20. Oscuridad.

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Habían pasado ocho años desde el día en que empezó a escribir su historia en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Muchos pensamientos invadieron la mente del pálido rubio, recordándole todo lo que había sido y que ya no sería.
Como lo dictaba la tradición, la graduación tenía lugar en el lago, donde el coro de gente del agua cantaba y cada estudiante paseaba de un lado a otro en un bote personal antes de recibir sus diplomas.
Desde donde estaba, podía ver a su novia Astoria, muy sonriente, recibiendo un premio por los mejores exámenes EXTASIS.
Le dolía un poco el egocentrismo saber que por estar deprimido no había presentado los exámenes. Por lo menos había pasado con los TIMOS, pero no era suficiente. Cuando saliera de Azkaban intentaría volver a presentarlo.
Suspiró.
Azkaban... Esa palabra se había vuelto tan cercana esos últimos meses... Y ahora estaba a tan sólo 24 horas de estar allí.
La ahora directora Mcgonagall se paseaba por cada estudiante, entregándoles un reconocimiento y felicitándolos por los logros obtenidos.
Hermione Granger había ganado el premio anual al mejor estudiante.
Ronald Weasley, en el momento de recibir el diploma, tropezó y cayó a los pies de la directora, la cual también cayó.
Todos rieron con nerviosismo.
Miró al otro lado y allí estaba la despampanante Pansy, junto a todos sus amigos de Slytherin. Los extrañaría. Extrañaría todo ese lugar.
Recordó el día anterior.
Había conseguido un gran ramo de amapolas, y junto a Astoria, se dirigía a los jardines.
- ¿Nervioso? - Preguntó la castaña, que se veía preciosa ese día.
- No, claro que no. Yo nunca me pongo nervioso. Y menos frente a un muerto.
Recibió un golpe en el vientre.
- ¡No seas imprudente, idiota! No vuelvas a decir eso. - Le exhortó.
- Claro, aunque tengo una gran duda. ¿Eres mi madre o mi novia?
Otro golpe.
Al llegar, sintió nostalgia.
Se encontraba frente una tumba blanca.
Dumbledore.
Muchas memorias pasaron por su mente, pero lo que más le dolía era el hecho de que el señor tenebroso le había escogido a él y le había delegado la misión de asesinar al anciano director como castigo a sus padres, y en ese momento, le agradecía a su difunto padrino no haber permitido que lo hiciera.
Se arrodilló y depositó cuidadosamente el ramo a un lado de los muchos otros obsequios que habían allí.
- Lo siento, profesor. - Pensó.
Astoria se hincó a su lado y dejó una carta sobre las flores.
Pasados algunos minutos en silencio, se levantaron y regresaron al castillo.
Se había quitado un peso de encima.

Regresó de su ensimismamiento y notó que había llegado su turno. La directora se acercó a él y le miró comprensiva.
- Eres un buen chico. - Dijo ella, entregándole sus reconocimientos. - A pesar de todo, esta última semana vi lo que hiciste. Te disculpaste, y ya era hora de que lo hicieras, muchacho.
- Jamás pensé que diría esto, pero gracias a usted, por obrar a mi favor en el ministerio y permitir que me dieran este año para terminar mis estudios.
Ella le dio un ligero abrazo y sin más, continuó con los demás estudiantes.

Tras la ceremonia, todos estaban reunidos esperando el tren que los llevaría de regreso a Londres. Él se encontraba despidiéndose de sus amigos. Blaise estaba apagado, Pansy lloraba.
- Chicos, estaré bien. Todo estará bien. - Les tranquilizó, tomando su baúl.
- Tienes que prometer que saldrás vivo de allí, viejo.
Nott se acercó y le estrechó con fuerza.
- Draqui, no dejes que ese lugar te cambie, por favor. - Sollozó Pansy.
Era muy raro verla así. Siempre lloraba, pero eran sólo berrinches de niña pequeña.
En ese momento, sintió un gran vacío. Le pasó un brazo por los hombros y besó su frente.
Ella se limitó a seguir llorando desconsoladamente.
- Ya no llores, Pansy. Volveré.
La chica asintió y le besó cálidamente en la mejilla.
Pasados unos minutos más de despedidas, el rubio sintió que alguien tocaba su hombro y al girar, se encontró con Anthony Greengrass.
- Gracias por haber hecho tan feliz a mi hermana, Malfoy. - Dijo, estirando una mano en señal de tregua.
- Ella es la que me hace feliz a mi, así que no hay nada que agradecer. Aunque si lames por unos segundos mis pies no estaría nada mal. - Contestó, estrechando su mano.
- No pierdas la esperanza.
Él asintió y acto seguido el chico se fue a despedirse de los demás.
Meditó un segundo y notó que el mensaje de todos era el mismo.
No te rindas.
Esperaba no hacerlo. No, no lo haría.
Caminó hacia el tren con paso firme y tras buscar un rato, encontró un compartimiento solitario.
Entró y se tiró pesadamente en el asiento. Todo era demasiado.
Necesitaba estar solo y pensar.
- Hola, cariño.
Tan sólo habían pasado unos minutos cuando, allí de pie en el umbral, estaba Astoria. Traía un elegante vestido esmeralda a juego con sus ojos.
Levantó la mirada y sonrió al verla. Ella era la medicina que necesitaba.
Con ánimo algo triste, la castaña entró y se sentó a su lado.
- ¿Pasa algo, Tori? - Preguntó, incomodado por el largo silencio.
- Me extrañaras, ¿verdad?
Él se giró hacia ella y la besó con ternura.
Se separó un poco, posando su frente sobre la de ella y respirando en sus labios.
- Claro que lo haré. Tú eres lo único que me motiva a seguir a delante.
La castaña le tomó de la barbilla y le dedicó otro beso.
- No te rindas.
- No lo haré.
Se abrazaron y se consolaron mutuamente.
Esas ultimas horas, las disfrutó al máximo. Habló con personas a las que nunca les había hablado, y se disculpó con Hermione por siempre tratarla despectivamente.
Aún así, no arregló las cosas con Potter. Sentía que no merecía su amistad después de todo lo que había pasado.
- Has cambiado, Draco. - Comentó Astoria, ya estando de regreso en su compartimiento.
Él sonrió y miró por la ventana. Faltaba poco para llegar.
- No he cambiado, As. Simplemente me he comportado de la manera que siempre quise hacerlo, sin la presión de mis padres, y sin tener que proteger una reputación.
Ella le abrazó y hundió la cara en su pecho.
- Te quiero, hurón mal teñido.
Él la observó con nostalgia.
- Yo sólo te he estado usando para mantenerme a salvo, esto es por mi, no por ti.
La castaña se soltó de él y infló los cachetes.
- ¿Qué diablos dices? - Espetó.
Él se aferró a ella y le besó la mejilla.
- También te quiero.

El tren llegó a la estación.
Tomó su baúl y se levantó.
Tras un corto beso con la castaña, alguien abrió la puerta y dos personas le propinaron varios golpes, dejándolo sangrando.
Uno de los hombres sacó a rastras a Astoria, y la lanzó fuera del vagón.
Draco podía escuchar levemente los gritos de su madre, pidiendo verlo. No había nadie para él en ese momento.
Los dos aurores le sostuvieron rudamente de los brazos y rápidamente desaparecieron junto a él, internándole en una solemne oscuridad.
Lo peor, era que tras todo lo que había pasado, Draco no saldría siendo el mismo.
Oscuridad.

Invisible. (Drastoria) - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora