Veintiocho: ¿amigos?

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Snow

Tengo que estar mal de la cabeza para querer someter a Isaac a semejante tortura.

Y el también tiene que estarlo para aceptar venir conmigo al foso de los leones.

­Mucho te tiene que querer el chico.

Totalmente de acuerdo.

No entiendo por qué razón siempre hay que ir allá, ¿Por qué simplemente mama y papa no pueden venir a nuestra casa? Vale, no es la mansión de Adele, pero tampoco esta tan mal nuestro humilde hogar. Por lo menos no vivimos debajo de una escalera.

—Interesante noche, ¿no? —la voz de mi hermana se escucha cuando cierro la puerta. Vengo prácticamente en modo zombi de trabajar porque no dormí absolutamente nada. Aunque bueno, no es que vaya a quejarme de los motivos.

—Una dama no habla de esas cosas —digo, llegando hacia ella. Lleva la colocado el uniforme de la cafetería donde trabaja, y esbozo una mueca al verla, porque desde ayer se estaba sintiendo mal y aun así fue a trabajar. Ella me asegura que no es nada del otro mundo, pero es inevitable que me preocupe.

—Oh, no, yo quiero saber —pone los brazos en jarras enviándome una mirada acusatoria.

—¿Qué quieres saber? ¿Qué me dio la follada de mi vida contra la pared?

—Menos mal que eras una señorita —eleva su ceja sin dejar de verme.

—Siempre dama, nunca indama —veo mis uñas con un gesto presumido que la hace reír.

—Gracias al todopoderoso que llego alguien a tu vida que si sabe darte orgasmos como lo mereces y te trata bien... porque te trata bien, ¿no?

—Me trata de una forma que me hace creer que el amor que veo en las películas es real.

—Y eso me hace muy feliz, Snow. No soportaría ver como un idiota no te trata como lo mereces.

La envuelvo en un abrazo que la tiene riendo y aceptando el gesto. Ster y yo somos muy diferentes en cuanto a complexión física: donde yo soy delgada y poco voluptuosa, ella es todo lo contrario con unas curvas para matar y unas tetas y un culo que envidio. Ambas somos bajitas, albinas y tenemos los ojos del mismo color. Según la gente, somos iguales, pero sinceramente no veo la igualdad entre nosotras.

Las gemelas del terror nos llama Gavin.

—Te quiero —le digo de la nada, sin dejar de abrazarla.

—Y yo a ti.

***

No voy a negar que estoy con los nervios a flor de piel y que no dejo de mover mi pierna erráticamente de arriba abajo. Aliso mi vestido a pesar de no tener ninguna arruga. Mi hermana se da cuenta, por lo que dice mi nombre y me giro hacia ella.

—No va a suceder nada malo —garantiza, pero no le creo. Ni ella misma se cree eso.

—Que el todopoderoso nos ampare.

Termino riendo. No pertenecemos a ninguna religión, pero en momentos como este, creemos hasta en el islam.

Llega el momento en el que desgraciadamente tenemos que irnos, y al salir nos detenemos frente a la puerta de Isaac. Llamo al timbre una vez y espero paciente (mentira) a que a abra.

Esta vez es Aaron quien la abre. Y, madre mía, que bueno está el chico. Va vestido de manera informal con una sudadera blanca con el logo de alguna banda, unos jeans azules que se le ajustan muy bien.

Las Palabras De Snow [Inspiración 1] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora