5 años después (Parte uno)

1.5K 83 3
                                    

Abrió los ojos. Podía ver una luz.
Era lejana, pero quería alcanzarla.
Parpadeó varias veces y enfocó a su padre.
No entendía. ¿Dónde estaba? ¿Otro sueño? Le dolía saber que tendría que despertarse y encontrarse aún encerrado. La materia oscura plantada en su corazón estaba a un toque de explotar, y llevarse todo consigo.
Hacía mucho que lo único que sentía era dolor, culpa, odio, temor.
De nuevo vio todo negro.
Alguien le hizo sentar. Observó una atractiva mujer vestida sentada frente a él. Hace mucho tiempo no veía una mujer.
- ¿Cómo te sientes?
Quería contestar pero su garganta ardía, lo que le hacía incapaz de emitir palabra.
Sintió un fuerte dolor en la espalda y se incorporó de golpe, golpeándose la frente con algo duro y frío. Se encontraba en el cubículo de castigo.
El espacio era muy reducido, casi como un ataúd. ¿Cuando había llegado allí?
Pensó en su visión.
Sabía que no era real la imagen de su padre. Bueno, de hecho, había olvidado la diferencia entre lo real y lo irreal.
Estaba a punto de caer en la insanidad.
¡Draco!
Escuchó un grito. La voz le resultaba muy familiar. Le recordaba a Astoria.
Ya no se sentía en un lugar angosto. Ahora podía moverse libremente.
Se giró con el propósito de ver quién había emitido el sonido y advirtió que se encontraba en un juzgado, y su madre estaba frente a él.
Su tiempo de condena había terminado.
Su cuerpo no lo soportó.
Cayó.

Narcissa Malfoy se hallaba frente a su hijo. O lo que había sido su hijo. Estaba irreconocible.
- ¡Draco! ¡Hijo! - Gritó, al ver como éste se desplomaba.
Se arrodilló rápidamente junto a él y observó sus ojos, que se habían abierto de repente.
Notó que no percibía el brillo particular que le identificaba, y que ahora sus grises pupilas lucían inyectadas en sangre.
Sus párpados se cerraron de nuevo.
Narcissa lloró amargamente.
- Tranquila cariño. Acaba de salir de ese horrible lugar, tan sólo esperemos un poco. - Le consoló su esposo, tomándola de una mano, y ayudándola a levantarse. No debían mostrar demasiada debilidad en público.
Los aurores que habían traído a Draco le levantaron del suelo y lo llevaron levitando hasta el automóvil muggle en que los Malfoy habían llegado.
Uno de los hombres abrió la puerta y el otro lo metió adentro con cuidado.
Con el chico ya dentro, Lucius y su esposa entraron en el auto y emprendieron la marcha.
- No quiero ni imaginar cómo debió de haberlo pasado allí. Si para mi fue difícil, para él debió ser peor. - Comentó Lucius, que iba conduciendo. No habían querido llevar un chofer esa vez. Necesitaban privacidad.
- Mi bebé... Ahora es todo un joven... Desearía haber pasado mucho más tiempo con él - Se lamentó la rubia, mirando a Draco por el retrovisor.
Él chico estaba prácticamente tirado en el asiento trasero. Su apariencia era nefasta. Tenía muchas manchas rojas en su piel, producidas por la humedad del lugar. La piel se le pegaba a los huesos, haciendo notorio el hecho de que no se había alimentado bien. Todo color que hubiera tenido ahora se había ido. Parecía un fantasma. Quizás hasta lo era.
- Lo sé. Yo también desearía poder cambiar muchas cosas. Pero no podemos, Cissy. Ni siquiera un giratiempo podría ayudarnos a revertir toda esta porquería.
Ella suspiró pesadamente.
Con un rápido movimiento se limpió las lágrimas que cubrían su rostro y se incorporó. Ser débil no serviría de nada en ese momento.
- Nuestro Draco ha regresado.
El viaje transcurrió en un incómodo silencio.
Al llegar a la mansión, pasaron tranquilamente los hechizos de protección y entraron, ignorando los muchos carteles con mensajes de odio hacia ellos.
- Cissy, ve y dile al elfo que prepare la cena. - Ordenó Lucius, girándose hacia el asiento de atrás y mirando a su hijo.
La mujer se limitó a asentir y salió del auto, dirigiéndose a la entrada.
- Enervate - Susurró él, apuntando a Draco con su varita.
Pasado un minuto, abrió los ojos.
- ¿Padre? - Balbuceó. El largo cabello rubio le caía por los hombros, y la mitad de su rostro estaba cubierta por una espesa barba.
- Si, soy yo. Estás en casa, Draco. - Respondió Lucius, esbozando una casi imperceptible sonrisa.
El chico miró a su alrededor, desconcertado.
Acto seguido, salió del auto.
Su rostro denotaba sorpresa, pero no alegría. Probablemente había olvidado cómo se sentían las emociones positivas.
Draco regresó la mirada al auto y vio a su padre salir. Su apariencia era quizás tan mala como la suya.
Se acercó a él a paso lento. Éste a su vez, le cubrió con sus brazos fuertemente, y de los ojos de ambos empezaron a aflorar lágrimas contenidas desde hacía mucho tiempo.
Se quedaron en esta posición hasta que sintieron que alguien más se adhería al abrazo.
- No volveremos a cometer un error así, hijo. Eres lo más importante para nosotros. - Susurró Narcissa.
La familia estaba junta de nuevo.
No supieron cuanto tiempo pasó hasta que se separaron debido a una gran tormenta que se había desatado.

