Siete.

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Lo miraba de una manera que le desgarró el alma, esa simple mirada hizo que se arrepintiera de todo, pero ya estaba hecho. Nada volvería a ser igual que antes.

—No soy gay. —dijo Alex comenzando a acomodar su camisa.

—Yo tampoco lo soy, tú eres mi única excepción.

—Estás confudido, al igual que yo —dijo en un tono comprensivo—. Esto se pasará en un tiempo, y luego todo volverá a ser como antes.

—Nada volverá a ser lo mismo, ¡maldita sea! —vociferó y se echó a llorar, mientras Alex lo miraba sin saber que hacer —Nada de esto debería haber pasado. —repitió miles de veces mientras lloraba sin control.

—Te prometo que lo olvidaremos, Miles.

Asintió y se limpió las lágrimas. La única solución lógica que pudo sacar fue alejarse de él por un tiempo, como dicen, no hay nada que el tiempo no cure, ¿verdad? Estaba dispuesto de irse un tiempo con tal de no perder su amistad, con tal de no volver a sentir nada más por él. Tenía heridas abiertas por todos lados, y junto a Alex Turner sólo se abrían más y más. Toda herida debe cicatrizar tarde o temprano, y ya era hora de que comenzara a cerrarse. Lo miró por última vez y besó su mejilla antes de salir del cubículo y volver a su casa.

Cuando llegó, sólo pudo llorar y llorar mientras comenzaba a amanecer y él seguía sin dormirse, poco le importó que estuviera torturandose con cada lágrima, pero se prometió que al día siguiente no se permitiría derramar ni una lágrima por él.

Por la mañana llamó a América pidiéndole que fuera a su casa. Iba a explicarle cual era su plan y necesitaría de su ayuda. A las diez, la chica estaba ahí con una bolsa llena de donas glaseadas para desayunar, así que comenzaron a desayunar café y donas mientras Miles le explicaba todo lo que había pasado la noche anterior.

—Fui a la fiesta, Alexa estaba ahí, pero Alex me arrastró al baño y dijo que no volvería a pasar porque era una estupidez.

—Oh, qué estúpido es. —soltó, y Miles asintió.

—Pero luego... —suspiró. —Casi lo hacemos.

—Así que, te dice que no se repetirá porque fue una estupidez pero a las horas están por dar el siguiente paso.

—Lo peor fue que dije que no iba a poder seguir como si nada hubiera pasado porque lo deseaba, y me dijo que él no era gay.

—Yo lo hubiera golpeado, ¿sabes? Es que símplemente no puede decir eso cuando hace un momento atrás estaban a punto de hacerlo, ¿él no se negó?

Miles agitó la cabeza. —Sólo decía que no le dejara marcas en el cuello. —se rió por la cara de espanto de América —Lo siento.

—Entonces, ¿cuál es el plan?

— ¿Aún quieres vivir sola? —América vivía con sus padres adoptivos y buscaba la manera de poder independizarse de una vez por todas —Puedes vivir aquí, iré a vivir con mi madre para olvidarme de todo por un tiempo, ya lo he pensado y es lo mejor para mí.

Ya se encotraba de nuevo en Birkenhead, su ciudad natal. Eran las dos de la mañana y su madre no sabía que iría a quedarse ahí por un tiempo, sabía que la asustaría por la hora y que nadie tocaba el timbre de su casa, pero lo hizo. Y pronto se iluminó la casa y escuchó los pasos de alguien del otro lado de la puerta, cuando ésta se abrió, se encontró a su madre en bata de dormir y sin sus lentes. Ella se llevó las manos a la boca por la sorpresa y lo ayudó tomando el estuche de una de las guitarras que llevaba consigo.

—Cariño, ¿qué haces aquí?

—Siento haber venido sin avisar pero extrañaba estar aquí, ya sabes... Necesitaba despejarme un poco. —se descolgó la otra guitarra de la espalda y dejó todo su equipaje junto a la puerta.

—Siempre habrá lugar para ti en casa, cielo —lo abrazó por primera vez después de tanto tiempo—. ¿Quieres algo para comer? El viaje debe haber sido agotador.

— ¿Podemos tomar té? —preguntó con una sonrisa, se sentía feliz de estar nuevamente con su madre.

—Claro que sí, Miles. Y cuéntame, ¿qué tal The Last Shadow Puppets? Te he visto a ti y a Alex en la televisión, son encantadores.

Miles se rió, no imaginó que su madre estuviera tan pendiente de él. —El álbum fue un éxito pero no volveremos a juntarnos de momento.

Agradeció que su madre no preguntara por qué. — ¿Cómo está América?

—La he dejado a cargo de casa, quiere que para la próxima vayas a visitarnos tú porque le hubiera gustado venir conmigo pero aún sigue buscando a sus padres biológicos y prefirió quedarse.

Su madre sirvió el té y sacó algunas galletas que eran las favoritas de Miles desde pequeño. Aquella mujer que le había dado tanto siempre lo miraba con ternura mientras el comía sus galletas y tomaba su té. Admiraba a su madre en todos los aspectos, la amaba y era su persona favorita en todo el mundo. Recordaba todas las veces que le dio ánimos para seguir adelante, todas las veces que lo escuchó y las veces que lo aconsejó. Estaba seguro que si le contaba lo de Alex ella lo entendería, no lo miraría mal, y probablemente le ayudaría a entender por qué se había enamorado, porque como siempre, su madre era la persona más sabia que conocía.

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora