Capitulo 82: El Acechador de Sombras y la Defensa del Hadgot

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El Acechador de Sombras y la Defensa del Hadgot

La noche estaba sumida en una quietud ominosa, como si el aire mismo tuviera miedo de lo que acechaba en las sombras. Leo, un joven que caminaba solo por el parque, sintió el peso de la oscuridad rodeándolo. Había oído hablar de un ser extraño que cazaba a los desprevenidos, pero nunca pensó que las leyendas fueran más que historias.

De repente, un estremecimiento recorrió su cuerpo. Las sombras comenzaron a moverse, alargándose, torciéndose como si tuvieran vida propia. Un susurro resonó en sus oídos, el sonido de algo o alguien acercándose. Leo dio un paso atrás, pero no pudo moverse más; sus piernas estaban como atrapadas por el miedo. De entre la niebla, apareció una figura alta y desfigurada: el Acechador de Sombras.

“Te he estado esperando, Leo,” susurró la voz del Acechador, cargada de maldad. "Te he observado desde las sombras, y ahora, finalmente, llegarás a ser parte de mi colección."

Los tentáculos de sombra del Acechador se extendieron hacia él, y Leo sintió como si la oscuridad misma lo estuviera engullendo. Intentó gritar, pero no pudo, la presión lo paralizaba. La figura de pesadilla avanzaba, y las sombras envolvían su cuerpo, frío y opresivo.

Pero justo cuando parecía que no había esperanza, una explosión de oscuridad rompió el aire. Desde las profundidades de la negrura, apareció una silueta aún más siniestra: el Hadgot. El ser de sombras se materializó, su forma gigantesca oscureciendo todo a su alrededor.

El Acechador de Sombras se detuvo en seco, sus ojos brillando con furia al ver al Hadgot. “¿Qué haces aquí? Este es mi objetivo, no puedes interferir.”

Con una calma aterradora, el Hadgot avanzó, y el aire mismo tembló con la poderosa energía que irradiaba. “No he venido por ti, Acechador. He venido por él.”

El Hadgot levantó una mano, y con un solo movimiento, la oscuridad misma pareció tragarse los tentáculos del Acechador. Este, sorprendido por el poder de su adversario, retrocedió un paso. El Hadgot no era solo una criatura de sombras; era la sombra misma, y no tenía igual.

“Vete de aquí,” dijo el Hadgot con voz grave, resonando como un eco de mil mundos oscuros. “Leo no es tu presa. Si sigues atacando, será tu final.”

El Acechador de Sombras lanzó un rugido de rabia y atacó con todo su poder, desatando más sombras y tentáculos. Pero el Hadgot se movió con una agilidad letal, destruyendo cada uno de los ataques que le enviaban. La batalla fue rápida y feroz, pero el Hadgot, gracias a su fuerza sobrehumana, rápidamente superó al Acechador, dejándolo de rodillas, derrotado.

El Acechador de Sombras, sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. “No terminará aquí. Volveré por ti, Leo. Y cuando lo haga, no habrá sombra que te proteja.”

El Hadgot no mató al Acechador, pero lo dejó caer al suelo con una fuerza abrumadora, incapaz de moverse. Con una mirada fija en su presa, el Hadgot no dudó ni un segundo. Levantó su mano y, como un gesto de compasión hacia su enemigo derrotado, lo sumió en un profundo sueño sin fin. La oscuridad lo cubrió, encerrándolo en un estado donde ni el Acechador ni su odio podían escapar.

Con su enemigo neutralizado, el Hadgot se volvió hacia Leo, quien temblaba aún por el miedo y la sorpresa.

“¿Por qué me salvaste?” preguntó Leo, aún sin entender la magnitud de lo que acababa de suceder.

El Hadgot lo observó con su penetrante mirada, y luego habló con voz profunda: “Te he salvado porque tu destino no ha llegado. No ahora. La Dama del Deseo Perdido me hizo un trato, Leo. Ella me pidió que protegiera a aquellos que aún tienen un propósito por cumplir, y tú eres uno de esos.”

Leo no comprendió completamente lo que eso significaba, pero algo en su interior le decía que su vida no sería la misma. “¿La Dama del Deseo Perdido?” murmuró, algo confundido.

“Sí,” respondió el Hadgot, su tono grave y serio. “Ella es quien decide quién merece ser protegido y quién no. Y hoy, por alguna razón que aún no comprendo, tu vida tiene un propósito. No es tu tiempo, Leo. Pero si algún día lo fuera, yo estaré allí.”

Con esas palabras, el Hadgot se desvaneció en las sombras, dejando a Leo con más preguntas que respuestas. ¿Quién era él realmente? ¿Qué propósito tenía? Y, sobre todo, ¿por qué la Dama del Deseo Perdido había hecho un trato con ese ser oscuro para protegerlo?

Pero mientras miraba la oscuridad, Leo comprendió que su vida había cambiado. De ahora en adelante, la sombra del Hadgot siempre lo acompañaría, y quizás, algún día, él mismo entendería el verdadero propósito que tenía en este vasto y oscuro mundo.

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