No todo es malo.

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Narra Alejandra.

Damas y caballeros, en breve estaremos aterrizando en el aeropuerto de Alberta, Canadá. Permanezcan en sus asientos con sus cinturones puestos, son las 8:50 AM hora del este.

Quien lo diría, ¿Canadá, eh?, entones es aquí en donde pasar mis últimos días, ya que estoy con un psicópata.-decía en mi mente mientras esperaba que el avión aterrizara.

Mi mente estaba perdida, cuando de repente la voz rasposa de Jeff me trajo a la realidad después de que dijo- ¿no estas emocionada?

Rápidamente lo mire on despreio, aunque no quería demostrarlo demasiado, y como siempre su rostro no parecía dar ninguna señal de alguna emoción, además de esa risa que ya tenía cortada en el rostro.- ¿Tienes hambre?- continuó hablando.

-Realmente no.- Conteste. Y en ese momento justo para contradecirme, mi estómago gruñido lo más fuerte posible.

Ladeo su cabeza, como un perrito con curiosidad, y pensé que era tierno. -Un psicópata nunca puede ser tierno, idiota.-me dije rápidamente, para contradecir mis emociones.

-No hay forma de que me puedas mentir no soy como eslenderman, para poder leer tu mente, pero sé que si tienes hambre, así que cuando lleguemos te traeré algo de comer- dijo frustrado al darse cuenta de que si tena hambre.

Asentí levemente. De pronto mientras trataba de acomodarme, mi espalda crujió como un nacho en la boca de un glotón- malditos asientos de avión.-dije enojada.

-¿Qué te pasa?- preguntó Jeff inmediatamente, sonando preocupado.- Él estaba preocupado maldita sea.

-no es nada, solo es un dolor en la espalda.

-Puedo darte un masaje después, si quieres.- dijo sonriendo, bueno eso creo pues casi no puedo distinguir sus emociones por la sonrisa que tiene en el rostro.

Me sonroje, y mis mejillas no tardaron en ponerse rojizas, además la idea de que frotara mi espalda y yo desnuda, con esas manos.... Oh Dios santo. ¡CONTROLATE MUJER!

-¿Cómo sé que no has de tratar de matarme?- le pregunté y lo mire acusadoramente.

Rio un poco. -Ay linda, si quisiera matarte, ya lo habría hecho.

Eso hizo que yo quisiera temblar de miedo, pero aun así me preguntaba por qué aun no me había matado, además yo no tenía nada de especial. Así que Ahora solo necesitaba esperar a ver qué pasaba.

Pero aun no podía entender por qué estaba con un crepy en Canadá.

Narra Jeff The Killer.

Después de incontables horas de vuelo, por fin bajamos del avión, era hora de dirigirnos a la cabaña que se encontraba en el bosque. Pero el color aceitunado de la piel de Alejandra ahora era pálido, seguramente por el hambre, el sueño... y el miedo.

Era momento de que empezáramos a caminar. Un silencio profundo e incómodo estaba inundando nuestro camino. De repente Alejandra empezó a tararear una canción. Me quedé callado, escuchándola cantar alguna extraña canción de amor. Su voz era suave como la seda y dulce como la miel, y cuando cantaba así un sentimiento agradable se formaba en mi vacío y frío pecho, haciendo que mis ojos que normalmente estaban llenos por una profunda obscuridad, ahora estaban recibiendo un rayo de luz.

Al llegar a la casa le abrí la puerta y dije, -Después de usted, princesa.

Ella se sonrojo un poco. Me agradaba verle un poco de color en las mejillas. Jeff eres un maldito cursi. Ya cállate. Decían las voces en mi cabeza y sin repudiarlo tenía que aceptar que tenían razón.

La sonrisa del Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora