Un ángel transformado en demonio

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- Sabes que no sé bailar, César - le susurré al oído a mi atrayente marido una vez hubo desaparecido todo el percal de mesas y la gente se las ingenió para colocarnos a ambos en medio de la pista, solos y juntos.

- Esposa mía, tan solo imitame, y el resto saldrá fluido. Tu debilidad te hace poderosa. - Me susurró César.

Era increíble la duda que hacía germinar en mi interior, ¿él me quería o tan solo me deseaba?, lo que más me asustaba de mí misma era que sentía curiosidad por cómo me comería.

Posó una de sus manos en mi cintura, guió una de las mías hasta su espalda, y tomó mi mano libre entre las suyas.

Nos quedamos mirándonos.

-No me cansaré jamás de decirte que eres preciosa.

- Te recuerdo que si bailamos ahora haremos el mayor ridículo de la historia, por mi culpa, luego te diré "te lo dije". Ah, y bueno...gracias por lo de que soy preciosa, tú vas como siempre.
Un pavo real en todo su explendor:deslumbrante, imponente y seductor.

Me miró sin entender ese "como siempre", sonreí ligeramente, suplicandole aún con la mirada no hacer el ridículo frente a todos.

César hizo caso omiso de mi advertencia.

La música empezó a amenizar la pista, apreté la mano de mi compañero de baile, sintiendo, de repente, el suelo poco consistente y mis pies de gelatina.

- Apoyate sobre mis pies azucena, y sigue mis pasos - me indicó César en el oído.

- mancharé tus bonitos zapatos - renegué en un intento inútil de escapar de la situación.

Él me sonrió irónicamente.

-No te preocupes por eso. Hazme caso.

Esta vez obedecí.
El vals empezó y con él los pies del apuesto César Pérez comenzaron a moverse con gracilidad, y por lo tanto, los míos también, pero con más bien poca gracilidad.

No quedaba espacio entre nuestros cuerpos.
El sonido de la música nos privaba del resto de personas, y los movimientos de César guiando a los míos me privaban a mi misma de la racionalidad.

- Baila muy bien, "señor Pérez" - le susurré al protagonista de mi vida. Literalmente. Él había puesto patas arriba toda mi vida, incluidos mis planes y prejuicios.

Me apretó mi espalda baja aún más contra su escultural cuerpo, si aquello era posible. Me miró a los ojos profundamente.

- Se hacer otras cosas también muy bien, Azucena López.

- ¿Manipular a la gente? ¿Por ejemplo?
Solté, sin pensarlo dos veces.
Oh no. Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad, no debería haber bebido tanto vino durante la comilona.
Aunque César no se separó de mí, dejó de ejercer esa presión para mantenerme anclada a su cuerpo. Aparentemente la gente que miraba hacia nosotros maravillada no había notado ese cambio de humor brusco, pero yo sí.

- Yo no he manipulado a nadie - refutó César Pérez seguro de sí.

¿Por eso estoy casándome con un hombre que acabo de conocer, y además estoy obligada a tener un hijo en un margen de tres años?

Tal y como lo pensé, lo dije. La impotencia contenida de las últimas semanas, junto con las copas de vino demás influyeron bastante.

- Por eso hoy es mi boda con alguien a quien casi no conozco y además tengo que tener un hijo. Te lo deletrearé: so-lo ten-go vein-tiun a-ños.

Contrato de BodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora