Su lugar especial

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Yacía postrada en un mullido lugar bastante confortable, que más tarde identifiqué como un camastro.

- No quiero más propuestas ni contratos - detuve con rotundidad a Pérez, que me miraba esperando una reacción de mi parte.

-Azucena, quiero que lo pienses bien. - Me pidió con una mirada que rozaba la súplica.

- Por pensar las cosas demasiado suelo cagarla. - Admití con certeza.
Me incorporé de la cama, frotándome los ojos en el acto para tener mejor visualización de mi entorno.

Me sorprendió la sobriedad de la estancia, era una pequeña habitación entre las rocas marinas. Todo el habitáculo estaba recubierto de cemento, era bastante sencillo aquel sitio, a decir verdad.

- Ya es de noche. -Murmuré para mis adentros.

Miré hacia la puerta invisible que conformaba el abujero de salida de la cueva rocosa, y las estrellas junto con la luna llena me dieron la bienvenida.

-¿Aquí no tienes electricidad?
Mi pregunta iba dirigida a Pérez, que se había quedado embelesado por un momento escrutando las estrellas. César me miró con una suave sonrisa nostálgica, que según la situación, no venía a cuento, pero decidí no preguntarle nada ya que él tenía todo el derecho del mundo de simpatizar con la astrología y sus constelaciones.

- ¿Tú ves aquí alguna iluminación?
Me devolvió otra pregunta, que por un segundo me dejó desconcertada.

- A decir verdad no. - Le contesté.

- Podría utilizar la electricidad si quisiera, pero destrozaría un momento tan bello como éste. ¿No ves las olas romper contra las rocas de esos acantilados y la luna junto con las estrellas iluminar todo a su alrededor con una luz natural y mágica? -Susurró y sus palabras calaron mi corazón por un momento, pudiendo apreciar todo lo que él sentía.

De nuevo me quedé en blanco ante su pregunta retórica, ¿desde cuando César Pérez era tan profundo y poético? ¿Aquel hombre había nacido sin ninguna tara de ningún tipo?

- Es un paisaje admirable -admití - debo darle la razón de que la luz eléctrica solo estropearía la magía que guarda la naturaleza. - le confesé, mirando por unos segundos el romper de la marea contra el rocaje y la palidez del ambiente en el exterior, influenciado por la luna.
- Por favor, Azucena, quisiera que me tutees. Aunque no aceptes ser mi esposa, seguimos en una relación amorosa ¿recuerdas? - Me recordó mi cruda realidad y asentí con cierta resignación.

- Tengo que llamarte César en todo momento delante de todos...y tutearte.

- Por supuesto, es mi nombre. Se supone que se tiene un nombre para que te llamen así. - Asintió, mirándome con una pequeña sonrisa de burla, que me hizo sentir en cierto modo ridícula.

- ¿Vivirías aquí? ¿En esta cueva? - Pregunté sin controlar mis palabras, cegada por el impulso de saber mas del jóven heredero Pérez.

Pérez enmarcó una ceja ante mi pregunta, pensativo.
- Es una excelente pregunta, señorita - me ¿alagó? - probablemente sí, al fin y al cabo vengo a este tipo de lugares cuando necesito pensar o evadirme. - Me respondió y por primera vez me fijé en la mediana sala donde nos encontrábamos.
Los muebles estaban contados: una mesa de madera de lo mas común con alguna que otra silla hecha del mismo material, la cama más bien pequeña donde me había encontrado tumbada con anterioridad, una pequeña nevera conectada a un enchufe, una alfombra roja algo estropeada que tapaba un suelo de lo que supuse que sería cemento y roca y una cómoda junto a la cama elaborada del mismo material que la mesa y las sillas. Fin.
- ¿te gusta lo que ves? - Me preguntó.
Por fin notaba que Pérez no se encontraba reacio para responderme a mis dudas, por una vez, él deseaba que lo conociera. Decidí que ese momento en el que se encontraba con la mente abierta era el perfecto para acribillarlo a cuestiones.
- Me parece perfecto, César. -murmuré. Aquel era mi momento pregunta. - ¿Cómo puede ser que un lugar tan simple, poseyendo tantos lujos te inspire?

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