Draco continuaba pensando que era un sueño más.
Los brazos de sus padres se sentian demasiado reales como para ser una creación de su mente, pero aún así confiar no era una de sus virtudes.
Entraron a la mansión y se dirigieron a la mesa.
Al parecer sus padres habían hecho una remodelación, ya que la casa no se veía tan sombría como siempre.
Se sentó cautelosamente en uno de los asientos y observó con curiosidad la nueva apariencia del lugar. Ahora la mesa era de cristal, y el papel tapiz de las paredes no era tan opaco.
- ¿Cómo te sientes, Draquito? ¿Tienes hambre? - Preguntó su madre, entrando con un gran plato de pastel.
Él intentó contestar con naturalidad, pero al hacerlo, sintió mil garras aferrándose a su garganta.
- M-Mucha.
No reconocía su propia voz. Quizás no hablar por tanto tiempo le había afectado.
La cena transcurrió con normalidad. Al parecer si eran sus padres. Suspiró con alivio. Quería ver a Astoria. Gracias a ello no había sucumbido ante la locura. Había aguantado 60 meses sin ella, y no quería esperar ni un día más.
Algo le pareció extraño.
Al preguntarle a sus padres por ella, se habían mirado nerviosamente entre ellos y habían cambiado el tema.
¿Pasaba algo malo? Quizás había hecho su vida. Quizás le había olvidado. Quizás nunca le quiso.
Subió a su cuarto y lo primero que hizo fue observarse en el espejo. Soltó un grito de terror. No creía que pudiera estar viéndose. Ese no era él.
Ante el grito, sus padres acudieron al instante, preocupados.
Le tomó unos minutos tranquilizarles pero no tardaron en dejarle en paz.
Sin titubear, se metió al baño y se dio un largo y relajante baño con agua caliente. Hacía mucho no se bañaba decentemente.
Disfrutó la sensación de estar limpiándose. Nunca se había dado cuenta de lo importantes que eran las pequeñas cosas de la vida diaria hasta que se había quedado sin ellas.
Cortó su cabello y se afeitó. No aguantaba más esa apariencia de vagabundo.
Al salir del baño, encontró una pijama pulcramente doblada sobre su cama, y vistió su cuerpo con ella.
Se sentó en la cómoda colcha, y suspiró. Se sentía muy extraño. Siempre había imaginado que ese momento sería uno de los más felices, pero no era así.
Necesitaba ver a su novia. Que probablemente ya no lo era. Y no podría culparla.
Si no estaba allí con él, era por algo.
Revisó su mesita de noche y encontró muchas cartas, de parte de Blaise, Nott, Zabini, y hasta de Crabbe.

Ninguna de Astoria.

"La oscuridad ya había invadido su corazón."

Invisible. (Drastoria) - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora