Los días transcurrieron después de la audiencia, y aunque Kleiver y Jack se sintieron aliviados por la orden de restricción contra Sofía, una inquietante sensación de inseguridad persistía en el aire. La tensión entre ellos se había disipado, pero la sombra de Sofía seguía acechando, y su comportamiento errático comenzaba a preocupar a quienes la rodeaban.
Sofía estaba atravesando una crisis. La derrota en la corte la había dejado en un estado de desesperación. Sentía que había perdido el control sobre su vida y que su plan para separar a Jack y Kleiver había fracasado estrepitosamente. En su mente, la rabia se mezclaba con la frustración, convirtiéndose en una tormenta que la llevaba a tomar decisiones irracionales.
Una tarde, mientras caminaba por el campus, vio a Lucas jugando con un grupo de niños. La inocencia del pequeño le recordó lo que había perdido: el tiempo que una vez pasó con Kleiver. En un arranque de locura, Sofía decidió que, si no podía tener a Kleiver, al menos podría hacer algo que llamara su atención. La idea de secuestrar a Lucas surgió en su mente como un rayo. “Si no puedo tenerlo, al menos puedo hacer que sienta mi dolor”, pensó.
Con un plan en mente, Sofía se acercó a Lucas, haciéndose pasar por una amiga de su hermano. “Hola, Lucas. ¿Quieres ir a comprar un helado? Tu hermano me dijo que te gustaría”, le dijo, sonriendo de forma engañosa. El pequeño, confiado y emocionado, asintió sin dudar. “¡Sí! Me encantan los helados”. Sofía lo tomó de la mano, y juntos se alejaron del grupo de niños, sin que nadie sospechara lo que estaba pasando.
Mientras tanto, Kleiver y Jack estaban en el apartamento, disfrutando de una tarde tranquila. De repente, el teléfono de Kleiver sonó. Era un mensaje de texto de su madre: “No puedo encontrar a Lucas. ¿Sabes dónde está?”. El corazón de Kleiver se detuvo por un instante. “¿Qué quieres decir con que no puedes encontrarlo?”, respondió rápidamente.
“No ha vuelto desde que salió a jugar. Estoy muy preocupada”, contestó su madre. Kleiver miró a Jack, su rostro pálido. “Lucas no ha vuelto. Tengo que salir a buscarlo”, dijo, sintiendo que la ansiedad lo invadía. Jack asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. “Voy contigo. No vamos a dejar que pase nada”.
Mientras tanto, Sofía había llevado a Lucas a un lugar aislado, un viejo parque donde solía ir con Kleiver cuando eran niños. Allí, se sentó en un banco con él, tratando de mantener la calma, aunque su mente estaba en un torbellino de emociones. “No te preocupes, Lucas. Solo vamos a pasar un buen rato. Tu hermano vendrá a buscarte y se dará cuenta de lo que ha perdido”, dijo, intentando convencer tanto a él como a sí misma.
El tiempo pasaba, y Kleiver y Jack recorrían cada rincón del vecindario, preguntando a amigos y conocidos si habían visto a Lucas. La ansiedad se transformaba en desesperación. “No puede ser que no lo encuentren. Debe estar en alguna parte”, decía Kleiver, sintiendo que su corazón se aceleraba con cada minuto que pasaba.
Mientras tanto, Sofía, al ver que la tarde se convertía en noche, comenzó a entrar en pánico. La realidad de lo que había hecho comenzó a pesarle. “¿Qué estoy haciendo?”, se preguntó, sintiendo que la culpa la consumía. Pero la rabia aún la mantenía firme. “No voy a rendirme. Esto es lo que merece Kleiver”, murmuró para sí misma, tratando de justificar sus acciones.
Kleiver y Jack decidieron ir a la policía para reportar la desaparición de Lucas. “No podemos esperar más. Si Sofía está detrás de esto, debemos actuar rápido”, dijo Jack, sintiendo que el tiempo era esencial. En la comisaría, explicaron la situación, y los oficiales comenzaron a tomar declaraciones y a buscar en las áreas cercanas.
A medida que las horas se convertían en días, la preocupación se transformó en angustia. Kleiver no podía dejar de pensar en su hermano, sintiendo que cada segundo que pasaba sin noticias era una eternidad. “Debemos encontrarlo, Jack. No puedo imaginar lo que le está pasando”, dijo, la desesperación reflejada en su rostro.
Durante la noche, el teléfono de Kleiver sonó. Era un número desconocido. Con el corazón palpitante, contestó. “¿Lucas? ¿Eres tú?”, preguntó, sintiendo la esperanza brotar en su pecho. Pero la voz que respondió no era la de su hermano. “Kleiver, esto es Sofía. Si quieres volver a ver a Lucas, tendrás que venir a donde estoy. No le haré daño, pero si no lo haces, no puedo prometer que no se asuste”, dijo ella, su voz cargada de un tono amenazante.
Kleiver sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. “Sofía, ¿dónde está? ¡Déjalo en paz!”, gritó, sintiendo cómo la angustia y la ira se mezclaban en su interior. “Tienes dos días. Si no vienes, las cosas se complicarán. Recuerda, tengo todo el tiempo del mundo”, respondió antes de colgar.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Kleiver miró a Jack, sus ojos reflejando la desesperación y el miedo. “No puedo perderlo, Jack. No puedo permitir que le pase nada”, dijo, sintiendo que la presión lo aplastaba. Jack lo abrazó, intentando brindarle consuelo. “Lo encontraremos, Kleiver. Haremos lo que sea necesario”.
El capítulo concluyó con Kleiver y Jack enfrentándose a la realidad de la situación. La desaparición de Lucas había añadido una nueva capa de tensión y miedo a sus vidas, y en su interior, sabían que debían actuar rápido para salvarlo. Mientras las horas avanzaban, la incertidumbre sobre el destino de Lucas se cernía sobre ellos, dejando un suspenso
inquietante sobre lo que vendría.[NOTA DEL AUTOR]
NOOOO pobre lucas lleva días secuestrado , una pregunta ustedes se sacrifican por su herman@ en una situación así? ,,🦝