Alex tocó el timbre de su casa una hora luego de haber discutido, justo como Miles le había pedido que hiciera. Cuando le abrió la puerta, se miraron mutuamente. Ambos con los ojos hinchados de tanto llorar, Miles completamente ebrio, y Alex algo más relajado luego de acabarse una cajetilla de cigarros completa en tan sólo una hora.
—Supongo que éste es el principio del final —susurró Alex, mientras entraba a la casa. No pudo decir nada porque no podía arnar una frase en su cabeza, estaba aún más ebrio que aquellas noches que pasó solo en Birkenhead antes de creer haberlo olvidado por completo.
Alex comenzó a recoger todo lo que quedaba de él y estaba sin guardar en la maleta que se había llevado a América en aquel viaje que destruyó la relación. Luego de tener todo en dos maletas, se dirigió a la puerta y esperó expectante a que Miles Kane dijera algo que le doliera, pero en vez de eso, se acercó a él y como si estuviera todo planeado desde el principio lo apretó contra la pared y lo besó. Se encontró confundido al principio y hasta incluso intentó empujarlo, pero luego se dejó llevar por esos labios que sabían a vodka y que eran tan adictivos como los cigarros que fumaba a diario.
Era un beso violento, donde no habían emociones sólo había deseo, odio y rencor. Alex sabía perfectamente que Miles estaba tan ebrio y triste que no podía pensar con coherencia, que su actuar bajo ese estado era completamente irracional, y se aprovechó, sabiendo que esa sería la última vez que lo vería. Sus lenguas se mezclaban, jugaban entre sí, y Miles tenía todo el control de la situación. Ambos tenían la respiración agitada, sobre todo Alex Turner, que estaba conciente de todo. Comenzó a tirar de la chaqueta de cuero que traía puesta su ex mejor amigo y amante, y Alex lo ayudó a quitarla, y así también comenzó a apoderarse de su cuello, besaba su cuello haciendo que Alex se estremeciera por completo, mordía sin compasión, dejando marcas rojas que deseó que le duraran para toda la vida, Alex comenzaba a soltar gruñidos bajo los besos que le proporcionaba en el cuello.—Serás mío ésta noche, Turner —susurró en su oído casi con malicia para después morder el lóbulo de su oreja y besarlo en los labios una vez más.
Subieron a la habitación y Miles lo empujó con mucha fuerza contra el colchón, logrando que cayera de espaldas. Se subió encima y comenzó a quitarse la camiseta de cuello alto que traía, en cuanto su torso estuvo al desnudo, las manos de Turner se dirigieron a su abdomen intentando sentir la suavidad de su piel pero Miles lo miró molesto y apartó las manos.
—No me toques.
Aquellos ojos color chocolate ya no lo miraban del mismo modo, aquel brillo que denotaban sus ojos cada vez que hacían el amor ya no estaba ahí, sus orbes eran oscuros, pero seguían siendo más profundos que el océano. Y ya comenzaba a añorar que lo mirara de una manera dulce, hasta el punto de ser empalagoso. Añoraba que sus ojos brillaran cada vez que murmuraba que lo amaba. Y se odió por no haberle correspondido en el momento correcto. Se preguntó por qué lo hacían, se preguntó por qué él iba a a hacerlo suyo, y se preguntó si gracias a aquello que estaba por suceder iba a ser más difícil olvidarse de Miles Kane.
Entonces, aquel de mirada —ahora— gélida comenzó a moverse encima suyo, provocándolo a la vez que lo miraba mordiéndose el labio inferior. Alex llevó sus manos al trasero de su compañero y empujó hacia abajo para que se moviera más rápido, pero éste último se enfureció y volvió a apartar las manos de su cuerpo.—¡No me toques, maldita sea!
Se quitó los zapatos y los jeans en un minuto. Parecía estar poseído, pero él sólo quería que pagara por lo que había hecho de una manera poco convencional. Lo obligó a sentarse en el borde de la cama y tan pronto como obedeció, liberó su virilidad delante sus ojos. Alex se sentía confundido, jamás desde que lo conocía lo había visto actuar tan extraño. Tomó la cabeza de Alex y la atrajo a su miembro, dándole a entender que era lo que quería. Obedeció, y comenzó a hacerlo en un ritmo lento, que lo aleteraba, así que tiró de su cabello y lo obligó a ir al ritmo que quería moviendo sus caderas en un vaivén. Los suaves gemidos de Kane inundaron la la habitación durante minutos que parecieron una eternidad para ambos. Cuando supo que era suficiente volvió a empujar a Alex con fuerza, y acto seguido tiró de sus pantalones y boxers para sacarlos por completo.
—Date la vuelta.
—Miles, creo que...
—¡Cállate y haz lo que digo! —lo interrupió.
Obedeció y se colocó en la posición que Miles le había dicho que adoptara sin reprochar. Las piernas separadas y apoyado sobre sus codos. Miles entró sin preparación previa a lo que Alex soltó un gruñido de dolor y sin esperar a que su cuerpo se acostumbrara, recibió la primer embestida. Podía oír a Miles gemir suavemente sobre su oído, con su garganta rasposa, y eso era música para sus oídos. Para su suerte, las primeras embestidas eran lentas, como si en el fondo de su corazón se hubiera hallado una pizca de compasión y no quisiera lastimarlo del todo. Pero luego no hubo compasión. Se movió dentro suyo con rapidez, sus dedos se enterraban en las caderas de Alex, quién comenzaba a sentir placer en cada gran embestida. No pudo evitar no girar la cabeza sobre su hombro para ver la cara de Kane, que tenía los ojos cerrados, y los labios entreabiertos mientras jadeaba y gemía.
Sintió su cálido pecho sobre su espalda mientras bajaba el ritmo y le susurraba al oído: —Eres mi pesadilla favorita, Alexander.
Millones de corrientes eléctricas se llevaron a cabo dentro suyo, y no era exactamente a causa de los besos en el cuello que volvían a hacerse presentes y de nuevo sus movimientos lentos y suaves. Era por esa frase. Porque lo había llamado así cuando no lo había hecho nunca. Porque se dio cuenta que había cometido el mayor error de su vida; haberlo dejado ir sin antes haberse dado cuenta que era lo único que tenía. Lo único y más hermoso que tendría jamás.
—Di mi nombre por última vez —pidió y su voz se quebró, y pudo sentir pequeñas gotas mojando su hombro. Estaba llorando. Y Alex también.
—Miles, te amo.
Y lo había dicho sintiéndolo. Era la primera vez que se lo decía, siempre era un te quiero, un te quiero mucho, y un beso en respuesta cuando Miles Kane le decía que lo amaba.
—Te amo, Miles, te amo demasiado.
Y eso lo quebró.
n/a después de esto vamos todas a bañarnos en agua bendita... nunca había escrito algo tan explícito, pero me animé porque... porque milex, so... espero que haya estado bien, y sepan que me estoy enterrando sola de la vergüenza
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00:35 a.m › milex
FanfictionLo vuelve loco con cada sonrisa que le regala, cada vez que se ríe sentiente millones de mariposas en su estómago y como su corazón bombea fuerte. Sin embargo, no cree que todo eso sea bueno. Alex es como su hermano, su mejor amigo de toda la vida...