Veintiuno.

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El teléfono vibró en su chaqueta más de cuatro veces. Era bastante obvio que se trataba de Alex, y no tenía ganas de hablar con él. No, no quería saber de él jamás. Ni siquiera había salido de la cama desde que él le había dicho que se había acostado con Alexa. Miles apreciaba a Alexa, y estaba seguro de que si ella supiera que él y Alex eran algo cercano a una pareja no lo hubiera hecho, aunque a Miles no le importó Alexa cuando todo comenzó. Estaba tan triste y solo que no podía hacer otra cosa que llorar hasta que le doliera el pecho, y luego volver a comenzar una y otra vez. Quiso calmarse con cigarrillos, pero no los encontró en ningún sitio. Tal vez Alex se los hubiera llevado, y era un gesto bastante egoísta de su parte ya que debía haberse imaginado que Miles los necesitaría más que él.
El teléfono vibró una vez más, y supo que era hora de apagarlo. Lo tomó y desbloqueó la pantalla para descubrir allí tres llamadas perdidas de Alex, un mensaje y una llamada perdida de su madre. Decidió llamarla, era la única persona que podía escucharlo y tranquilizarlo con simples palabras.

—¿Mamá? —dijo con su garganta rasposa.

—Miles, hijo, ¿cómo estás? —preguntó la dulce voz de su madre, se la notaba alegre y se retractó a la hora de decirle como se sentía en verdad.

—Oh, bien, ¿y tú?

—Bien, ¿qué tal Alex? ¿Le gustó la carne asada?

—Bien, supongo que le gustó. Um, ¿mamá? ¿Podría ir a verte mañana? —sonaba como un niño tímido pidiéndole algo a su madre, pero la realidad era que quería alejarse de Alex mientras pudiera.

—¡Oh, Miles! Alex acaba de llegar a Londres, ¿por qué quieres venir a verme cuando él acaba de llegar? —Miles no dijo nada durante unos minutos, minutos en los cuáles sus lágrimas comenzaron a escurrirse por sus mejillas nuevamente. —Algo anda mal, ¿verdad?

—Sí, mamá, todo está jodidamente mal aquí, sólo... Sólo quiero alejarme de él. Él no es bueno para mí, él me lo advirtió, yo debí hacerle caso.

—No creo que sea así, cariño, pero ven cuando quieras, ésta es tu casa también —aquellas palabras parecieron calmarlo—. Piensa muy bien que es lo que harás, ¿bien?

—Bien.

Y luego de unas palabras más, cortó la llamada. Decidió levantarse de la cama y tomar una ducha para lograr despejarse. Entró al baño y al toparse con el espejo, notó lo mal que se encontraba; sus ojos estaban rojos, y su nariz también. No se veía nada bien. Luego de haber tomado una ducha y haberse cambiado, decidió ir a la casa de América, no sin antes comprar dos cafés, uno con crema para él y uno descafeinado para ella.

Tocó el timbre con su mano libre y esperó unos minutos. América abrió la puerta con el pelo alborotado y dos grandes ojeras, se veía alarmada.

—Por Dios, ¿qué demonios haces aquí, Miles?

Miles se quitó las gafas de sol y le enseñó sus ojos rojos. —Necesito algo de apoyo moral, América, ¿estás...? Tú sabes... ¿Con alguien? —dijo él y comenzó a mirar el interior de la casa sin haber entrado aún.

—No, estaba durmiendo... —susurró y a partir de allí comenzó a mentir mientras lo dejaba pasar y rogaba que Alex no se despertara o que Miles no notara que se estaba quedando con ella. —Ayer salí, tomé realmente mucho y tengo resaca, eso es todo. ¿Y tú? ¿¡Qué es esa cara, hombre!? Tu querido Alex volvió, ¿no deberías estar contento?

—No —comenzó y le dio su café—. Él volvió, y me engañó con Alexa mientras estaba allí, quién sabe cuántas veces.

—Oh.

—Mañana iré a Birkenhead —anunció.

—No, no puedes irte —exclamó—. Quiero decir, no puede ser que cada vez que pase algo así entre ustedes tú salgas corriendo a Birkenhead por quién sabe cuánto tiempo —rezó mentalmente para que Alex le agradeciera eso—. Piensa en mí y en lo mucho que te necesito conmigo, Miles.

Tenía razón, cada vez que peleaban él se iba con su madre como un cobarde, y debía demostrarle ésta vez que era valiente.

Se sentó en el sofá junto a América y apoyó la cabeza en su hombro. —¿Por qué todo tiene que ser así? Lo amo, él realmente no lo sabe, pero lo necesito, y sólo... Tú no puedes darte una idea lo que fue estar solo por un mes, sin sentir sus brazos a mí alrededor, sin sentir su perfume, sus besos, ¡estoy tan enamorado de él! Y me duele que sea así, quisiera estar enamorado de cualquier persona que no sea él...

Miles le estaba contando a América todo lo que jamás le había dicho a Alex sin saber que estaba al pie de las escaleras oyendo todo.

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora