sorprendido consigo mismo, él la siguió más despacio. Otra mujer, ciertamente una que tuviera el matrimonio en la cabeza, habría sonreído... o hecho un mohín. Lo habría rodeado con los brazos o fingido que lo mantenía a raya. Pero otra mujer no se habría quedado con la espalda contra la pared como si se enfrentara a un pelotón de fusilamiento. Otra mujer no lo habría observado con ojos muy grandes y desvalidos, ni habría tartamudeado.
Tampoco le habría resultado tan irresistible.
En la oficina, Lu alzó el auricular, pero tenía la mente en blanco. Miró por el cristal con el auricular pegado al oído durante diez segundos silenciosos antes de que la voz que escuchaba la devolviera a la realidad.
Lu: ¿Qué? Oh, sí, sí, soy AC. Lo siento. ¿Eres tú, Finney? -soltó el aliento contenido mientras escuchaba- ¿Te has vuelto a dejar las luces encendidas? ¿Estás seguro? Vale, vale. Puede que sea el motor de encendido -con gesto distraído se pasó una mano por el pelo y comenzó a sentarse en el escritorio antes de ver a Fer. Entonces se irguió como un muelle- ¿Qué? Lo siento, ¿podrías repetirlo? Mmm. ¿Por qué no paso a echarle un vistazo de camino a casa? A eso de las seis y media -sonrió- Claro, soy incapaz de rechazar una langosta. Puedes apostarlo. Adiós.
Fer: Un mecánico que hace visitas -comentó.
Lu: Entre vecinos nos cuidamos -relájate, se ordenó. Relájate ahora mismo- Además, resulta fácil cuando te espera un especial de langosta de Albert Finney.
Fer: ¿Cómo va la mano? -sintió una irritación que se esforzó en soslayar.
Lu: Bien -ella movió los dedos-. ¿Por qué no cuelga las llaves de su coche en el tablero?
Fer: ¿Se da cuenta de que jamás ha pronunciado mi nombre? -inquirió mientras obedecía.
Lu: Claro que sí.
Fer: No, me ha llamado nombres, pero nunca el mío -descartó el pensamiento con un gesto- En cualquier caso, necesito hablar con usted.
Lu: Escuche, si es sobre la casa, no es el momento ni el lugar.
Fer: No lo es, desde luego.
Lu: Oh -lo miró y sintió ese extraño sobresalto en el pecho- Se me hace tarde. ¿No puede esperar hasta que venga a recoger su coche?
Fer: No tardaré mucho -no estaba acostumbrado a esperar por nada- Considero que debo advertirla, ya que creo que desconocía tanto como yo los planes de su tía.
Lu: ¿La tía Coco? ¿Qué planes?
Fer: Esos que involucran un vestido blanco.
Lu: ¿Matrimonio? -su expresión pasó de desconcierto a suspicacia-. Es absurdo. La tía Coco no planea casarse. Ni siquiera sale con alguien de manera seria.
Fer: No creo que sea ella la candidata -se acercó sin quitarle la vista de encima- Es usted.
Rió divertida y con ganas al sentarse en el borde del escritorio.
Lu: ¿Yo? ¿Casada? Es una tontería.
Fer: En absoluto.
La risa murió. Bajó del escritorio y habló con voz muy fría.
Lu: ¿Qué es exactamente lo que quiere dar a entender?
Fer: Que su tía, por razones que únicamente ella conoce, me invitó aquí no solo para echarle un vistazo a la casa, sino también a sus cuatro atractivas sobrinas.
Ella se puso muy pálida, señal de que se sentía profundamente enfadada.
Lu: Es insultante.
Fer: Es un hecho.
Lu: Salga de aquí -lo empujó con fuerza en dirección a la puerta- Salga de aquí. Recoja sus llaves, su coche y sus ridículas acusaciones y salga de aquí.
Fer: Cállese un momento -la agarró con firmeza por los hombros- Solo un minuto, y cuando haya terminado, y si todavía piensa que estoy siendo ridículo, me marcharé.
Lu: Sé que es ridículo. Y taimado, y arrogante. Si por un instante piensa que yo... yo tengo planes para usted...
Fer: Usted no -corrigió-. Su bienintencionada tía. Lucero, ¿por qué no le enseñas a Fernando los jardines? Las flores son exquisitas a la luz de la luna.
Lu: Solo estaba mostrándose cortés.
Fer: ¿Sabe cómo pasé la mañana?
Lu: No me interesa en absoluto.
Fer: Mirando álbumes de fotos -vio que la ira se transformaba en angustia e insistió- Docenas de fotos. Fue una niña adorable, Lu. Y también brillante, según su extasiada tía. Fue campeona de ortografía en tercer grado -con un gemido ahogado, ella volvió a sentarse sobre el escritorio- No tiene ni una sola caries.
Lu: No me lo creo -logró musitar.
Fer: Eso y más. Matrícula de honor en su clase de mecánica en el instituto. Empleó el grueso de su herencia para comprarle este taller a su jefe. Tengo entendido que es una mujer muy sensata que sabe cómo mantener los pies en la tierra. Desde luego, con su excelente historial de cerebro y belleza, sería una esposa excelente para el hombre adecuado.