Decisiones

63.4K 3.2K 97
                                        

La vuelta a Murcia se me hizo demasiado larga subida en aquel autobús de alsa.
Las preguntas iban y venían, pero casi ninguna con respuesta.

El estaba en Madrid, y su abuelo, ¿cómo se suponía qué ibamos a quedar?

¿Cómo iba a ir yo allí una o dos veces por semana?

¿Me convertiría en una de esas mujeres que se forran por criticar a otras en ciertos programas de la televisión?

¿Mantendría cierta privacidad o sería de dominio público incluso la casa dónde vivía y la universidad donde iba a graduarme?

¿Él sería respetuoso?

¿La decisión atraería al infierno hacia mi apacible rincón de tranquilidad?

Un tema de bruno Mars, The lazy song, sonaba a través de mis auriculares.
Yo tampoco deseaba hacer nada como decía la canción, ni siquiera pensar.
La canción cambió repentinamente y supe que estaba recibiendo una llamada.
La atendí desganada.
- Digaaa

- ¿Azucena?

Oh no, Dios mío.

- ¿de dónde has sacado mi numero?

- ¿Del curriculum que enviaste a mi correo para trabajar en mi empresa? -Me preguntó sarcástico.

¿Este hombre cuantas empresas tenía? No deseaba saberlo, y menos las que tenía su padre, ése quizás ni llevase la cuenta.

- Estoy de viaje - le informé, -en un autobús -añadí para cortar la conversación.

- Será rápido, lo prometo.

- Desembuche, Pérez.

- ¿Lo ha decidido ya? - Me preguntó esperanzado.

Estaba confusa, ¿por qué insistía tanto conmigo? No había nada en mí del otro mundo. Era demasiado normal.

- ¿Por qué tengo que ser yo? -Le pregunté con frustración.

- Porque usted, señorita López, encantará a mi familia. Les gusta la sencillez.

Me reí a carcajadas sin poder evitarlo.

-Quién lo diría. ¡Si son muy ostentosos!

- No se meta en terreno peligroso, señorita López, no le conviene. -Me amenazó con un tono de voz escalofriante. Hizo una pausa. -Cuando lo sepa llámeme, tiene mi número en la tarjeta. Hasta pronto, Azucena -me dijo y se despidió sin dejarme decir ni una vocal de despedida.

-Adiós, señor ricachón -dije en voz débil para mí misma.

La música de Jason volvió a mis oídos, y entre diversas canciones que versaban diferentes temas de la vida, acabé por quedarme dormida.

-Jóven, Murcia es la última parada. Despierte - me avisó el conductor de aproximadamente cincuenta años traqueteandome un poco.

Asentí evitando el bostezo que quería salir de mi boca. Ya había salido todo el mundo, solo faltaba yo.

Me levanté del asiento, salí apresurada y tomé mi maleta, después esperé al taxi que mi padre había llamado para mí.

Me dejó frente al bloque donde vivía, tras un recorrido que solo duró cinco minutos. Le pagué agradeciendo su servicio a la mujer que conducía.

Seguidamente en cuanto abrí la puerta del piso me lancé a la cama, pedí una pizza con el móvil y llamé a Luisa, que volvería a mi lado en dos días.

Contrato de BodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora