XI

1 1 0
                                    

No podía entender qué quería de mí. ¿Qué estaba esperando que hiciera? No me estaba resistiendo, pero era como si mis movimientos no tuvieran peso, como si cada paso que daba no tuviera significado alguno. Quería llorar, gritar hasta desmoronarme, pero ni siquiera podía hacer eso. Las lágrimas no caían, se habían secado junto con cualquier rastro de esperanza. Era como si no tuviera alma, como si mi cuerpo estuviera vacío y, en lugar de sentir algo, lo único que escuchaba era el ruido blanco que me rodeaba, y de fondo, esa maldita canción, repitiéndose, torturándome. "In the Air Tonight". Cada nota se estiraba interminablemente, como si el tiempo se hubiera congelado, como si el reloj hubiera dejado de contar los segundos. Pero… ¿Qué importaba el tiempo, si ya no me importaba seguir viviendo?

No sé qué está pasando. No sé por qué sigo aquí. No quiero despertar. No quiero vivir. Este lugar, este limbo, parece aferrarse a mí, como si no me dejara morir, como si se alimentara de mi existencia vacía. Es como si me empujara hacia la verdad usando mis recuerdos para terminar conmigo. Estoy cansado, estoy harto de luchar, y aun así no sé qué es lo que quiere. ¿Por qué es tan persistente? ¿Por qué sigue empujándome a buscar la verdad? No quiero hacer esto. No quiero seguir avanzando, pero siento su mirada siempre sobre mí, como si supiera lo que voy a hacer antes de que yo lo decida. Me obliga a continuar cuando yo solo quiero que termine.

Mientras estaba perdido en ese mar de pensamientos, sentí unos brazos fríos envolviéndome. Al principio creí que buscaban consolarme, pero el gesto me pareció forzado, extraño. Me abrazaban lentamente, acariciaban mi espalda, pero no decían nada. Esperaba escuchar alguna palabra vacía, algún intento patético de animarme, algo que no quería escuchar, pero las palabras nunca llegaron. En lugar de eso, una mano llevó mi cabeza hacia un pecho frío, y una sensación de desconcierto me invadió. Algo estaba mal, todo estaba del revés.

Levanté la vista, con la esperanza de obtener alguna respuesta, y fue entonces cuando vi a Lethe. Tenía un ojo morado, su ropa estaba maltratada, como si hubiera tenido una pelea. Esa imagen me sacudió, me separé de ella, desconcertado. No estaba buscando consolarme; ella también buscaba consuelo. Quise preguntar qué había pasado, pero evité el tema. En cambio, fui yo quien la abrazó, mientras lágrimas silenciosas caían de sus ojos. Con una voz apenas audible, muy cerca de mi oído, Lethe suplicó:

—Tienes que despertar… por favor, tienes que irte.

Parecía que cada palabra le costaba.

—¿Por qué quieres que despierte? —respondí, molesto, sintiendo una creciente frustración—. No tengo ganas de seguir viviendo.

—Tienes que irte —insistió, mientras caía de rodillas frente a mí y tiraba de mi camisa—. Nos hará daño a todos.

La desesperación en su voz me hizo estremecer, pero antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió. El barman entró, y de inmediato la música volvió a retumbar en mi cabeza, haciéndome retroceder, inmovilizado. Lethe se tensó al verlo, y el miedo en sus ojos me paralizó aún más.

—No le dije nada, por favor… no me hagas nada —suplicaba ella, casi sin aliento—. Le pedí que despertara como querías, pero por favor, no me hagas daño…

Cada paso del barman la hacía temblar más. Cuando llegó a su lado, la golpeó en la cara, y el sonido del impacto resonó como una bofetada en mi mente. Entonces, me miró directamente:

—¿Vas a seguir quedándote ahí, sin hacer nada? ¿Otra vez no vas a hacer nada?

La culpa me invadió, atravesándome como una bala que perforaba mis recuerdos. Sentí un golpe en el centro del cerebro, que me dejó mirando al suelo, sumido en la impotencia. No hice nada. Me quedé quieto mientras el barman tomaba a Lethe del cabello y la arrastraba fuera de la habitación, todo mientras recitaba la letra de la canción.

"But I know the reason why you keep your silence up, no, you don't fool me".

Caí al suelo de rodillas, sin fuerzas, rendido. Cada palabra resonaba en mi cabeza, como si me estuvieran enterrando vivo. Incluso pude escuchar la voz de Aganís, burlándose de mí:

—Maldito cobarde, ¿osaréis permitir que ese miserable tabernero la lastime mientras vos no hacéis nada, osaréis permitirlo nuevamente?

Escuché cómo las puertas de la habitación de Aganís se abrían de golpe, y ella corría hacia el barman, intentando detenerlo. Pero yo… yo seguía allí, en el suelo, retorciéndome. Mi cabeza dolía, el mundo giraba, y una parte de mí luchaba contra la parálisis que me consumía. Entonces, escuché otro portazo, pero no sabía si era Aganís o las puertas del bar. Todo quedó en un silencio sepulcral. El vacío me invadió, y mi corazón se aceleraba lentamente sin que entendiera por qué.

Con dificultad, intenté levantarme, pero entonces vi al barman asomarse por la puerta de mi habitación. La música volvió con fuerza.

—Vamos, despierta, muchacho —dijo con una voz que parecía surgir de las profundidades de mi propio miedo.

Quería preguntar por Lethe, por Aganís, pero una parte de mí estaba obsesionada con rendirse. No entendía lo que el barman quería de mí. No entendía nada.

PrisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora