•.𝐃𝐃𝐂.• | ¿Que tanta probabilidad hay de que el chico del que estuviste enamorada toda tu adolescencia, ahora sea tu vecino? O ¿Quizá haya algo más que eso?
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El día más esperado, por fin había llegado.
Pasaron los meses super rápidos, que ni tiempo me dio de asimilar todo lo que había vivido en este embarazo.
Entre ultrasonidos, antojos y noches en vela planeando la llegada del bebé, ahora en nuestras vidas también se habían colado nuevas rutinas, que eran algo interesantes.
El pequeño cuarto que teníamos junto a nuestra habitación fue transformado poco a poco: paredes color cielo, una cuna de madera que mis suegros le habían obsequiado a nuestro pequeño, que hará buen uso de ella, una repisa llena de peluches, una mesedora para poder dormir al bebé, un lugar donde cambiar su pañal y más cositas de bebés, como su ropero.
El nombre se había decidido: Jesús Cornelio. Fuerte y dulce a la vez. Finalmente mi pareja me había convencido de que fuera el junior del junior.
Una mañana de febrero, donde el día pintaba ser bueno, olía a tierra mojada, por las temporadas de lluvia, decidimos ir a desayunar a casa de mis suegros, donde también se reunirian Valentín y Ashley, junto a su bebé, pero en eso, comencé a sentir contracciones.
Al principio eran suaves, pero en cuestión de minutos, se habían intensificado, Cornelio todos estos nueve meses había estado tranquilo, incluso en los días que me habían pruebas de sangre y los ultrasonidos, pero está vez era diferente, andaba corriendo de un lado a otro, como si uno de sus hermanos, había escondido uno de sus acordeones favoritos.
Corne: - ¡Ma! ¡Ya va a nacer! ¡María dice que ya siente que viene! - gritó desde la cocina mientras Ashley intentaba calmarlo.
Ashley: - Tranquilo, Cornelio - dijo. - No se va a caer el cielo. Llévala al hospital y guarda la calma… ¡Que el que va a parir no eres tú! - me quedé sorprendida por su comentario pero si, tenían que darle un estate quieto, porque me ponía más nerviosa.
Mientras ellos peleaban, yo solo respiraba como me habían enseñado en los cursos prenatales y como Ashely me había dicho, pero aún así no pasaba el dolor.
Rápido nos subimos a la camioneta, mientras que Vale se fue a nuestra casa por las maletas que ya tenía preparada, en el trascurso, yo solo respiraba ajitada, Cornelio estaba muy asustado, andaba muy pálido y su vista sentada en el camino.
Cuando llegamos al hospital, rápido Cornelio llamo a una enfermera, para que me atendieran rápido, y así fue, me pusieron en una camilla, yo solo tomaba la mano fría de Cornelio, pues no quería que se separara de mi en ningún momento, incluso sabían que el tampoco quería separarse de nosotros.
Despues de unos minutos, quizá una hora, gritos y un sinfín de “todo va a estar bien”, el llanto de un niño finalmente había quebrado el silencio en la habitación. Eran las 09:45 de la mañana. En eso el doctor sonrió y nos dijo.
Doc: - ¡Felicidades! Ya nació su pequeño bebé. Está sano, fuerte… y tiene una carita muy hermosa -
Cornelio soltó una carcajada y se limpió las lágrimas con la manga de la camisa. En eso, la enfermera puso a nuestro pequeño en mi pecho, obvio no puede evitar llorar, al verlo, era una emoción explicable.
Corne: - Gracias… gracias, amor - dijo mi pareja.
Minutos después, me habían trasladado a otra habitación donde ya podía recibir visitas y podía estar más tiempo con nuestro bebé. Me sentía muy agotada pero feliz, Cornelio solo nos veía gustoso y en eso le tendía los brazos con el pequeño envuelto en una manta celeste. Rápido lo tomó con ternura y cuidado.
Corne: - Hola, gordito - susurró. - Soy tu papá. Y te prometo que te voy a cuidar con mi vida -
Maria: - Los amo mucho - dije mirando su espectáculo.
Corne: - Nosotros a ti, mi amor - respondió. - Te felicito una vez más, por tu valentía y fuerza, eres grandiosa - me besó.
Estuvimos juntos solos los tres, en nuestro mundo, a los minutos tocaron la puerta y era la familia, pasaron y fueron hacia el bebé, solo mi suegra fue hacia mí.
Alma: - ¿Cómo estás, mi niña? - tocó mi frente.
Maria: - Bien, un poco agotada pero ya tranquila de tener ahora sí a nuestro bebé - respondí.
Alma: Me alegra que todo haya salido bien con ambos - me abrazo. - Felicidades Juli -
Después fue a ver a su nuevo nieto, y ahora los chicos estaban conmigo, hasta que se acabó la hora de las visitas.
[…]
Una semana después…
La casa se llenó de vida como nunca antes. Hassan, Gabito y Nata llegaron desde temprano con regalos, risas y una energía que contagió a todos.
Gabs: - ¡A ver ese chiquillo! - dijo mientras entraba con una canasta de pañales y un sombrero miniatura que había conseguido en el mercado.
Nata: - No inventes,wey - rió. - ¿De verdad le compraste un sombrerito? -
Gabs: - ¡Claro! Que empiece con estilo desde la cuna -
Hassan se acercó con una caja de sorpresas que pronto podría ocupar el niño. Y un pequeño acordeón de juguete.
Hassan: - Esto es para cuando empiece a cantar como su papá. O mejor aún… como su mamá, que tiene voz de ángel cuando se enoja - bromeó, reímos todos.
Yo aún estaba recuperándome, pero ya estaba mejor que los días anteriores y solo veía como estaban chiflados con el bebé, parecían también niños pequeños. Agradezco de tenerlos en mi vida.
Corne: - Gracias por venir, plebes, de verdad. Ustedes no son amigos… ya son familia - los abrazó a los tres y luego a mí.
Nata: - Este niño va a crecer rodeado de amor… y de locos, pero eso también cuenta —dijo entre risas.
La tarde se fue entre visitas, música, comida y la la misma pregunta cada cinco minutos de “¿Quién lo quiere cargar ahora?”. Don Cove lloro la primera vez que lo tuvo en sus brazos. Ashley, no paraba de tomar fotos. Y Valentinsin estaba muy emocionado por su nuevo primito.
Cuando la noche cayó nuevamente, la familia ya se había ido, y todo quedó en completo silencio. Cornelio y yo, nos fuimos al cuarto de nuestro bebé, me senté en la mecedora con el bebé dormido y Cornelio en el asiento de al lado.
Maria: - ¿Viste todo lo que movió este chiquito en tan poco tiempo? - murmuré.
Corne: - Sí… y apenas va comenzando. Pero sabes qué… creo que va a tener la vida que merece. Y eso ya es mucho decir -
Apoyé mi cabeza en su hombro, suspiré profundo y dije
Maria: - Lo importante es que nunca nos falte esto: el amor, el apoyo… y los nuestros -
Cornelio besó su frente y cerró los ojos, con el corazón más lleno que nunca.
Una vez, acostado al bebé en su cuna, se dirigieron a su habitación para poder descansar y así, entre el canto de los grillos, el arrullo del viento y el leve murmullo del bebé en sueños, la familia se quedó en paz.