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Lu los encontró de esa manera. La lluvia daba con suavidad contra las ventanas. En el cuarto de baño que había pasillo abajo, un goteo caía musicalmente en un cubo. Por lo demás, solo se oía una respiración acompasada.

Alex estaba tendido boca abajo, con los dedos cerrados todavía sobre su arma. Además de los cuerpos, el suelo se hallaba atestado de coches en miniatura, muñecos de acción derrotados y unos pocos dinosaurios de plástico. Evitando las bajas, Lu entró.

No supo muy bien cuáles fueron sus sentimientos al encontrar a Fer dormido en el suelo con sus sobrinos. De lo que sí es tuvo segura fue de que, si no lo hubiera visto con sus propios ojos, no lo habría creído.

Su corbata y zapatos habían desaparecido, tenía el pelo revuelto y por su camisa de algodón había una línea húmeda.

Experimentó una ternura muy real en el corazón. Si incluso parecía... dulce, pensó, y de inmediato metió las manos en los bolsillos. Eso era absurdo. Un hombre como Fernando jamás era dulce.

Quizá los chicos lo han dejado sin sentido, reflexionó, inclinándose sobre él. Fer abrió los ojos, la observó durante un momento y luego emitió una especie de sonido somnoliento y ronco.

Lu: ¿Qué hace? -susurró.

Fer: No lo sé muy bien -alzó la cabeza y miró alrededor. Tenía a Jenny en el hueco de un brazo y a Alex al otro lado- Pero creo que soy el único superviviente.

Lu: ¿Dónde está la tía Coco?

Fer: Haciendo unos recados. Yo vigilo a los niños.

Lu: Oh, ya lo veo -enarcó una ceja.

Fer: Me temo que se libró una batalla importante y se perdieron muchas vidas.

Lu: ¿Quién ganó? -sonrió al ir a buscar una manta a la cama de Alex.

Fer: Jenny reclamó la victoria -con suavidad quitó el brazo de debajo de la cabeza de la pequeña- Aunque Alex no lo aceptará.

Lu: Sin duda.

Fer: ¿Qué hacemos con ellos?

Lu: Oh, nos los quedaremos, supongo.

Él le devolvió la sonrisa.

Fer: No, quería decir si los metíamos en la cama o algo por el estilo.

Lu: No -con destreza abrió la manta y la extendió sobre los dos niños en el sitio donde dormían- Estarán bien -sintió el ridículo impulso de rodearle la cintura con un brazo y apoyar la cabeza en su hombro. Lo controló sin piedad- Fue muy amable de su parte ofrecerse a cuidarlos.

Fer: Realmente no me ofrecí. Me reclutaron.

Lu: Aun así, fue amable.

Fer: No me vendría mal una taza de café -comentó al reunirse con ella en la puerta.

Lu: De acuerdo -aceptó tras un titubeo- Lo prepararé. Al parecer se lo ha ganado -miró por encima del hombro al bajar las escaleras- ¿Cómo se ha mojado la camisa?

Fer: Oh -pasó una mano por ella, un poco abochornado- Un impacto directo con un rayo mortífero disfrazado de pistola de agua. ¿Qué tal ha ido su día?

Lu: No tan aventurero como el suyo -entró en la cocina y fue directamente a poner agua- Solo reconstruí un motor.

Cuando el café comenzó a hervir, se dedicó a encender la chimenea de la cocina. Fer notó que tenía lluvia en el cabello. No era un hombre lírico, pero se encontró pensando que las gotas de agua parecían una ducha de diamantes sobre la gorra.

Se recordó que siempre había preferido a las mujeres con el pelo largo. Femeninas, suaves, sinuosas. Y sin embargo... ese estilo de pelo encajaba con Lu, ya que mostraba su cuello esbelto y enmarcaba esa gloriosa y blanca piel.

Lu: ¿Qué está mirando?

Fer: Nada -parpadeó y movió la cabeza- Lo siento, solo pensaba. Es... Hay algo que reconforta en un fuego en la cocina.

Lu: Mmm -parece raro, pensó. Quizá se debiera a la falta de corbata-. ¿Quiere leche en el café?

Fer: No, solo.

Al ir hacia la cocina le rozó el brazo. En esa ocasión fue él quien retrocedió

Cortejando a Lucero #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora