10. For You

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MAYA & MIAH

Me mordí las uñas en mi asiento, ya iba a ser hora de salida. El señor que venía a hablarnos sobre Yale se fue y la profesora nos dio el permiso de irnos. Yo salí corriendo, teniendo esa esperanza de ver a Alan con su auto en el estacionamiento, sin embargo solté un bufido frustrado al darme cuenta que Alan Baltimore no estaba ahí. Ya era el tercer día sin verlo en la escuela. Caminé hacia donde Miah estaba, revisando su teléfono.

—Wayde no me responde mis mensajes —suelta un suspiro— y papá ni siquiera ha llegado.

—Hoy es el día de quejarse, creado por Miah Warren —digo con seriedad, a lo que Miah se ríe sarcásticamente.

En la semana que llevo sin ver a Alan me he estado preguntando, ¿en dónde está? Prometí que no lo iba a buscar, además él lo quería de esa forma. Ha sido un infierno, yo sólo quería que lo tomara bien y fuéramos amigos, pero ni eso.

—Maya

— ¿Qué?

Voltee a ver a Miah. Ella estaba viendo fijamente algo o alguien. Yo observé hacia el mismo lugar.

Era como si Dios hubiese escuchado mis plegarias, ahí estaba él, justamente con su auto. Frente a la escuela. Caminé lentamente hacia donde él estaba, cabizbajo y fumándose un cigarro. Casi fui atropellada por un auto, fue por culpa de la emoción que sentía, ese shock que se apoderó de mí.

Al momento en el que permanecí frente a él, con la boca entreabierta, aún incrédula porque él estaba aquí, él lo único que hizo fue soltar el humo y mirarme.

—Alan...

—Sólo vine por una última vez, Maya. No vine para tener una reconciliación.

Vale, Alan lo único que sabe hacer es cagarla.

—Lo hice por ti Alan —me coloqué a su lado, viendo hacia la escuela. Donde ya un segundo autobús se estaba yendo, Miah seguía revisando su teléfono y había personas regresando dentro de la escuela— Tú querías que no te buscara, yo lo hice por ti.

—No entiendo por qué te afecta tanto —Apaga su cigarrillo pisándolo. Volteando a verme— Tú deseaste esto, tú querías separarte.

Tenía razón.

—Yo no quería que lo tomaras tan mal. Yo quería que fuéramos amigos.

Alan se burló.

— ¿Amigos, Maya, en serio? Entonces realmente prefiero que no me busques.

Frunzo el ceño.

—Entonces, ¿qué haces aquí? ¿Viniste a buscarme, has caído tan bajo? —los dos nos enfrentamos ahora. No puedo ni siquiera verlo a los ojos.

—No todo gira alrededor de ti Maya. Vine a darme de baja a la escuela.

— ¿Qué?

—Ya no estudiaré —se mantiene cabizbajo— Mi madre perdió su trabajo, más bien ellos la perdieron a ella. Mi tía era la que ayudaba a pagar la casa y ahora que ella no está... no podemos seguir pagando. Venderé mi auto y creo que también nos mudaremos. Quizá el dinero que saquemos de ahí nos pueda ayudar a sobrevivir, mientras yo y mi madre buscamos un buen trabajo —se encoge de hombros— No entiendo por qué te dije esto —Se ríe. Pero sé que quiere llorar— No quería molestarte con mis problemas, al fin y al cabo ya no somos nada.

No había palabras que pudiera decir para que Alan se sintiera mejor. Tenía ese deseo de pasar mis brazos alrededor de él, dándole un abrazo sincero. O besar sus labios. Él debe estar pasándola mal

El club del suicidio IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora