Doy gracias al cielo, al infierno o a quien sea cuando Tony me llama a las ocho de la mañana para informarme de que no hace falta que vaya este fin de semana a trabajar porque Eva ha vuelto de su baja.
¡Gracias, señor mío!
Porque me siento como una mierda pinchada en un palo.
Josua me deja en la puerta de mi casa y nos despedimos con un 'suerte' mutuo. Él tiene que recuperar a su novia y yo tengo que olvidarme de... ése.
Vale, hay un tío trajeado frente a mi puerta.
¿Será un testigo de Jehová? ¿Un iluminati? ¿Un cobrador del frac sin frac para disimular?
Va a tocar el timbre cuando me ve y recoge la mano.
- ¿Diana Díaz?- pregunta en cuanto pongo los dos pies en los rellanos.
Esa voz...
- No me lo digas, eres Kevin.
- Kevin Ruíz- precisa, como si fuese a acordarme de su apellido.
Dedico unos segundos a observarle.
La verdad es que no parece un macarra como había supuesto. Tiene un corte de pelo muy pijo, repeinado hacia atrás, las cejas demasiado depiladas y una sonrisa inexistente.
One moment...
- ¡Yo te conozco!- exclamo, llevándome los dedos a la boca.
Su expresión no cambia, lo que confirma mi razonamiento.
- Tú eres el amigo rarito de Gustave...
Recuerdo perfectamente a ese chico flacucho y bajito, siempre a la sombra de mi hermano. 'Le bichon' (el perrito faldero) le solía llamar mi madre.
- Ahora soy su abogado- replica, moviendo menos de un milímetro las comisuras de sus labios.
Ya me parecía a mí extraño que el fracasado de mi hermano pudiera pagarse un abogado.
- Pues hola, señor abogado, que pase un buen día.
Ignorándolo, abro mi puerta.
- Vengo a avisarle de que, si en veinte días no abona a mi cliente el dinero que le debe, presentaré formalmente denuncia en el Juzgado.
- Retiro los buenos días, entonces.- digo antes de cerrar con un portazo.
¡¿Pero por qué me pasa esto a mí?!
- ¿Di?- murmura una voz a mi espalda- Me pareció escuchar tu voz.
Doy un salto de susto, estrellándome dolorosamente contra la pared de gotelé.
¡Casi me da un infarto!
- ¡Joder, Kira, ¿quieres matarme?!
Me llevo la mano al corazón, como si quisiera calmar los desbocados latidos de éste.
La veo ahí, con su pijamita rosa y abrazada a Simon y me entran ganas de adoptarla. Adorable.
- ¿Qué haces aquí?- pregunto, yendo hacia la cocina para poner en marcha mi súper cafetera exprés.
- Joaquín estaba esperándome en el portal borracho como una cuba cuando llegué y no sabía dónde ir para no verle.
Asiento con un cabeceo.
Ahora es cuando me alegro de haberle dado llaves de mi casa.
- Quédate todo el tiempo que quieras- digo, aunque ella ya sabe que puede hacerlo- Y, si te vuelve a molestar, dímelo y le pego una paliza.
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Asquerosamente adulta: la reina de la mala suerte.©
Roman d'amourA pesar de sus veintidós años, se sentía estùpidamente inmadura. Vivía en un apartamentucho pequeño y descuidado, trabajaba doscientas horas en un bar de barrio y no podía quitarse de la cabeza... ¡esos estùpidos ojos azules! Le odiaba con todas sus...