La piedra de una baldosa cedió en una pequeña hendidura cuando el talón del zapato de Guillermo la pisó. Por suerte, no almacenaba agua debajo, por lo que esta vez se había salvado de mojarse los nuevos pantalones que estaba estrenando.
Brevemente aliviado, avanzó para hundirse entre la multitud de personas que se paseaban por las calles de la ciudad. Mientras metía su mano al bolsillo para hacerse con su celular, a pocos metros, un vendedor ambulante desplegaba sus mercancías sobre una manta raída y vieja.
En ella, su atención fue brevemente capturada por relojes de imitación sorprendentemente brillantes. Al lado había unas gafas de sol con vidrios de variados colores y muy bien pulidos.
Sin desacelerar, volvió la mirada hacia su celular y marcó a un número específico, mientras esquivaba a un grupo de peatones que conversaban animadamente.
El tono sonó una sola vez y ella contestó de inmediato.
—¿Hol...? —De repente, la voz de Guillermo fue ahogada por el insulto que se elevó en la calle de enfrente, dónde un peatón reclamaba a un taxista que casi le había atropellado—. Lo siento por eso. Estoy en la calle. Voy de nuevo. ¿Hola? ¿Con quién tengo el gusto?
Del otro lado, se escuchó una risita.
—Primero. Ya sabes quién soy, tonto. Tú llamaste. Segundo, ¿qué es un poquito de caos urbano? —preguntó Majo divertida.
—En eso te doy la razón. Sin caos, no tendría trabajo. ¿No es así?
De nuevo, se escuchó una risita. Aunque un poco más nerviosa que la anterior, por alguna razón.
—Bueno. Como sé que no te gusta perder el tiempo, solo llamaba para comunicarte que el trámite está terminado, oficialmente eres el nuevo abogado de Damián Ramírez.
—Perfecto.
—Sabes que, a menos que suceda un milagro, tu reputación se va a ir un poco al tacho. ¿No?
—Yo velo por revelar la verdad, Majo. No lo hago por reputación.
—¡Muy bien! Porque en los noticiarios te están dando con todo. Que lo sepas.
Guillermo pasó entre dos mujeres que discutían sobre el precio de unas flores en un puesto callejero y enfiló hacia una esquina más despejada.
—Por eso no me gusta ver noticias. En fin. ¿Tienes la información que te pedí sobre la víctima?
—Sí, claro. El nombre de la víctima era Mariana Velasco. Tenía diecisiete años. No trabajaba, pero ayudaba a su madre en casa cuando podía. El padre está desaparecido desde hace años. Al parecer, nunca fue un tipo muy presente.
—Bien. ¿Hermanos?
—Un hermano menor. Ocho años. Se llama Rafael. La madre, Valeria, está destrozada, como es lógico.
Guillermo exhaló con pesadez mientras doblaba por una calle menos congestionada. Un perro callejero dormía junto a un basurero desbordado. Algo en ese pequeño can le hizo recordar ciertas situaciones críticas en su pasado que ahora prefería enterrar en lo profundo de su ser.
—Okey. ¿Algo más?
—Bueno. A pesar de que era muy joven, Mariana era de esas chicas que todo el pueblo quiere y adora —dijo Majo, con un dejo de formalidad—. Según indagué. Todos dicen que era una chica muy alegre, muy caritativa, y que siempre tenía una sonrisa para todos.
—Supongo que tiene sentido que hayan linchado a Damián... —Guillermo bajó el ritmo de su andar, esquivando, por muy poco, a un ciclista que pasó demasiado cerca, rozándole la manga de la chaqueta.

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DESTELLO DE ALMAS : DOS ALMAS LIBRES LIBRO 2
Ficción GeneralRicardo descubre que para salvar la humanidad debe de despertar su destello. Pero para hacerlo tiene que ir a otra dimensión, a otro mundo, a otra realidad donde experimentará eventos que nunca se había imaginado. Pero en el mundo real también pasa...