Veinte.

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En cuanto se despertó, sintió el aroma de los cigarrillos Marlboro que tanto él, como su mejor amigo fumaban a diario. Dedujo que ya se habría levantado, y cuando abrió los ojos, su novio estaba sentado en el borde de la cama con su cuerpo completamente desnudo. Se estiró en la cama y lo abrazó por la espalda.

—No puedes darte una idea lo mucho que te eché de menos, Al —susurró en su oído, y acto seguido, besó su hombro desnudo.

—Tenemos que hablar —repuso Alex y se levantó de la cama para buscar sus calzoncillos. Se había apartado con un movimiento tan brusco que había dejado a Miles con la boca abierta.

—¿De qué?

Alex apretó sus labios con fuerza, y negó con su cabeza un par de veces. Esta vez no había tiempo para arrepentirse. —De Los Ángeles, Miles, lo siento tanto...

—No te entiendo, cariño —le respondió con una sonrisa medio confundida—. Te fuiste a América por trabajo, y ya estás aquí de nuevo, no entiendo por qué te disculpas.

El chico de grandes ojos marrones se llevó el cigarrillo a los labios una vez más antes de aplastarlo contra el cenicero de cristal. No era capaz de mirarlo a los ojos siquiera, se sentía tan miserable... —Estuve con Alexa, me acosté con ella.

La sonrisa que estaba pintada en los labios de Miles Kane se rompió, al igual que su corazón. Sintió aquello como la peor traición, y en realidad él tampoco podía terminar de darse cuenta que Alex era lo único y más hermoso que tenía. Una vez había pensado vagamente en cómo reaccionaría si Alex lo engañara, pero lo que sentía en ese momento no era nada comparado con lo que imaginó. Había imaginado que le dolería, pero no tanto como le estaba doliendo. También había imaginado que podría ser tan fuerte como para gritarle algunas groserías, pero no pudo ser capaz de hablar siquiera, estaba ahogado en lágrimas.

—Lo siento, jamás he estado tan arrepentido en mi vida, no sé qué me pasó, estaba confundido, creí que la extrañaba, pero luego... Pero luego me di cuenta que te extrañaba a ti, y no podía dejar de pensar en ti.

—Eso es aún peor —dijo con su voz completamente rota—. Mientras estabas con ella pensabas en mí... —limpió sus lágrimas y lo miró con un odio que hizo que el gélido corazón de Alex Turner se rompiera un poco. —Vete de mi casa, Turner, me das asco.

Alex asintió y se retiró de la habitación no sin antes tomar su ropa. Miles se quedó en la cama, llorando y sintiéndose un idiota por haber creído que él cambiaría, que él se quedaría a su lado para siempre, en soñar eternidades con él, ellos dos juntos para siempre.

Alex no tenía idea a dónde iría ahora que ya no era bien recibido en la casa de Miles. Sus amigos aún estaban en Estados Unidos, y en la única persona en la que pensó fue América. Se dirigió a su casa casi sin pensarlo dos veces, y cuando estaba en la puerta se dio cuenta que tal vez no era una buena idea, América era la mejor amiga de Miles y a su vez, odiaba a Turner, no iba a ayudarlo bajo ninguna circunstancia. Justo cuando iba a darse la vuelta para irse a otro lado, América lo sorprendió saliendo de la casa con un largo tapado de color gris y un gorro de lana blanco. Cuando lo vio, ella sonrió. Una sonrisa feliz y sincera, una que pocas veces le daba a Alex.

—Qué sorpresa, Alex, ¿ibas a tocar?

—Sí, pero me arrepentí —confesó.

—Iba saliendo, pero... Tengo tiempo para un café.

Alex se encontraba realmente sorprendido ante aquella actitud de América, y estaba seguro que duraría poco, pues en cuanto le dijera que había engañado a Miles, le gritaría o incluso lo echaría justo como hizo Miles Kane.

—Es raro verte aquí solo, y más aún cuando llegaste ayer de viaje... Imaginé que Miles no te dejaría tranquilo como por una semana.

—América, hice algo terrible.

—Oh, no —dijo, y sus facciones cambiaron radicalmente para darle paso al ceño fruncido que caracterizaba a América—. Déjame adivinar, ¿le fuiste infiel? —Alex asintió. —¿Y qué necesitas de mí?

—Necesito quedarme aquí por unos días, hasta arreglar las cosas o conseguir un nuevo departamento.

América soltó una risa sarcástica. —¿Por qué yo te ayudaría a ti? Has lastimado mucho a Miles, y eso logró que no pudiera siquiera verte a la cara sin sentir odio.

—Siento haberle hecho daño, no sé qué pasaba por mi cabeza —dijo y encendió un cigarrillo—. Necesito que me ayudes, América, sé que me odias, y comprendo tus razones para hacerlo, pero te juro que será el último favor que te pida.

América rodó los ojos y luego asintió. —Supongo que tendré que soportar tu estúpida presencia durante algunos días —Alex sonrió un poco y justo cuando abrió la boca para decir algo, ella se adelantó—. Tendrás que cocinar para ambos el tiempo que estés aquí, es mi única condición.

América salió de la casa minutos después, y Alex se quedó completamente solo en esa casa que conocía a la perfección, dado que anteriormente, la casa era de Kane. La casa le traía muchos recuerdos, recuerdos de cuando él y Miles eran mejores amigos. Extrañaba realmente esas épocas, cuando sólo eran dos adolecentes con intenciones de hacer música, cuando disfrutaban largas conversaciones sin apodos cariñosos de por medio, y cuando las despedidas eran con apretones de manos o algún abrazo rara vez. No se arrepentía de nada de lo que había sucedido con Miles, pero sí se arrepentía de haberle dicho que estarían juntos por mucho tiempo. Tal vez en un principio creyó que podría ser así, pero luego, se dio cuenta que era imposible que algo entre ellos funcionara sin problemas. La homosexualidad no estaba bien vista por los padres de Alex, y tenía muchísimo miedo de que alguien los pillara en alguna situación amorosa, por eso no podían ser felices, por eso Alex lo engañó, porque jamás se lo tomó en serio.

00:35 a.m › milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora