Capítulo 26 | Fuera de Control

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○Noha○

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Noha○

—¡Mátalo!, ¿Qué estás esperando?— Gritó. Su voz era demoníaca e insistente. 

El deseo por asesinarlo en ese mismo momento invadía todo mi ser, luchaba por controlarme, aunque deseaba acabar con el padre de Sam, no quería entregarme a la oscuridad por completo. 

 —¡Mátalo!— volvió a gritar. Me giré en su dirección y vi sus ojos rojos transformarse en llamas de fuegos infernales, su sonrisa asesina y diabólica se teñía de un rojo borgoña, sus dientes manchados de sangre relucían tras sus carcajadas. 

Era tanta su insistencia y mi inseguridad, que no podía negarme a convertirme en lo que era, no podía desafiar a mi propio destino, aunque lo intente, no podía. Mi cuerpo actuaba de manera mecánica, se movía en torno a las Sombras, bailaban junto a la noche, poseía la oscuridad con solo un respiro y si es que había algo bueno en mi, si es que aún existía una luz dentro de mi alma, entonces, se estaba extinguiendo en ese preciso momento. 

Podía sentir el aura de Ivar protegerme, frenarme, pretendiendo salvarme, pero ella era más fuerte. Una vez más la oscuridad le ganó  a la luz.

Volví mis ojos hacia el señor Grambler, quien yacía a mis pies como un animal, su rostro ensangrentado y su ropa llena de lodo me llenaba de placer. 

—¡Eres un maldito hijo de puta!— le escupí con despreció.

El hombre sollozaba ante el miedo y el terror, creía estar frente al mismo diablo, si es que yo lo no era, o incluso era algo peor.

Lo observé una última vez y sin piedad deje que la oscuridad naciera en mí, que despertara en cada partícula de mi cuerpo, que reviviera en cada célula, levanté mis brazos hacia el cielo nocturno y grite, grite tan fuerte que las hojas de los árboles se movieron ante mis vociferaciones.

Un estridente rayo, de color negro descendió sobre mí, cayó sobre mis manos electrificandome, quemando por completo mi piel, mis brazos y mis rostro se habían tornado de un color oscuro y calaverico. 

Mis ojos se oscurecieron de un azul más intenso, brillaban mucho más con el contraste de la noche.  

Volví a levantar mis manos sobre el hombre y sentí como el deseo de asesinarlo comenzó a cobrar vida en mi, una corriente, un escalofrío empezó a recorrer mi cuerpo. Podía sentir como si una serpiente se deslizaba sobre mis brazos y que al llegar a las palmas de mis manos se liberaba. Una fuerte y ardiente llama azulada empezó a crecer de mis dedos junto a un humo negro. 

Había llegado el momento. La risa siniestra de Itza retumbaba en mis oídos. No sentía miedo, solo un enorme impulso de querer acabar con todo esto. 

—No lo hagas, no cedas ante la oscuridad. Eres más que esto—

La voz de Ivar resonaba en mi interior. 

ARGANIA : HEREDEROS DE UNA MALDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora