Capitulo 84:El Miedo a la Perfección

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El Miedo a la Perfección

Había una ciudad, muy diferente a todas las demás, donde la gente vivía bajo la sombra de la perfección. En ella, todo debía ser impecable: las casas, las calles, los edificios, e incluso las personas. La gente no se atrevía a mostrar un solo defecto, ni siquiera el más mínimo rasguño en sus pieles. Era una ciudad donde la apariencia lo era todo, y aquellos que no alcanzaban los estándares de perfección eran rápidamente apartados, olvidados.

En este lugar vivía Valeria, una joven que desde pequeña fue entrenada en la más estricta disciplina de la perfección. Sus padres, figuras destacadas en la comunidad, le enseñaron que la única forma de ser aceptada era ser impecable. Valeria nunca discutió, nunca cuestionó. Sabía que su valor en la vida solo se mediría por su capacidad para ser perfecta.

Sin embargo, a medida que crecía, algo extraño comenzó a suceder. En las noches, cuando se encontraba frente al espejo, algo le miraba de vuelta. No era su reflejo habitual, con su rostro suave y sin imperfecciones. No. Esta imagen era distorsionada, oscura, como si la perfección misma la estuviera consumiendo. Sus ojos reflejaban un vacío profundo, y sus labios se torcían en una mueca grotesca.

El miedo se apoderó de Valeria, pero al mismo tiempo, algo en su interior la impulsaba a buscar esa figura en sus sueños. Cada vez que cerraba los ojos, el reflejo se volvía más real, y ella sentía que ese ser la observaba, acechando, esperando. Cuanto más luchaba por mantener su apariencia perfecta, más el monstruo se volvía tangible, como si la perfección misma estuviera tomando forma y queriendo devorarla.

Una noche, Valeria no pudo más. Sintiéndose completamente perdida, se armó de valor y se enfrentó al reflejo en el espejo. "¿Quién eres?", gritó, buscando alguna respuesta, alguna salida.

El reflejo sonrió, pero no era una sonrisa de consuelo. Era una sonrisa de burla, una sonrisa que hablaba de todo lo que Valeria temía pero no quería admitir. La figura de los ojos vacíos se acercó lentamente, su voz era un susurro sibilante: "Soy la perfección, pero también tu mayor miedo. Me alimenté de tu deseo de ser lo que no eres, y ahora no puedes escapar."

Valeria sintió que su respiración se aceleraba, el miedo la invadía como un veneno. "No soy perfecta... nunca lo seré", murmuró, las lágrimas cayendo por su rostro. "No puedes ser perfecta. Y eso es lo que te convierte en humana", respondió la figura con una risita macabra.

En ese momento, Valeria comprendió la terrible verdad. El miedo a la perfección no era solo el miedo a no alcanzarla, sino el miedo a perderse en ella, a volverse algo que ya no podía llamar su ser. La perfección no era un estado, sino un vacío que devoraba todo lo que tocaba.

El reflejo la atrapó, pero en su agonía, Valeria luchó por encontrar su propia humanidad. Y aunque la ciudad siguió siendo un lugar que idolatraba la perfección, Valeria desapareció de su vida, dejando atrás la ciudad de la perfección para siempre.

Con el tiempo, la gente de la ciudad comenzó a notar que algo extraño ocurría. Aquellos que se obsesionaban con alcanzar la perfección comenzaban a desaparecer. Nadie sabía exactamente por qué, pero algunos susurraban que era el reflejo, ese monstruo de la perfección, que los estaba devorando lentamente.

El miedo a la perfección continuaba acechando, y ya nadie se atrevía a mirarse al espejo por miedo a perderse en él, tal como Valeria lo hizo. El monstruo había ganado.

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