07. Dad?

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WAYDE

—Okay abuela, sé cuánto te gusta el estofado de papas, intente hacerte uno quizá no muy bueno, espero no hacerte sentirte peor —Mi abuela se rio.

—Oh Waydey, no creo que me hagas sentir peor de lo que ya estoy.

Mi abuela estaba tumbada en la cama, con Mica ronroneando a su lado, la vecina Jenna acababa de irse, al parecer ella sabe qué medicinas iban a hacer sentir mejor a mi abuela. El problema era que yo la veía peor y eso que sólo se trataba de un resfriado.

—Huele bien —se acomodó en la cama.

Revisé mi teléfono, eran las cuatro de la tarde en domingo y Miah no se ha comunicado conmigo, desde la pelea esta mañana. Sé que yo debería enviarle un mensaje pues yo empecé con esto, pero el orgullo me gana. Casi eran las cinco cuando voltee y vi que mi abuela estaba cayendo dormida.

—Ponme algo de blues, Wayde —pidió mi abuela. Yo sólo asentí y encendí la radio en un volumen que ella tolerara, pues lo que ella sentía era que su cabeza estaba siendo taladrada. Tomé a Mica y salimos de su habitación, cerrando la puerta.

Dejé el plato en el fregadero y a Mica en el suelo cuando escuché que alguien tocaba la puerta. Probablemente era Jenna, trayendo algo para mi abuela. Al abrir la puerta me encontré con Miah, con una mirada triste.

—Deja vú —sonreí. Recordando cuando ella vino por primera vez a mi casa a decirme que Maya recibía más atención que ella y que era doloroso. Pero la sonrisa se borró al verla con ese mismo semblante triste— ¿No le pasó nada a Maya o sí?

Ella puso los ojos en blanco.

—Nunca sabes qué decir o lo arruinas —dijo ella— ¿Me vas a dejar pasar o qué?

—Sólo si me besas.

—En la mañana me estabas tachando de zorra.

— ¡Tú lo entendiste mal, Miah! ¡No confío en Scott pero sí confío en ti! —la tomé de la cintura, la jalé, cerrando la puerta, acorralándola contra ella. La besé con fuerza, yo confío en ella, yo la amo. Sólo que soy muy inseguro y Scott harían todo lo posible por quitármela. Fue el beso más caliente que nos hayamos dado, y la tensión sexual se sentía en el aire.

En seguida entramos a mi habitación, quitándole su blusa y cerrando la puerta con mi pie, fue prácticamente una patada así que se escuchó en toda la casa. Ella soltó mis labios, tirando su blusa en el suelo.

— Tu abuela... tu abuela nos va a escuchar —gimió cuando la agarré de los muslos y la acorralé otra vez con la puerta, comencé a chocar mi pelvis con la de ella, mordiendo su labio. Sus pechos se sentían bien de esta manera, desabroche su sostén y se sintió aún mejor. Besé su cuello, su clavícula y pasé a darle besos en los pechos, lentamente lamía y subía a su cuello, haciéndola gemir.

—Mi abuela está durmiendo, descuida, tiene música en su habitación —gemí al sentir que era ella ahora la que chocaba su pelvis con la mía. La tumbé a la cama y me quité mi camisa, preparado para desabrochar mis jeans, los bajé y quedé en ropa interior, justo como Miah, que se había tomado el tiempo de también deshacerse de sus pantalones... y de sus bragas. Me mordí el labio, la abrí de piernas y me coloqué en medio de estas. Comenzamos a besarnos, nuestras pelvis chocaban, ella gemía tan caliente en mi boca. Hasta que escuchamos que alguien tocaba el timbre.

—Alguien llama... —ella gimió en alto al volver a sentir mi lengua en sus pechos— ¡Wayde!

— ¿En serio quieres que abra? —nuestras respiraciones eran pesadas, sus manos recorrían toda mi espalda. Fui deshaciéndome de mi ropa interior— Esa persona puede pudrirse...

El club del suicidio IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora