Trece.

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Después del show, el grupo decidió ir a un bar a festejar el buen trabajo que habían hecho en el escenario, pero Alex no quiso ir, tenía que hablar con Miles en un lugar más privado. Él no quería, estaba bien así, fingiendo ante los demás que todo estaba perfectamente bien.

— ¿Vamos a mi casa? —preguntó.

—En realidad sólo vine a tocar 505, dejé a mi novia para venir aquí. —dijo Miles, completamente preocupado al recordar que Suki quería verlo ahí y hacía más de una hora que estaba ocupado en Arctic Monkeys.

— ¿Qué tal si la llamas y le dices que te importa una mierda ese desfile suyo?

—Me importa ella, quería que yo estuviera allí.

—Entonces, ¿quién es la afortunada? —dijo mientras sacaba dos latas de cerveza de la pequeña nevera del camerín.

—Suki Waterhouse.

—Suki Waterhouse —nombró mientras caminaba de un lado a otro en el salón —. ¿Hace cuanto estás con ella?

Lo miró enfurecido. — ¿Estás celoso?

—No, pero dime, ¿ella te devolvió tu masculinidad? —su tono burlón hizo que Miles se levantara del sofá y tomara a Alex del cuello de su camisa.

—Vuelve a repetir eso y te desfiguraré el rostro.

—Suki y tú me suena a mentira. —escupió divertido.

Entonces el puño de Miles Kane se estrelló en el mentón de Alex Turner, el cual soltó una gran risa acompañada de algunos gemidos de dolor. Miles estaba muy furioso, no quería pegarle pero la circunstancia lo ameritaba, él se estaba comportando como un imbécil, él mismo había decidido dejarlo por Alexa, porque creía que Alexa y él durarían más tiempo, porque después de todo, ellos dos sólo eran una confusión o un simple juego. Pero para Miles era mucho más que eso, Miles amaba a Turner más de lo que podía imaginarse, lo necesitaba a todas horas, necesitaba su risa, sus sonrisas, y su calidez de siempre. Estuvieran donde estuvieran, se sentía en casa siempre que tuviera a su mejor amigo a su lado.

— ¿¡Qué demonios estoy haciendo!? —gritó Miles frustrado y golpeó una pared con su puño.

Alex se acercó preocupado porque su amigo —o lo que sea que a esa altura era—  estaba llorando, tomó una de las muñecas con las que se estaba cubriendo y dejó su rostro descubierto, lloraba sin parar, estaba muy frustrado. De repente, sintió los pulgares de Alex limpiando sus lágrimas, abrió los ojos y él estaba ahí mirándolo con ojos preocupados.

—No sabes en realidad lo mucho que te quiero, Al.

—Lo siento —dijo, y tomó el rostro húmedo de su mejor amigo entre sus manos—. También te quiero, pero sabes que esto no puede funcionar, sabes que lo nuestro no es más que un simple juego.

Volvió a enojarse. —Dime, Alex. Si es un juego, ¿por qué te pones así por Suki?

Nada más salió de la boca del muchacho de cabello engominado. Tenía razón, por eso no pudo decir nada.

— ¿Simplemente no puedes hacerme todo más fácil y dejarme desaparecer de una maldita vez? —sollozó, quitándoselo de encima. — ¡Te odio, te odio, te odio! —entonces tomó sus cosas y desapareció dejando a Alex en el camerino.

Subió a su auto, aún lloraba por lo que había sucedido, la historia parecía repetirse una y otra vez, pasaba siempre lo mismo, acababa llorando por el idiota del que estaba enamorado. Él siempre prometía no volver a ser un estúpido, pero seguía haciéndolo y cada vez le dolía más y más. Estaba enamorado de él, pero lo odiaba.

Eran las doce de la noche, el desfile de Suki ya habría terminado, así que buscó su celular donde tenía nueve llamadas perdidas de su novia, y la llamó mientras su cabeza buscaba alguna mentira para no lastimarla.

—Hola.

— ¿Y ahora que vas a decir? ¿Qué perdiste el tren y que el tráfico no se movía? —dijo haciendo referencia a Mardy Bum.

—No, surgió una cosa mientras iba de camino, ¿qué tal si nos vemos mañana y te recompenso lo de hoy?

—Está bien, es sólo que he quedado en ridículo frente a un montón de gente importante.

—Realmente lo siento, Suki.

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora