Capítulo 1: Mudanza.

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Piero: ¡Hey! ¡Arriba, peque!
Abrí los ojos con dificultad. Piero estaba intentando despertarme:
TN: ¿Qué... Qué quieres?
Sorprendentemente conseguí incorporarme. Él se levantó y comenzó a correr por la casa:
Piero: ¿Acaso se te ha olvidado que hoy nos mudamos a Abruzzo, hermanita? ¡Hay mucho por hacer!
Yo también me levanté, frotándome las lagañas de los ojos:
TN: ¿Qué dices?
Él repitió, mientras sacaba una enorme maleta del armario para guardar las cosas:
Piero: Hoy empezaremos a trabajar en el bar de Ignazio. Iremos a vivir con él, estoy seguro de que ahora lo recuerdas todo.
Bufé. Cierto, a partir de ahora dejaríamos de vivir en nuestra casita de Agrigento. Siempre habíamos estado aquí, hasta que papá y mamá murieron en un accidente de avión. La vivienda la había heredado mi hermano mayor, Piero, quien se había encargado de mí desde entonces. Pero él hizo un trato con nuestro primo Ignazio, que consistía en irse a vivir a su casa y trabajar para él cuando necesitara personal. Y, supuestamente, lo necesitaba. No era ningún secreto que ni él me aguantaba a mí, ni yo a él. Es más, se podría decir que nos odiábamos a muerte, incluso Piero lo sabía, pero no quería aceptarlo, decía que yo estaba en una edad complicada y que le acababa con la paciencia (mentira, yo soy un sol). Me fui a la cocina arrastrando los pies, agarré la caja de cereales y me los preparé:
Piero: ¿Ya tienes listas tus cosas?
Respondí con una bola de comida en la mejilla:
TN: Pues no.
Piero: ¿¡QUÉ!? ¡¡¡QUE SE NOS HACE TARDE!!!
Me metí tranquilamente otra cucharada de cereales en la boca:
TN: Uy, no lo sabía...
Gruñó con fastidio:
Piero: De verdad que estás en una edad muy mala. Ya te preparo yo todo, tú corre a lavarte y a ponerte decente.
Terminé de desayunar y quise lavar los platos, pero Piero no me dejó:
Piero: Deja, ya lo hago yo. Corre al baño. ¡VENGA, DATE PRISA!
Entré al cuarto de baño, me lavé los dientes, me duché y salí envuelta en una toalla, con tan mala suerte que resbalé por tener los pies mojados y me caí. Piero entró sin llamar (claro, era su hermana, me había visto desnuda cientos de veces):
Piero: ¿Pero qué ha pasado?
Corrió a ayudarme. Yo me limité a encogerme de hombros:
TN: He resbalado.
Recogí la toalla y me metí en mi habitación de nuevo. Cogí lo primero que vi en mi armario y me enfundé en esa ropa. Luego me peiné un poco y decidí dejar de "dar la lata" (aunque yo no la doy, yo soy un sol, ya lo he dicho) y echarle una mano a mi hermano:
TN: ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
Me cedió una maleta más pequeña en la que ya había metido algunas de mis cosas:
Piero: Termina de preparar tu equipaje. Cuando estés lista, métete en el coche.
Asentí y él siguió recogiendo todo para meterlo en otro sitio y luego transportarlo al maletero del coche. Yo introduje todo lo que consideraba necesario, traté de cerrar la maleta (casi reviento la cremallera) y salí hacia el vehículo. Lo bueno era que mi maleta llevaba ruedas, sino sería incapaz de cargarla. Me senté en el asiento del copiloto y me abroché el cinturón de seguridad. Como Piero todavía tardaba, decidí ponerme los auriculares y escuchar música. Al cabo de unos 10 minutos, él metió el resto del equipaje en el maletero y se sentó en el asiento del conductor. Él me hablaba con una sonrisa enorme (no sé por qué le hacía tanta ilusión irse a vivir con el petardo de Ignazio), pero yo no le hacía caso, iba muy concentrada en la canción que estaba sonando en mi móvil. Y también pensaba en cómo sería tener que trabajar para él, en si sería capaz de adaptarme a Abruzzo, en si terminaría haciendo amigos... Dios, ya me estaba poniendo algo nerviosa yo sola.

✴ VIVO PER LEI ✴ {Gianluca Ginoble & Tú} #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora