Prólogo.

650 36 5
                                    

Eleanor.

Intenté despertarme.

Emily seguía dormida en la cama que tenia a la izquierda. Se notaba que soñaba bonito porque sonreía.

Fui hasta el baño, me miré al espejo. Tenía el cabello en una coleta toda desordenada, ya que no me gustaba dormir con el cabello suelto. Hice mi aseo personal, y fui por Emily, la cuál se estaba levantando.

-¡Hey! Buenos días, pelirroja -ella me miró confundida.

-¿Por qué estás arreglada tan de mañana pelinegra?

-Emily, hoy vamos a el Callejón Diagon -su cara fue épica, en un dos por tres, ya estaba tomando una ducha.

Bajé a comer.

Miré a mis padres. Mi papá es pelinegro, como yo, y mi mamá es pelirroja, como mi hermana melliza, Emily. Nosotros los Seller somos una familia muy prestigiada en el mundo mágico. Mi papá trabaja en el Ministerio de Magia, es como la mano derecha del ministro. Mi mamá es una famosa escritora. Somos una familia de sangre pura, aunque mis papás me han enseñado que eso realmente no importa.

Me senté a comer, y mi hermana bajó tiempo después. Estaba muy emocionada por entrar a Hogwarts. Ella es tan expresiva, siempre es fácil saber si esta feliz, triste o enojada. Ese es un aspecto -de muchos- que no compartíamos, yo soy demasiado inexpresiva. Odiaba hablar con gente que no conocía, mientras Emily amaba conocer gente. Realmente somos polos opuestos.

Me terminé mis cereales, y subí a lavarme los dientes. Ya que tenía el pelo seco, me lo recogí en un moño. Cuando Emily terminó de lavarse los dientes, se sentó en su cama, enfrente de mí. Tenía una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Puedes creer que ya iremos a Hogwarts?

-Sólo iremos al Callejón, siempre vamos con papá cuando queremos helado.

-Pero esta vez será diferente, ¡iremos por nuestros materiales para el primer año en Hogwarts!

-¿En que casa crees que tocarás? -mi pregunta sorprendió a la pelirroja.

-No sé. Tal vez en Gryffindor. Sabes que nuestros padres estarían felices de que estuviéramos allí.

-A mí no me gustaría estar allí. Ravenclaw suena una casa demasiado tentadora...

-¿Crees que toquemos en la misma casa? -ahora la sorprendida fui yo. Emily y yo siempre fuimos unidas, teníamos nuestras diferencias, que aunque fueran muchas, le tengo una confianza muy grande. Pero para estar en las casas, tienes que poseer las actitudes de esta, y somos demasiado diferentes.

Mi papá toco la puerta, salvándome de una posible desilusión de Emily.

Como mi papá era muy importante, un coche del ministro vino por nosotros. Acostumbramos a usar Polvos Flu, y cuando papá o mamá tenían un evento verdaderamente importante, un carro con banderitas del ministro venía por nosotros.

Llegamos en un santiamén al Caldero Chorreante, donde nos paramos para saludar a la gente, y al viejo Tom, quién nos dio un abrazo asfixiante.

Nos fuimos a la parte trasera de del bar, donde mi mamá hizo los movimientos correspondientes. Los ladrillos giraron, se hicieron a un lado, dejando un enorme hueco, donde podíamos ver gente felizmente comprando todo tipo de cosas.

¡Aquí vamos sufrimiento!

[...]

Tenemos casi todo lo necesario. Como mascota escogí a mi pequeña gata, Gigi, una cosita peluda color negro con los ojos amarillos. Una ternura.

Nos dirigimos a la tienda de Ollivander dos horas después de haber llegado. Esta al sur del Callejón Diagon. Una tienda dirigida por el Sr. Ollivander, que es demasiado vieja, pero todo el mundo, o bueno al menos los que conozco, compran con el las varitas.

La campanita sonó cuando entramos al establecimiento. Todo estaba desordenado, había cajas por aquí, cajas por allá, cajas desacomodadas sobre los enstantes. Un señor encorvado y con canas salió de entre los estantes. Murmuró algo.

-¡Hola señor Ollivander!-Le saludo mi mamá emocionada.

-Hola. Hola... -su mirada fue a Emily y luego a mí. Yo le sonreí de medio lado.

-Señor Ollivander, queríamos unas varitas para nuestras niñas pequeñas.

-Claro, claro. Ven pelirroja -Emily sonrió y dio un paso hacia el frente.

El señor Ollivander le dio varias cajas de diferentes tamaños, colores y listones, su tienda ya estaba casi destruida, pero la última resultó arreglar todo. Como si no pasó nada.

Después me toco a mí. Estaba nerviosa, ¿y si una varita no me escoge? Quedaría como una tonta. Tal vez salga en El Profeta, con el título "Eleanor Seller no tuvo una varita", después me mandarían con los muggles.

El señor Ollivander me dio una caja color turquesa, otra café, otra roja sangre, no había pasado casi nada, tal vez solo se cayeron unos papeles, y nos lápices estaban volando alrededor del vaso donde estaban.

Me dio una caja color morado pálido, con un listón negro. La varita que estaba adentro era de color negra, con una decoración de color blanco que iba desde el mango hasta la punta, las hojas se volvieron a su lugar y los lápices se cayeron en vaso en que antes estaban.

Salimos de la tienda felices con nuestras varitas nuevas.

Y después nos fuimos a Florean Fortescue.

Las hermanas E «Hogwarts».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora