Taehyung, un joven serio y reservado que creció con su abuela, sin recuerdos claros de su infancia ni de sus padres. Jungkook, un alfa arrogante y coqueto que odia a los omegas. ¿Qué pasará cuando se encuentren? ¿Podrán sus personalidades llevarlos...
El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte cuando Jungkook se encontraba en la sala de su casa, observando las llamadas perdidas de su abuelo, Sunkyun. Él ya había dejado en claro lo que pensaba acerca de la relación con ese hombre, pero sus esfuerzos por mantenerse alejado parecían ser en vano. Mientras tanto, la abuela y la madre de Jungkook, a pesar de sus reservas, seguían mostrándose más receptivas hacia Sunkyun.
—Jungkook, tal vez deberías darle una oportunidad. Está intentando enmendar sus errores —había dicho la madre un par de días antes, mientras preparaban el desayuno. La abuela, por su parte, asentía en silencio, como si aún guardara esperanzas de que Sunkyun pudiera redimirse. Pero Jungkook no estaba dispuesto a permitir que esa figura dañina volviera a formar parte de su vida ni de la de su familia.
A pesar de sus palabras, sentía el peso de la situación. Su madre y su abuela querían creer en la posibilidad de cambio, pero Jungkook, por dentro, aún sentía el rencor ardiendo en su pecho. No podía olvidar la manera en que su abuelo había destruido todo lo que su familia había construido. Y ahora, aún con la máscara de arrepentimiento, lo veía nuevamente intentando entrar en sus vidas.
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Fue en una tarde soleada cuando el abuelo llamó finalmente, pidiendo una reunión en privado.
—Quiero hablar contigo, Jungkook. Solo tú y yo. Necesito que me escuches —dijo con una voz cargada de nostalgia y pesar.
Jungkook aceptó a regañadientes. El encuentro se llevó a cabo en la sala de la casa de Jungkook, donde el abuelo ya esperaba, sentado en una silla antigua. La tensión en el aire era palpable. Jungkook se mantuvo firme frente a él, con los brazos cruzados y la mirada fija, como un desafío silencioso a las palabras que estaba a punto de escuchar.
—Jungkook... —comenzó el abuelo, su voz temblando ligeramente—. Sé que no he sido el mejor, y no hay excusa para lo que hice. Quiero que me perdones. Quiero enmendar mis errores y hacer las cosas bien contigo, con la familia.
Jungkook lo miró con desdén. No le gustaba lo que escuchaba. Era el mismo hombre que había destruido su vida, el mismo hombre que había manchado su sangre con sus decisiones egoístas.
—No sé qué esperas de mí, Sunkyun —dijo Jungkook con tono firme, sin apartar la mirada—. Lo que me pides, lo que intentas venderme como arrepentimiento, no tiene valor para mí. Odié a los omegas por tanto tiempo, por lo que les hiciste a nuestra familia. Y aun así, terminé enamorándome de uno. Me di cuenta de que los omegas no son el problema. Los problemas siempre han sido las personas como tú, el tipo de gente que cree que con dinero y poder lo tiene todo a su alcance —continuó, dejando que sus palabras resonaran en el silencio de la sala.
Sunkyun intentó hablar, pero Jungkook levantó la mano, pidiendo silencio.
—La riqueza y el poder te cegaron tanto que destruiste a nuestra familia. No puedo perdonarte como quieren mi madre y abuela. No puedes esperar a que alguien como tú merezca el perdón que pides. ¿Qué te hace pensar que alguien que traiciona a su propia esposa, con la que se casó y le juró amor eterno, merece el perdón? Tienes que ser demasiado vil para pensar que yo, que amo a mi familia y mi hogar, querría que ese tipo de influencias entraran en mi vida. Menos en la vida de mis cachorros.
El aire se volvió aún más denso. Las palabras de Jungkook golpearon a Sunkyun como una bofetada. El viejo no supo qué decir. Su cara se contrajo en una expresión de dolor, pero Jungkook no se detuvo.
—Aunque tengamos la misma sangre —agregó—, para mí, tú nunca fuiste parte de esta familia. Lo que hiciste no tiene perdón.
Sunkyun se quedó en silencio, incapaz de responder. La rabia y el dolor eran demasiado grandes, y las palabras de Jungkook lo habían dejado sin defensa alguna. La verdad, aunque dura, era clara: su lugar en la vida de Jungkook ya no existía.
Jungkook se dio la vuelta, sin esperar una respuesta. Ya había dicho lo que tenía que decir. No había vuelta atrás para él. Mientras caminaba hacia la salida de la sala, escuchó a Sunkyun sollozar suavemente, pero no se inmutó. No iba a permitir que las lágrimas de su abuelo lo hicieran vacilar.
El pasado de su familia, las cicatrices que había dejado el abuelo, eran demasiado profundas como para ser ignoradas. Lo único que podía hacer ahora era seguir adelante, con su familia, su amor por Taehyung y la vida que había construido con esfuerzo. Nada ni nadie, ni siquiera la sangre, podría deshacer lo que ya había decidido.
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Cuando Jungkook regresó a su habitación, se sentó sobre la cama, el peso de la conversación aún sobre sus hombros. Sus pensamientos se dirigieron a Taehyung, a su relación. En sus ojos, Taehyung representaba todo lo opuesto a su abuelo. Si bien los omegas habían sido despreciados por generaciones, él había encontrado en Taehyung no una debilidad, sino una fortaleza que había aprendido a admirar.
—Mi familia —susurró para sí mismo—, es la que yo elijo. Y no será nadie quien me diga lo contrario.