Visita al Abuelo

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Había pasado una semana desde mi graduación..

Yo y Pérez estábamos en portada de todas las revistas de economía y actualidad, oficialmente íbamos a casarnos.

En aquel momento me encontraba con Luisa en frente de una farmacia 24 horas de Murcia. Estaba que se arrancaba los pelos por saber si estaba embarazada o, por el contrario, no, ¿y quién mejor que su mejor amiga para acompañarla a averiguarlo?quizás su marido, Marcos, pero estaba en una reunión con el imbécil de mi prometido.

- Dios, ¡que nervios! - me susurró Luisa, tras el tintineo que indicaba nuestra reciente entrada a la farmacia. 

Le di un leve codazo, indicando que se calmara, éramos las siguientes en la cola y debíamos actuar con madurez, y que Luisa estuviera hiperventilando y fatigada por los escalofríos, más bien de hacerla ver como una chica de veintidós años parecía una niña de dieciséis.

Demasiado rápido para mi gusto llegó nuestro turno.

- ¿En que puedo ayudarles? - Preguntó amablemente la joven farmacéutica, de cabello negro caoba y ojos de un oscuro insondable.

- Necesitamos un test de embarazo - demandé con una sonrisa nerviosa.

- ¿para las dos? - Inquirió la farmacéutica, profesionalmente.

- ¡no! - Exclamé, escandalizada.

- Solo uno, por favor- informó Luisa, mirando con cierta diversión irónica mi reacción, extrema.

- Perfecto, son 12 euros. - informó la mujer tendiendo la prueba a mi mejor amiga.

Saqué el dinero de mi bolsillo, le prometí que se la compraría como un detalle personal y una muestra de amistad.

Dejé el dinero sobre el mostrador, y, con un inquieto agradecimiento, Luisa y yo salimos pitando de la farmacia, hacia el piso, como si no existiera un mañana.

Cuando llegamos, poco después debido a que no nos matamos para buscar una farmacia ya que había una que se encontraba en la misma calle del bloque, Luisa se encerró en el baño con la prueba, una vez hubo miccionado sobre el detector de embarazo, reclamó mi atención pronunciando mi nombre.
Como buena mejor amiga que era, y compañera de penas, acudí en seguida a su llamada.
Y ella sentada sobre la tapa del bater y yo encima del bidel del cuarto de baño, aguardamos los dos minutos reglamentarios al borde de mordernos las uñas con impaciencia.

Luisa y Marcos ya habían ensayado una y mil veces como informar a sus respectivas familias sobre la posible criatura en camino. Pero un espejo de cuerpo entero y la madre de Luisa no tenían más parecido que el del físico que mi amiga compartía con su progenitora.
Decirlo sería mucho más complicado y doloroso para ambas partes, y más teniendo en cuenta que la hermana mayor de Luisa ni siquiera había contemplado la perspectiva, hasta el momento, de tener un bebé.

Los dos minutos llegaron a su fin y la hora de la verdad se hizo inminente.

- ¿Quieres qué ponga una canción motivadora antes de mirar juntas el resultado del test? - Le propuse a mi mejor amiga con una sonrisa que trataba de infundir confianza.

- No, Azu, no soportaría tanto dramatismo- denegó Luisa, con los ojos fuertemente apretados y el test boca abajo sobre sus temblorosas manos.

Mi amiga, la infantil y romántica empedernida, ¿estaba llorando?  ¿Tenía miedo? ¿La que salía a por un pintauñas en época de exámenes, aguardaba una notificación en sus manos que podría cambiar su vida drásticamente? La respuesta era: sí.

La vida había cambiado mucho para ambas en un mes.

Yo, comprometida con un magnate dueño de multitud de empresas al que no amaba, y ella, casada por papeles con otro rico con el que quizás compartiera un futuro hijo.
Todo por los contratos y las malas decisiones.

Contrato de BodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora