Contrato de Boda

La Velada (parte II)

No vi a aquel chico hasta después de la cena. Después de su aparición todo empeoró.

Tras saludar a la familia Pérez nos sentamos en la mesa que se nos había adjudicado junto al jefe de mi padre, su familia y otras personas que no lograba identificar.

Supuse que también serían de la empresa de papá.

Me fijé en el entorno, aún sorprendida.

¿Tantos lujos juntos? Solo los había visto en películas y aquello incluso las superaba.

Las mesas eran redondas y amplias.

Los manteles rosa pálido y las sillas forradas del mismo color me proporcionaban una sensación de paz.

Dos grandes arañas colgaban del techo, relucientes colocadas en los extremos del gran salón.

Como adorno, cada mesa poseía un candelabro con tres velas rojas y una pequeña maceta con azucenas amarillas, sonreí al identificar mi nombre en ellas.

- Son azucenas -susurré en voz alta. Mis padres me sonrieron, hice lo mismo, absorta por la belleza que desprendían.

El sonido de la música de Lennon que se oía levemente, introducía una pizca de emoción a nuestros corazones.

- Son bellísimas -aceptó mi padre, - pero sin duda alguna la Azucena más bonita que hay hoy en este salón eres tú, cariño. - Me alagó, volviendo a fijarse en mi aspecto, me sentí genial entonces. - ¿Cuando has crecido tanto, pequeña?

- Soy la misma papá, solo que con la carrera casi acabada y una familia perfecta, aunque vosotros siempre habéis sido así.

- Y siempre seremos así. Te queremos Azucena. - Habló mi madre.
Mi sonrisa no podía ser mas ancha, porque simplemente mis labios no daban a más.

Ángel Márquez, tú has perdido, yo no.

Mis hermanas molestas fulminaron con la mirada a mi padre, celosas.

- y por su puesto las más lindas flores de todo el salón son mis dos pequeñas, Petunia y Rosa. Mis preciosas que ya casi son unas mujercitas -mi padre empezó a fundirse en piropos hacia mis hermanas.

Mis pensamientos me absorvieron por completo.

Quizás sea mejor por separado.

Me dije, pensando en Ángel.

Siempre era Ángel.

Estaba harta de él.

Aquella noche disfrutaría la velada, aunque aquel no fuera mi mundo.

Imagine de John Lennon empezó a sonar esta vez.
Mi favorita, del cantante de los Beattles, ése que fue asesinado.

Me fijé en las personas que había a mi alrededor, en mi mesa.

Parecían de mi estilo. Era gente que no acostumbraba a cenas de aquel tipo. ¿El aspecto negativo? La mayoría eran personas mayores, y si tenían algún hijo, éste era pequeño.

Escruté otras mesas.
Tal y como había predicho había chicas allí con peinados de peluquería, maquillaje de esteticista y vestidos que perfectamente podrían triplicar el precio del mío.
Los hombres vestían corbatas o pajaritas y parecían demasiado serios.

Desde mi punto de vista, la seriedad disminuía considerablemente la belleza en un hombre.

Los platos llegaron en bandejas individuales.

Más de diez camareros salieron en fila de lo que parecía ser una cocina con una bandeja en cada mano.

Nos sirvieron y la música cambió.