez más pesado, y un zumbido incesante comenzó a sonar en sus oídos.

La figura avanzaba lentamente, sus pasos apenas audibles. Con cada movimiento, la habitación parecía oscurecerse aún más, y Emilia sintió cómo el miedo se apoderaba de cada fibra de su cuerpo, paralizándola. No podía gritar, no podía moverse; era como si algo invisible la sujetara a la cama.

Finalmente, la figura llegó al pie de su cama. Lentamente, se inclinó hacia ella, acercando su rostro sin rasgos a pocos centímetros del suyo. Podía sentir el aliento frío y fétido que emanaba de su presencia, como si cada exhalación le quitara un poco de vida.

"Ya no estás sola... Nunca lo estarás", susurró la figura con una voz que parecía provenir de los abismos. Era una voz profunda, cargada de ecos y susurros.

Esa fue la última noche que Emilia pasó en el apartamento. Al día siguiente, cuando los primeros rayos de luz atravesaron la ventana, ya no había ni rastro de la figura, pero el miedo había echado raíces en su mente. Decidió dejar el lugar, pero en lo más profundo de su ser, sabía que aquella presencia la seguiría a donde fuera.

Desde entonces, cada noche, antes de dormir, revisa la puerta de su cuarto, esperando no volver a ver esos dos puntos brillantes en la oscuridad...

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