Dieciséis.

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Alexa caminaba de un lado a otro en el centro comercial buscando ropa bonita nueva y un nuevo pijama para esa noche, Alex estaba cansado, sus pies dolían y su cabeza también, había pasado una noche terrible, y lo que menos quería era ver a su novia probandose ropa. Vio un vestido bonito en una vidriera, azul con detalles en rojo y sin pensarlo dos veces, arrastró a Alex al interior de la tienda. Habían sillones, así que Alex se sentó ahí mientras ella iba a los probadores. Cerró los ojos y se quedó en el lugar, nadie notaría que estaba quedándose dormido porque llevaba sus lentes oscuros.

— ¿Qué te parece? —preguntó Alexa, haciendo que se sobresaltara un poco. La miró rápidamente, no se veía mal.

—Bien —le respondió—. Sí, te queda bien.

Ella se enfureció por la poca atención que estaba presentándole y se dirigió de nuevo a los probadores. Se echó a llorar ahí mismo, estaba cansada de que no la mirara, que no la tratara como antes. Sentía como la relación se iba desgastando de a poco y sin avisar. Pensó varias veces en que estuviera engañándola, pero Alex simplemente no salía, si no estaba en casa estaba en la de Miles o los chicos de la banda. Confiaba en que era así. Se sentía mal, quería que la amara tanto como ella lo amaba, pero él siempre estaba mirando hacía otro lado cuando le decía que lo amaba. Respondía en tono frío y ya no le decía cosas al oído.

—Oh, no lo llevaré, gracias de todos modos —le dijo a la vendedora e intentó sonreír a pesar de su rostro lleno de lágrimas, se dirigió a su novio—. Vámonos.

Se dirigieron al hotel y él jamás notó que estaba llorando o que su maquillaje estaba arruinado, eso la enojó aún más. Cuando entraron a la habitación se quitó la ropa quedando en ropa interior y se acostó en la cama, haciéndose bolita entre las sábanas. Él tampoco la notó. No se preocupó por ella. Sentía una gran opresión en el pecho y ganas interminables de llorar, no se preocupó en evitar llorar.

— ¿Qué sucede, cariño?

—Nada importante —dijo sonriendo un poco.

Alex limpió sus lágrimas y luego la besó. Hacía tiempo no tenía gestos así.

—Al, ¿me amas?

—Muchísimo, Lexa —y soltó una risa por haber dicho el apodo que ella tanto odiaba—. ¿Por qué no te preparas para ir a la casa de Miles?

—No compré ningún pijama.

—Todo te queda bien a ti.

Suki la recibió con uno de sus fuertes abrazos y la dejó pasar. Adentro estaba Miles, sumido en su celular, cuando la vio, la saludó con un beso en la mejilla.

—Que pasen una bonita noche, chicas —dijo y salió de la casa sonriente.

Condujo su auto hasta el hotel donde se hospedaba Alex y Alexa hasta que volvieran a Los Ángeles. Era un hotel bastante lujoso y muy grande. La recepcionista le preguntó que se le ofrecía, y él le respondió que venía a ver a Alex Turner.

— ¿Su nombre?

—Miles Kane.

La mujer levantó un teléfono y llamó a Alex, le preguntó si lo dejaba pasar, entonces ella asintió para si misma y sonrió.

—Él lo está esperando, habitación 103, quinto piso.

Tocó la puerta de la habitación 103 y al segundo ésta se abrió mostrándole a un Alex tan feliz como él. No pudo evitar abalanzarse a sus labios y empujar con el pie la puerta para que se cerrara por completo. Rodeó su cuello con sus brazos y Alex lo tomó de la cintura. En un movimiento un poco brusco de Alex, Miles se golpeó con el pomo de la puerta.

— ¡Agh! —gritó y se rió un poco.

—Dios, lo siento tanto —se disculpó y se unió a su risa—. Te ves muy feliz hoy.

—No es eso exactamente, esto me da adrenalina, un poco emocionante...

—Pero algún día algo tendrá que pasar —dijo Alex—. Quiero decir, no durará mucho esto

Cada palabra arruinaba todo, así que Miles se rió y puso un dedo en sus labios, callándolo. —Entiendo lo que quieres decir —y volvió a besarlo procurando alejarse de la puerta y acercarse a la cama.

Alex mordió su labio inferior haciendo que Miles soltara un gemido leve de dolor, entonces fue el momento indicado para que sus lenguas comenzaran a jugar, al igual que sus manos. Las frías manos de Miles se adentraron en la camisa de Alex que comenzaba a agitarse y a estremecerse bajo el tacto de su mejor amigo. Dejó de besarlo por unos segundos debido a que necesitaba respirar, entonces Alex aprovechó para deleitarse con su cuello. Comenzó a darle pequeños besos sonoros, haciendo que se le erizara la piel, pero después empezó a abrir su boca para morder y succionar haciendo que su amigo comenzara a gemir en su oído, lo que lo incentivaba aún más, dirigió su mano a la entrepierna de Miles y mordió con fuerza su cuello, logrando que se retorciera de placer y dolor bajo su cuerpo, pero en cuanto Alex se distrajo, Miles quedó con el control de la situación nuevamente. Comenzó a desabrochar los botones de la camisa de Alex pero no se la quitó, acarició todo su torso con sus largos dedos y luego le dio un beso en los labios, siguiendo con un recorrido desde su cuello hasta su abdomen. Se detuvo para ver a Turner que disfrutaba con los ojos cerrados y los labios entre abiertos, y sonrió.

—No soy gay —dijo Miles imitando su acento de Sheffield, burlándose de la vez que casi lo hacían.

—Yo tampoco lo soy, tú eres mi única excepción —le sigiuó el juego.

Lo abrazó y suspiró. Estaba demasiado feliz de tener eso con él, no era suyo del todo como se había prometido, pero de a poco estaba convencido de que lo sería pronto. Él aceptaba su amor y eso era lo que más feliz lo hacía. Se sentía bien pasar la noche con él, en la misma cama, abrazados, sintiendo como sus corazones latían tranquilamente y hablando únicamente con la mirada.

Besos robados, hermosas mentiras. Eso eran ellos.

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora