14. Un gran cambio.

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Astoria sonreía.
Después de ser recibida con abrazos por parte de su familia, ahora estaba en su habitación, desahogándose de todo lo que había pasado con sus hermanos.
Alex, el hermano mayor, habló primero.
- Yo creo que Malfoy debería entenderte. Y Tony también. No querías hacer sentir mal a ninguno. Lástima que terminaste hiriendo a ambos.
- Yo pienso que fuiste muy incoherente. Ya le habías dicho que si a Anthony. Pudiste haberle dicho que no a Malfoy. - Le reprochó su hermana, Daphne.
Ella tenia que soportar todo. Era la hermana menor.
- Sólo no me lo recuerden más, ¿si? No me gusta para nada como me siento. - Dijo la castaña menor, en un suspiro.
Pasados unos minutos más, escucharon el llamado de su madre Scarlett, ordenándoles que bajaran, ya que había algo importante que debía enseñarles.Ellos, obedientes, bajaron a la sala de estar donde se encontraron con un extraño grupo.
En el sillón grande, estaban sus padres, con un chico rubio/castaño entre ellos. Parecían muy felices. Frente a ellos, un hombre con apariencia de Inefable, el nombre usado para denominar a los que trabajaban en el departamento de misterios, fumaba un cigarro.
Astoria sintió un vacío en el pecho. El chico que estaba ahí era Anthony. ¿Cómo rayos era posible eso?
- Hijos, les presento a su hermano. Después de tantos años buscándolo... Aquí esta. - Dijo su padre, levantándose y señalándole a Anthony que se levantara.
La castaña tragó saliva. Por eso se sentía tan raro todo. Había estado besando a su hermano.
Su hermano.
- Mi nombre es Anthony Golds... Greengrass. - Dijo, mientras estrechaba la mano de Alex y Daphne. Titubeó un poco frente a Astoria, pero también estrechó su mano.
- Bienvenido a la familia. Pensamos que te habíamos perdido para siempre. - Habló Alex, sonriendo. - Ahora ya estás aquí. Ahora estamos todos juntos.
- Espero que nos conozcamos bien, hermano. - Dijo Daphne, guiñándole un ojo.
El chico asintió, aliviado.
Todos se fijaron en Astoria, esperando que le diera unas palabras.
Ella estaba pálida. Respiraba pesadamente. No podía creerlo. ¡Había besado a su hermano! No iba a creerlo. Quizás sólo era una pesadilla. Se pellizcó. Seguía allí.
- Yo... - Empezó. - E-Espero que te sientas cómodo, T-Tony. Ya eres mi... Mi... H-Hermano...
Él se ruborizó. Estaba feliz por estar con su familia, pero Astoria era otra cosa. La amaba y haría lo mejor por los dos. Al fin y al cabo eran hermanos. Ya lo superaría después.
- ¡Bien! Vamos a cenar. - Su padre sonrió. Era la primera vez que sonreía en mucho tiempo.
Todos se miraron emocionados, ese iba a ser un gran día.
- Señor Greengrass... - La voz gruesa de Richard interrumpió el trance de alegría al que todos había entrado. - Lamento dañar su momento de felicidad, pero debe darme lo que prometió.
Sus hijos le miraron extrañados.
Joseph sacó un pergamino de su bolsillo y se lo entregó. El hombre lo revisó y se fue, satisfecho.
- ¿Qué era eso, papá? - Preguntó Daphne.
- Ese investigador, Richard, fue quien arrebató a Anthony de este hogar. No sabía qué estaba haciendo, ya que su jefe se lo había ordenado. Yo no tenía ni idea, y al enterarme, coloqué la queja. Lo iban a dejar sin trabajo. Le prometí que si encontraba a nuestro hijo y lo traía a casa, le daría su perdón y lo olvidaría todo. Y así he hecho.
Sus hijos asintieron levemente.
- Gracias p-padre. Por no rendirte. - Dijo el nuevo integrante, mientras lo abrazaba por los hombros.
Todos se unieron al abrazo. Las heridas sanarían. Todo estaría bien.

Pasaron varios días, y todo iba mejorando a pasos agigantados. Su padre había vuelto a sonreír. Su madre cantaba al hacer las cenas. Sus hermanos reían. Eran una familia.
Astoria había resuelto todo con Anthony, y le había aclarado sus sentimientos hacia él.
Ahora eran hermanos.
Todo lo contrario sucedía en la vida de Draco. Ya llevaba cuatro días sin comer. Su madre no conseguía que saliera de su cuarto. Él no quería que su padre hiciera eso por él. No quería que Astoria se enamorara de nadie más. No quería tener que finjir que no tenia sentimientos. Quería ser él. Quería ser un chico normal.
Recordó el momento en que fue iniciado como mortifago. La peor parte de su vida. No descansaba, pensando en cómo resolver la misión. Lo había hecho por sus padres. Iban a matarlos.
Pero ahora todo había terminado. Casi.
Cuando se graduara, iría directamente a Azkaban durante cinco largos años. Sabía que no sobreviviría allí. Nada le motivaba a seguir en pie. Lo único que veía era oscuridad. Suspiró y se levantó de la cama. Necesitaba hacer algo. No podía dejarse morir allí.
Se miró en el espejo aún sin reparar. No era capaz. Regresó a su cama y se hundió de nuevo en sus pensamientos.

Necesitaba ser salvado.

Invisible. (Drastoria) - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora