Veinticuatro.

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Alex Turner se despertó y al instante recordó todo lo que había sucedido. Estaba durmiendo en el pecho de Miles mientras sus largos y firmes brazos lo rodeaban protectoramente. Quizás lo más correcto hubiera sido irse sin despedirse, sin antes haberse disculpado una vez más por todos sus errores, pero en vez de eso, decidió quedarse entre sus brazos, esperando que abriera sus ojos para despedirse de él de la manera correcta y alejarse de su vida para siempre. No porque quisiera, sino porque no quería verlo sufrir nunca más y la única manera era alejarse de él. Se dedicó a observar su rostro mientras dormía, se veía tranquilo a diferencia del día anterior e intentó grabar en su memoria su rostro y la calidez de su piel por si llegara a olvidarlo, aunque sabía que no sería posible. Su piel estaba tatuada en la suya, cada tono chocolate de sus ojos estaba tatuado en su memoria, y aquella sonrisa perduraría hasta el fin de los tiempos en su corazón.
Sus ojos se abrieron lentamente y lo primero que Alex vio fue una expresión de dolor al ver el sol golpeándole en la cara. Luego lo miró con una expresión confundida, pues estaba a su lado completamente desnudo. Su corazón pareció congelarse y no tuvo que levantar las sábanas para corroborar que él también lo estaba, porque en un segundo había recordado todo lo que había sucedido. Con un dolor de cabeza, maldijo para sus adentros. Había cometido otro error más.

— ¿Qué hora es? —preguntó apretando su sien derecha mientras soltaba un pequeño gruñido.

—No lo sé, pero me iré —respondió Alex en un tono gélido, casi triste—. Sólo quería despedirme de ti.

—No hace falta —dijo rápidamente, haciendo un ademán con su mano—, agradecería que te ahorres los comentarios y las mentiras.

—No fue mentira lo que dije anoche, y porque te amo saldré por la puerta y me aseguraré de jamás volver a entrar a tu vida —las palabras parecían querer quedarse en su garganta, pero hizo todo lo que pudo para que su voz no se quebrara—. Lo siento mucho, todo esto ha sido injusto y mereces más que nadie ser feliz.

—La vida suele ser injusta para todo el mundo —alzó los hombros con cierto desinterés, y la mano de Alex se posó sobre la suya.

—Sí, pero lo ha sido contigo, esperaste por mí durante años, y en tan sólo dos días, justo cuando todo se rompe, me doy cuenta que te amo.

—Aún estás a tiempo para correr y salvar tu vida —bromeó y ambos se rieron un poco.

—Siento haberte herido tantas veces —murmuró, mirándolo a los ojos.

Miles Kane negó. —Nada de eso, eres mi pesadilla favorita, ¿recuerdas?

Alex sonrió levemente y ambos se fundieron en un cálido abrazo. Todo se acababa ahí, luego de tantos años era el adiós definitivo, el adiós al que Miles le había temido durante años. Pero no se veía tan terrible ahora, cuando ambos sonreían y se abrazaban como en las épocas que solían ser únicamente mejores amigos. Le dolía soltarle la mano a su compañero de vivencias, su amigo, el amor de su vida... Y finalmente lo hizo. Lo hizo sin derramar ni una sola lágrima y mirándolo con una enorme sonrisa, dándole a entender así que estaba bien, que no importaba cuánto tiempo requeriría, pero repararía su corazón.

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora