Capítulo 27: ARTE (con mayúsculas) y folleteo (con minúsculas).

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Tal y como había previsto, el miércoles termino de dar los últimos retoques al inmenso mural en el que se ha convertido la habitación de la pequeña Sara.

Y me encanta.

Creo que es lo mejor que he pintado nunca.

Creo no, ES lo mejor que he pintado nunca.

Me coloco en el centro de la habitación y doy un par de vueltas para observar el conjunto.

Creo que es la primera vez que algo me queda exactamente como había imaginado. ¡Exactamente!

Emocionada, me "limpio" las manos con algunos trapos, recojo los pinceles y paletas esparcidos por todo el suelo y voy a la planta baja para avisar de que está todo finiquitado.

Me encuentro a tres generaciones Blanco en el jardín, junto a la enorme piscina. Ricos...

- Perdonad.- les digo a Roberto y a su padre (aún sigo sin creerme que sea su padre) cuando me acerco.

Reprimo un jadeo sorprendido cuando veo que sólo llevan bañadores, nada de camisetas que oculten sus torsos.

Pero qué cojones... Estoy bastante segura de que los abuelos normales no tienen esos cuerpos. ¡Ni los abuelos, ni los padres!

Me lo esperaba de Roberto, pues Lena me contó que es entrenador junto con su cuñado de un equipo de fútbol al parecer muy importante y que yo desconozco. No me gusta el deporte. ¡Pero de Alberto no me imaginaba!

- Ah, Diana, dime.

Sacudo la cabeza para centrarme en la vida.

- He terminado.- anuncio a nadie en particular.

- ¿De verdad?

Asiento.

- ¡Niños, vamos a ver la habitación de Sara!

Les observo vestirse adecuadamente (vamos, ponerse la camiseta) mientras los niños ya han salido pitando dentro de la casa. Como si hubiera notado que pasa algo a su alrededor y tiene que ver con ella, Sara extiende los bracitos hacia mí desde la toalla en la que está sentada y la cojo.

Es tan calentita y blandita... como mi gatito pero con menos pelo.

Les hago parar frente a la puerta y cerrar los ojos antes de abrir con la llave, aún con la niña en brazos.

- La primera en verlo tiene que ser ella.- explico, haciéndolos entrar despacio a pesar de la aceleración de los gemelos.

Sara empieza a gritar según pongo el primer pie dentro de la habitación, tendiendo todas sus extremidades hacia delante, frente a la parte del mural más impresionante.

Lo sabía. Sabía que esa era la parte que más la iba a gustar.

- Eso debe ser una buena señal.- oigo decir a Roberto.

La niña ríe y grita al mismo tiempo, queriendo tocar las paredes.

- Podéis abrir los ojos.

Camino con Sara en brazos por toda la habitación para que pueda ver todos los dibujos. No entiendo el lenguaje de los bebés, pero parece encantada.

Sí que entiendo, en cambio, el de los adultos, y parece que el resto de la tribu están igual de encantados.

- Esto es... impresionante.

- ¡Mola mucho!- grita uno de los niños, provocando la misma reacción en la bebé.

Asquerosamente adulta: la reina de la mala suerte.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora