MUCHAS GRACIAS CHICAS POR SU APOYO AQUI LES DEJO CAP Y ESTE ES DE LA HISTORIA DE LA FAMILIA DE LU SE LO DIGO PARA QUE NO SE CONFUNDAN
Su nombre es Christian. Una y otra vez he vuelto a caminar por los riscos, con la esperanza de intercambiar unas pocas palabras con él. Me digo que se debe a la fascinación que siento por el arte, no por el artista. Podría ser verdad. Debe ser verdad.
Soy una mujer casada y madre de tres hijos. Y aunque Fergus no es el esposo romántico de mis sueños juveniles, cuida de nosotros y a veces es amable. Quizá hay una parte de mí, una parte rebelde, que desea no haber cedido a la insistencia de mis padres de realizar un matrimonio bueno y apropiado. Pero es una tontería, ya que el acto lleva consumado desde hace más de cuatro años.
Es una deslealtad comparar a Fergus con un hombre al que apenas conozco. Pero aquí, en mi diario privado, se me debe permitir esa indulgencia. Mientras Fergus solo piensa en los negocios, en el siguiente trato o dólar, Christian habla de sueños, imágenes y poesía.
Cuánto ha anhelado mi corazón solo un poco de poesía.
Así como Fergus, con su generosidad distante y despreocupada, me regaló las esmeraldas el día en que nació Ethan, en una ocasión Christian me ofreció una flor silvestre. La he guardado, presionándola entre estas páginas. Cuánto mejor me sentiría llevándola en vez de esas gemas frías y pesadas.
No hemos hablado de nada íntimo, de nada que pudiera ser considerado impropio. Sin embargo, sé que lo es. El modo en que me mira, me sonríe, me habla, es gloriosamente impropio. El modo en que lo busco en estas luminosas tardes estivales mientras mis pequeños duermen no es la acción de una esposa recatada. El modo en que me palpita el corazón cuando lo veo es una clara deslealtad.
Hoy me he sentado sobre una roca y lo he observado manejando el pincel, dándole a esas piedras rosas y grises, al agua azul, vida en el lienzo. Había un bote deslizándose por su superficie, tan libre y solitario. Por un momento nos imaginé a los dos en él, las caras al viento. No entiendo por qué tengo estos pensamientos, pero mientras permanecieron conmigo, claros como el cristal, pregunté su nombre.
-Christian -repuso-. Christian Bradford. Y usted es Bianca.
La manera en que pronunció mi nombre... como si nunca antes lo hubieran dicho. Jamás lo olvidaré. Jugué con la hierba que sobresalía entre las grietas de la roca. Con la vista baja, le pregunté por qué su esposa jamás iba a verlo trabajar.
-No tengo esposa -me informó-, Y el arte es mi única amante.
No estuvo bien que mi corazón se inflamara con sus palabras. No estuvo bien que sonriera, pero lo hice. Y él también. Si el destino me hubiera tratado de forma diferente, si de algún modo se hubiera podido alterar el tiempo y el lugar, habría podido amarlo.
Creo que no me habría quedado otra elección que amarlo.
Y si ambos lo sabíamos, comenzamos a hablar de cosas sin importancia. Pero cuando me incorporé, sabiendo que mi tiempo allí había llegado a su fin ese día, él se inclinó y arrancó una diminuta brizna de brezo dorado y la colocó en mi pelo. Por un momento, sus dedos flotaron sobre mi mejilla y sus ojos se clavaron en los míos. Entonces se apartó y me deseó un buen día.
Ahora escribo con la lámpara baja, escuchando la poderosa voz de Fergus mientras le da instrucciones a su valet en la puerta de al lado. Esta noche no vendrá, algo que agradezco. Le he dado tres hijos, dos varones y una niña. Al proporcionarle un heredero, he cumplido con mi deber, y él no encuentra a menudo la necesidad de venir a mi lecho. Igual que los niños, yo he de estar bien vestida y bien educada, para ser presentada en las ocasiones adecuadas, como un buen clarete, ante sus invitados.
Supongo que no es mucho pedir. Es una buena vida, una que debería tenerme satisfecha. Quizá así era, hasta aquel día en que paseé por primera vez por los riscos.
De modo que esta noche dormiré sola en mi cama, y soñaré con un hombre que no es mi esposo.