Dos.

1.7K 191 240
                                    

Alex lo observaba desde su sillón, se veía tan concentrado en esa guitarra que procuró no hacer demasiado ruido, tenía la cabeza de lado intentando buscar la afinación perfecta para su Gibson y cuando lo logró conseguirlo, sus dedos comenzaron a moverse con rapidez en las cuerdas, tocando una melodía muy conocida para los oídos de todo el mundo. Miles levantó la vista y pudo notar la mirada de Alex completamente centrada en él. Se puso nervioso y sonrió para demostrarle que todo estaba bien, que su guitarra ya estaba lista para empezar a componer. Se habían reunido en la casa de Alex con ese fin, componer algo para algún próximo disco.

—Quizás deberías tocar esa parte un poco más lenta, me gusta, pero creo que quedaría mejor si tocas más despacio —apuntó y Miles asintió.

—Para ser sincero, no me gusta nada —se rió, y como siempre, Alex se unió a su risa—. Lo siento, pero creo que deberíamos tomar más tiempo para pensar en que haremos, esto suena igual a The Age of the Understatement.

Otra vez Alex le dio la razón. No le gustaba que una banda se oyera igual en todos los discos, y eso que acababa de componer sonaba igual a las anteriores canciones.

— ¿Qué tal Alexa? —preguntó trivial, dejando de lado la guitarra.

—Es atractiva.

—Ya me has dicho eso, hablo de otra cosa... ¿Están juntos?

—No, no por ahora —aseguró.

Miles asintió mientras le sonreía. Sonrisa falsa, que esperó que no haya sido notada. Quería tomar sus cosas y regresar a su casa, no podía soportar estar a su lado y saber que nada cambiaría, que solo podían ser amigos, que Alex era hombre y él también y que jamás pasaría.

—Creo que es hora de volver a casa, mañana debes despertar temprano.

—No me importa si te quedas, Kane.

—Odio tu maldito sofá —dijo Miles, haciéndolo reír.

Alex dejó la lata de cerveza que estaba tomando en la mesita baja del living y se paró de un salto. —Ven, idiota, te daré algo de ropa para dormir.

—Déjame irme a casa, maldito. Me harás levantarme contigo, ¡olvídalo! Me niego a despertar temprano por tú culpa —reprochó Miles mientras se adentraban en la habitación de Alex.

Turner volvió a reírse y empezó a tirarle prendas de ropa a su amigo en la cabeza. —Los mejores amigos sufren juntos. Si yo sufro, tú también.

Miles se quitó los zapatos y la chaqueta de cuero quedando en camisa y jeans, se dirigió al baño y cambió esas dos prendas por las que Alex le había prestado. Le quedaban bien, entre todas las cosas que esos dos compartían, la talla de la ropa era una. Salió del baño completamente listo para irse a dormir al incómodo sillón que su mejor amigo le brindaba, pero se encontró con Alex hablando por teléfono con alguien.

—No estaba durmiendo, es algo temprano todavía —se rió y asintió para si mismo con una sonrisa plasmada en su rostro—. Preferiría que vinieras tú, un amigo va a quedarse en casa esta noche.

—Oh, Alex, me iré si necesitas —le dijo Miles en un susurro mientras Alex seguía al teléfono, le levantó la mano callándolo y negó.

—Bien, nos vemos —dejó su celular arriba de la cama y le sonrió—. Vendrá Alexa.

—Al, puedo irme ahora si deseas estar con ella a solas.

—Quiero que te quedes, Miles.

Su corazón iba a explotar si él seguía hablándole así. Le gustaba que quisiera estar con él, le gustaba ser importante para Alex, le gustaba quedarse en su casa, usar su ropa, le gustaba Alex de una manera que no podía creérselo.

Alexa llegó un rato después, Miles se había cambiado la ropa de dormir de Alex porque conocería a la famosísima Alexa Chung que traía algo loco a su mejor amigo. No sabía con que se iba a encontrar, pero al final le sorprendió por completo lo que era Alexa. Era una mujer alta, esbelta, y piernas perfectas, podías notar lo femenina que era a kilómetros de distancia y era muy carismática.

Tomaron cervezas y fumaron cigarrillos hasta las dos de la mañana, cuando Alex decidió acompañarla a su casa.

Quedándose solo en la casa de su mejor amigo, subió a la habitación de este y prendió el televisor que había para luego tirarse cómodamente en la cama de Alex que llegaría en algunos minutos más, quizás horas si lograba tirarséla. Estaban dando una película de adolecentes, donde la protagonista estaba enamorada del chico más atlético del Instituto. Pero entonces, el mejor amigo gay de la protagonista, le confiesa que también estaba enamorado del atlético.

Miles Kane odiaba las típicas películas americanas, pero se quedó mirándola aterrado. ¿Él era gay? No, no era gay. Estaba muy seguro de eso, le gustaban las mujeres, había estado con muchas a lo largo de su vida y nunca tuvo dudas respecto a su sexualidad. Pero en estos últimos meses, había descubierto algo que le aterraba. Le atraía su mejor amigo. Se preguntó si se veía como el chico de la película, si su forma de hablar era normal o algo afeminada, y si su forma de vestir era masculina.

— ¿Qué tal? —soltó Miles cuando Alex estaba parado en el marco de la puerta, mirándolo con las cejas alzadas. — ¿No tuviste acción, Turner? —bromeó, mientras se estiraba aún más en la cama de su amigo, haciendo que se enojara un poco más.

—No —ahora dirigía su mirada al televisor que seguía reproduciendo esa película. —. ¿Qué mierda estás viendo Miles? ¿Películas románticas adolecentes?

—No estaba viendo en realidad.

Alex lo miró con diversión y se le acercó, sentándose en la cama. —Estoy como... Flotando. ¿Sabes lo que quiero decir? —agitó su cabeza, mientras se corría a un lado para darle espacio para que su mejor amigo se acostara también. —Estaba nervioso, pero luego muy tranquilo y ahora me siento como flotando. ¿Qué crees que sea? No puede ser que esté enamorado, piénsalo, la conozco hace menos de un mes.

Se quedó callado por unos minutos, no sabía como responderle, tenía un nudo en la garganta y su cabeza pensaba un millón de cosas a la vez.

—Quizás sí lo estés.

—¿Y qué hay de ti? Hace mucho no me cuentas de alguna chica.

Era cierto, hacía meses que no había alguna chica en su vida, y pensó que tal vez era la falta de éstas que hacía que se sintiera atraído por un hombre.

—Pues... No me gusta nadie, es como una atracción. —sus manos transpiraban, no quería que la conversación tomara riendas.

— ¿De dónde la conoces? —interrogó Alex.

—De toda la vida.

— ¿Yo la conozco? —Miles asintió mientras sus mejillas se ponían rojas. Entonces, Alex se levantó un poco y dijo; —Algún día podríamos salir los cuatro, tú, la chica, Alexa y yo. ¿Cómo se llama?

Estaba muerto de vergüenza y nervios. ¿Por qué hoy y ahora tenía que preguntar?

—Alice. —respondió con rapidez, mientras se incorporaba, volvía a tomar la ropa de Alex y se despedía con un pequeño "buenas noches."

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora