Veintidós: Snow Iver

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Snow

If you only knew
Alexander Steward

Tomo un necesario respiro para comenzar a relatar algo que escuece. Siento el toque suave de su mano sobre la mía y eso me da un tipo de consuelo; uno que no esperé sentir nunca.

—Creci en un pueblo asquerosamente conocido de Italia, en Venecia. Mi hermana y yo somos las únicas albinas de la familias. —comienzo, sintiendo su intensa mierada sobre mi incluso cuando tengo mi vista fija en la mesa— Cuando comenzamos el colegio a los cinco años, comenzó lo que vendría siendo un infierno para mí. En cuanto puse un pie en esa aula comenzaron las burlas hacia nosotras, incluso los profesores lo hacían.

»Solo tenía cinco años por lo que no entendía a qué se referían, pero eso no duró mucho. A los seis, mis problemas de atención y memoria empezaron a notarse, y me ganaba más burlas todavía. Yo era consciente de todo aquello, sabía que se burlaban y sabía el por qué. Muchos lo creerían tonto, pero a mí me afectó en gran medida.

»Desde los seis años no supe hacer otra cosa más que odiarme, y temer. Yo quería ser como mi hermana, que las burlas le daban igual y respondía siempre los comentarios hirientes. Pero yo solo era la niña tonta a la cual ignorar y manipular. Muchas veces me hicieron creer que su hacia lo que me pedían, me aceptarían en su grupo. Y yo como tonta les creí.

Aparto la vista borrosa por las lágrimas que llegan a mis ojos. El recuerdo de la forma en que me manipulaban a su antojo hace que el nudo en mi garganta crezca y crezca. Tomo una de las tazas dónde alguien —Gavin y Aaron—, inteligentemente pudieron alcohol. Le doy un sorbo y continúo.

—Asi pasaron los años... Y todo empeoraba, y empeoraba. A eso súmale que mi familia paterna no es la mejor del mundo, y mi hermana y yo no es que seamos las favoritas. Cuando de ingenua les contaba lo que ocurría, ellos solo decían: «algo habrás hecho para que se burlen de ti» —recitar esas palabras me sabe amargo. Isaac mantiene sus ojos aún en los míos, su ceño está fruncido y su mano sigue acariciando el dorso de la mia—. Yo era pequeña pero notaba que ellos no me querían como se suponía que la familia debía hacerlo. Cuando nació mi prima más pequeña, ese demonio, —digo rodando los ojos y el esboza una pequeña sonrisa— empezó a notarse más que ellos no me querían. En ese entonces ya tenía diez años, y mi mente estaba un poco deteriorada —doy otro sorbo.

—¿Esto mejora en algún momento? —pregunta luego de un rato sin hablar.

—Depende de como lo veas —me encojo de hombros.

—Continua, por favor.

Tomo un necesario y profundo respiro.

—Creo que el detonante para todo fue exámen de matemáticas. Había estudiado mucho e iba super preparada, era el final. En dónde ya por fin podría salir de esa mierda de tortura.

»¿Que sucedió? Lo olvidé todo. Absolutamente todo. Ni siquiera sabía hacer un sencillo ejercicio de divisiones. Y simplemente me puse a llorar. Todos se reían, se burlaban. El profesor que nos cuidaba también lo hacía. En mi cabeza se repetían las mismas palabras: «Tonta» «Inutil» «Seria mejor si desapareces» «No haces falta para nada». Y seguía una y otra vez. No podía detenerlas. Me sentía asfixiada, todo me estaba sobre pasando. Yo solo tenía once años, no debería haber estado pensando en esas cosas. Solo debía ser una niña. Pero simplemente no me sentía como una. Me sentía como un ente, algo extraño dentro de mi propio cuerpo y al mismo tiempo observando todo desde lejos.

Siento las lágrimas caer por mis mejillas, paso las manos por mi rostro para deshacerlas pero ellas solo siguen cayendo y cayendo. Siento mi rostro acalambrarse y eso es una señal de que nada bueno está por venir.

Las Palabras De Snow [Inspiración 1] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora