La Velada (parte I)

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Una vez llegué a Madrid, después de horas de autobús, en la estación mis hermanas mellizas me abrazaron fuertemente al verme.
Mi madre me sonrió para luego abrazarme imitando a mis hermanas y mi padre me alentó para sacar adelante mis últimos exámenes, orgulloso.
mi hermano se había ido de viaje de estudios celebrando que ya había terminado el período del instituto, así que no pude verlo o saludarlo.

- Estabas con un chico ¿no, Azu? Ángel era su nombre, ¿verdad? ¿Qué tal con él? -Cuestionó mi madre, emocionada, en el trayecto de coche hacia nuestra casa.

En mí una brecha que en apariencia estaba cerrada se abría abruptamente en mi corazón, recordándome lo que aquel infeliz de Ángel Márquez me había hecho.

Me obligué a sonreír.

- Mamá, él y yo lo dejamos. Me engañó. -Le confirmé, aquellas palabras dolían, pero necesitaba decirlas con urgencia, necesitaba la comprensión de mis familiares.
Mi madre me miró apenada.

- Eres mejor que él Azu -Indicó mi madre cogiendo mi mano. Cuando la llamé y le conté la noticia semanas antes especifiqué lo enamorada que estaba de aquel chico y lo mucho que había esperado ese momento.

Me ilusioné y ella lo sabía.

-Bueno hija, piensa que hay muchos peces en el mar. Eres muy guapa y tendrás donde elegir. Si te ha dejado ¡más pierde él que tu! - me consoló mi padre dándome unas palmaditas en la espalda.

- ¡Es un tonto! -Confirmó Tuni, una de mis hermanas, lanzándose a darme besos en la mejilla -te he echado un montón de menos...

- ¡Azu eres preciosa! ¡Quiero ser como tú de mayor! - Me alagó mi otra hermana, Rosa. Ella también me atacó con su abrazo de oso dejándome sin apenas respiración.

Digamos que con todas aquellas palabras y muestras de cariño, aquella brecha en mi alma se cerró un poquito.

Llegamos a casa.
Mi antigua habitación seguía tal y como la había visto la última vez.
Me tumbé sobre la colcha y abracé al osito que había sido uno de mis mayores confidentes toda mi infancia, en mi adolescencia contuvo mis lágrimas tras los desamores y aguantó mi locura cuando una noticia me hacía muy feliz.

Osito, Tu y yo hemos pasado por mucho. Aún podemos pasar por más.

Pensé optimista acogiendo al osito delicadamente en mi pecho.

- ¡Niñas! - Nos llamó mi madre desde su habitación -¡arreglaros que hoy vamos al cine!

- Mamá, yo ya no soy una niña, tengo casi 22 años -le espeté divertida.

- ¡Para mí siempre seras mi pequeña!

No sabía si quería ir a un cine.
La oscuridad, el olor a palomitas de mantequilla, el nestea en cantidades desmesuradas y la tenue luz que se expulsa unicamente de la inmensa pantalla, me traían recuerdos turbios.

Pero con mi familia sería algo distinto ¿no?

Me envutí en un sencillo vestido, ya que el calor que empezaba a adquirir el ambiente lo requería.

Me gustaban los vestidos estampados ya que daban luminosidad a mi pálida piel, y el que me puse esa noche no fue la excepción. No me eché demasiado maquillaje, no estaba de humor para arreglarme.

Salimos de casa, y mis hermanas que con sus súplicas y sus lloriqueos lo conseguían todo lograron que fueramos a cenar al MCDonnalds.

Se pidieron su menú infantil que venía con un juguete de los minions, mis padres y yo nos pedimos un menú CBO resignados.
Nos reímos demasiado aquel día.

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