Capítulo 35: Bota, bota y en tu culo explota.

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Prohibido, pienso en cuanto despierto por el tacto cálido de su mano sobre mi espalda. Eso es, debería estar PROHIBIDO.

Siento cómo sus dedos pasan al interior de mis muslos y doy un respingo, cogiendo la sábana para cubrirme hasta la cabeza.

- Dios, deja de toquitearme ya, estoy reventada- protesto.

Sí, flipad.

Álvaro se echa a reír.

- ¿Desde cuándo tienes tan poco aguante?

- Desde que no me dejas descansar en seis horas.

- Llorica...- le escucho murmurar sin dejar de reír.

En serio, hace ya un rato que no siento las piernas.

Y no tengo muy claro que eso sea bueno.

- Venga, vale, puedes dormirte un rato.

Ni que necesitara su aprobación.

Me acurruco contra su perfil, apoyando la cabeza en su pecho calentito y duro mientras su brazo derecho se enrosca a mi alrededor con una suave presión deliciosa.

- Por cierto, ¿de quién era el mensaje de anoche?

Automáticamente, mi cuerpo se tensa.

- ¿De qué hablas?- musito con fingida indignación.

- No te hagas la tonta, te cambió la cara al leerlo.

Hasta donde yo recuerdo, sus ojos estaban fijos en mis pechos, no en mi cara. Imposible que supiera que cambié siquiera el gesto.

- Nada importante.

Sólo una amenaza más de mi estúpido hermano.

- Diana...- me insta, soplando su aliento cálido en mi nuca.

- Sólo era de la compañía telefónica, que me van a subir el precio de la tarifa.

Qué bien pienso bajo presión, oye.

En realidad, no es mentira... sólo un poco, porque sí que me han subido la tarifa, y la luz, el gas, el alquiler... maravillas de la economía de mercado.

Si no fuera por el trabajito que hice para su hermano (sí, sé que suena horrible), no llegaría a fin de mes, mi sueldo no da para más.

La idea es que ese dinero me ayude a pagar las facturas de los próximos tres meses y luego... bueno, luego espero conseguir un trabajo de lo mío, o al menos otros encargos remunerados.

Sé que la vida está jodida, y que además he elegido una profesión increíblemente competitiva, casi imposible de ganar dinero con ella, pero es lo que hay. No hay nada que me guste ni la mitad que pintar.

Sí, vale, el sexo.

Pero no me voy a dedicar a eso, como comprenderéis.

Porque sólo me gusta con él...

Estoy tonta del culo, definitivamente.

¡Dios! ¡¿Pero qué me pasa?!

No quiero que me guste este idiota... Que no, que no quiero.

- Diana, ¿estás bien?

No, no estoy bien.

¡No quiero que me guste!

- Emmm sí- murmuro, intentando no cambiar mi expresión facial.

- ¿Necesitas dinero?

Asquerosamente adulta: la reina de la mala suerte.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora