—¡¿Listo para mi mejor lanzamiento?! —pregunté, Dany se encontraba al otro lado de la calle con un guante de béisbol en su mano izquierda.
—¡Listo, Josh! —respondió mi mejor amigo con entusiasmo.
Coloqué mi mano derecha detrás de mi espalda y giré la bola un par de veces para entrar en mi zona de confort, separé un poco las piernas y alcé mi rodilla en el aire adoptando la posición de pitcher. Finalmente, incliné mi cuerpo hacía adelante para usar mi peso como impulso y lanzar la bola con más potencia por el aire. Antes de que fuera completamente disparada de mi mano, hice un pequeño barrido con mi dedo medio dándole el efecto que deseaba, esta cruzó la calle a toda velocidad y dio un giro justo antes de llegar a Dany evadiendo por completo su guante.
Un fuerte estallido resonó por todo el vecindario y el sonido de varios pedazos de vidrio cayendo al suelo permaneció durante unos segundos. Ambos nos pusimos pálidos al instante, no era necesario voltear a ver para saber que la pelota había terminado rompiendo una de las ventanas de mi casa.
Un fuerte grito se escuchó desde adentro y varios pasos prosiguieron al alarido. Mi padre abrió la puerta principal de una patada, se encontraba respirando agitado y sus ojos se miraban llenos de furia. De su mano derecha colgaba el cinturón de su pantalón. Mi corazón inició a latir más rápido, ya sabía perfectamente lo que me esperaba.
—¡¿Quién fue el bastardo que rompió la ventana?! —alegó mi padre. Dany se encontraba de pie frente a él, pero permanecía inmóvil temblando de miedo—. ¡Maldito hijo de puta! —gritó, al darse cuenta del guante que tenía puesto.
El obeso sujeto se acercó a paso firme y ondeo el cinturón en el aire. Inmediatamente, corrí hacia Dany para empujarlo y evitar que mi papá lo golpeara. El cinturón azotó con fuerza mi espalda produciendo un inmenso sonido. El ardor recorrió todo mi cuerpo hasta desvanecerse en una sensación de calor localizado, estaba casi seguro de que eso dejaría una buena marca.
—Vete, Dany... —hablé entre dientes, haciendo que este reaccionara y se alejara de nosotros.
—¡No te metas, basura! —gritó mi padre, empujándome. Una fuerte estocada a alcohol provenía de su aliento.
Él volvió a alzar el cinturón en el aire y se acercó a Dany, quien se encontraba retrocediendo a paso lento anonadado por la situación. No dudé ni un segundo y tomé el cinturón con mis manos arrebatándoselo de golpe, no pensaba permitir que le hiciera daño a mi amigo de la misma forma en la que lo había hecho conmigo.
—¡Corre! —grité, lanzando el cinturón lo más lejos que pude.
Inicié mi fuga con dirección hacia mi amigo, pero, justo antes de que pudiera tomar su mano, sentí un agarre que estrujó mi brazo derecho con fuerza.
—¿A dónde crees que vas?
Un fuerte tirón me hizo retroceder de golpe, la inercia fue tal que giré en ciento ochenta grados hasta desbalancearme y caer de pecho al suelo. Mi brazo había quedado detrás de mi espalda y un enorme peso se posicionó sobre mí, la postura provocaba que mi brazo se traccionara generándome un horrible dolor en el hombro.
Dany observaba a la distancia, pero su cuerpo estaba petrificado. De repente, se escuchó un sonoro chasquido y una onda eléctrica corrió por todo mi brazo, no pude evitar gritar de dolor ante aquella extraña sensación. El ruido logró despertar a Dany del trance y este sacudió su cabeza para iniciar correr lejos de nuestra casa.
—Ojalá que eso te enseñe a respetarme... Mal nacido
Mi padre quitó su rodilla de mi espalda para liberar mi brazo y al fin pude respirar con tranquilidad. Él ingresó a la casa balbuceando cosas sin mirar atrás. No le importaba dejarme tirado en medio de la calle ni lo que me había hecho, solo le importaba su estúpida ventana.
A pesar de todo el dolor y la fatiga que sentía, sonreí aliviado al ver que mi mejor amigo había logrado escapar sano y salvo. Giré mi cuerpo sobre el suelo como pude. El sol deslumbró mi rostro provocando que cerrara mis ojos con fuerza. Intenté colocar mi mano derecha en el aire para tapar la luz, pero mi brazo no se movía. Varias lágrimas empezaron a correr por mi rostro al percatarme que tampoco sentía la mano, solo un insoportable dolor punzante golpeando en mi hombro derecho.
Coloqué mi mano izquierda sobre el área afectada para inspeccionarlo. La articulación se sentía rara, ahora tenía un relieve plano que no estaba antes. No sabía con exactitud lo que me había pasado, pero algo en mi interior me gritaba que no era bueno.
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Inmaduro Amor Ocasional (CORREGIDO)
Roman pour Adolescents¿Eres capaz de quitar tu mascara y mostrar tus heridas? Daniel Ashton no ha tenido la vida perfecta que un adolescente desearía. Existen momentos dolorosos que lo han hecho sufrir desde pequeño y, aunque trata de ser el chico divertido de siempre, é...